Ciudad episcopal de 8.500 habitantes (236 m) en la Vía Francígena, en el valle del río Magra, provincia de Massa-Carrara, Italia. A 1.946 km de Santiago y a 470 de Roma. Su situación geográficamente estratégica hizo que la villa se convirtiera en objetivo militar para señores italianos y extranjeros. Basándose en unas estelas encontradas en el valle, se cree que el primer asentamiento en la zona se remonta a mil años antes de Cristo y estuvo habitada por tribus de apuanos. En el siglo XIV, a causa del conflicto entre los güelfos y los gibelinos, se construyó la torre conocida como Il Campanone, que separaba a ambos bandos.
En la Edad Media la ciudad era visitada con frecuencia por peregrinos que viajaban de y hacia Roma. En el siglo XVI fue conquistada por el emperador Carlos V y quedó bajo el control de España hasta el año 1647, cuando fue comprada por la República de Génova. Unos años más tarde, pasó a formar parte del Gran Ducado de la Toscana. Sufrió los efectos de un terremoto en 1834. El topónimo de Pontremoli significa literalmente ‘puente que tiembla’, nombre que recibió por un prominente puente sobre el río Magra.
La ciudad de Pontremoli cuenta con numerosas iglesias entre su patrimonio artístico. Destaca la catedral de Santa María del Popolo contruida en el siglo XVII y dedicada a San Geminiano, que alberga numerosas esculturas y pinturas de valor. La cúpula de la catedral y el campanario o Campanone dominan el perfil de la ciudad. Otras iglesias reseñables son la de San Nicolò y la de la Santissima Annunziata o de la Anunciación, junto al monasterio de los agustinos.
El pueblo se caracteriza también por la presencia de numerosas instituciones hospitalarias: el hospital de San Giacomo y Leonardo, el de los hospitalarios de la Tau de Altopascio en la iglesia de San Giacomo y la Magione cerca de la iglesia de San Pietro. En esta última se conserva un espléndido ejemplar de laberinto, grabado en piedra arenisca, símbolo de la peregrinación y de la vía difícil y tortuosa que debe recorrer el hombre peregrino en la Tierra. Los antiguos romeros solían seguir con el dedo el recorrido del laberinto de piedra mientras rezaban una oración como gesto de fe. El obispo Sigerico la cita como Puntremel, XXXI submansio. [CP]