Xacopediacamino iniciático

El rito de la peregrinación iniciática tiene como objetivo lograr un conocimiento global a través del Camino que permita el descubrimiento de uno mismo, el dominio de las claves del conocimiento y la visión de Dios. El peregrino debe perseguir una meta, en el caso jacobeo, el sepulcro que contiene los restos mortales del apóstol Santiago, que simboliza el objetivo de alcanzar la perfección.

Los viajes iniciáticos precisan una guía espiritual que tiene como metáfora el itinerario que hay que seguir para alcanzar la meta situada en un lugar sagrado. El Códice Calixtino puede considerarse como una de las principales guías tanto espirituales como físicas para los peregrinos llegados desde el siglo XII a través del Camino Francés.

Lo mismo que en algunas tribus los niños deben pasar unas pruebas iniciáticas para convertirse en adultos, también el peregrino ha de superar las dificultades que se le presenten en el Camino para convertirse en un hombre nuevo. El Códice Calixtino, en su sermón Veneranda Dies, afirma que “el camino de peregrinación es cosa buena, pero es estrecho […] es para los buenos; carencia de vicios, mortificación del cuerpo, aumento de las virtudes, perdón de los pecados, penitencia de los penitentes, camino de los justos, amor de los santos, fe en la resurrección y premio de los bienaventurados, alejamiento del infierno, protección de los cielos. Aleja de los suculentos manjares, hace desaparecer la voraz obesidad, refrena la voluptuosidad, contiene los apetitos de la carne, que luchan contra la fortaleza del alma, purifica el espíritu, invita al hombre a la vida contemplativa, humilla a los altos, enaltece a los humildes, ama la pobreza; odia el censo de aquel a quien domina la avaricia; en cambio, del que lo distribuye entre los pobres, lo ama; premia a los austeros y que obran bien; en cambio, a los avaros y pecadores no los arranca de las garras del pecado”.

En las tradiciones iniciáticas del antiguo Egipto, el culto a Isis, fecundada de forma sobrenatural para engendrar un Dios e Hijo, está relacionado con la encarnación de la Virgen María: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin. María respondió al ángel: ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón? El ángel le respondió: el Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1, 30-35).

Justo detrás de la cripta que guarda los huesos de Santiago, meta de la peregrinación jacobea, se encuentra la capilla románica del Salvador, en la que Cristo Redentor aparece sentado en su trono y coronado y muestra las yagas de su pasión salvadora. Esta imagen se repite también en el Pórtico de la Gloria de la catedral compostelana. El propio Cristo había indicado que, para la consecución de la perfección que daría lugar a la salvación, Él era “el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí” (Juan, 14, 6).

También la diosa Tierra, que debe dar a luz un dios en la religión celta, se asemeja con estas tradiciones citadas. Manuel Murguía, en su obra Galicia, cree que el sitio en el que Teodoro y Atanasio enterraron a Santiago, y que luego se convertiría en la actual Compostela, era un “vasto edificio consagrado al dios celtogallego que se adoraba en el lugar en que se detuvieron los bueyes que condu-cían en el carro el cuerpo del Apóstol”.

El deseo de ser peregrino está profundamente arraigado en la naturaleza humana. Llegar a encontrarse en el lugar donde estuvieron personajes santos proporciona un sentimiento de contacto místico con ellos que confiere a la meta un carácter sagrado. Así, las tres principales ciudades santas de la cristiandad, Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela, se encuentran, respectivamente, en los lugares donde nació, vivió y sufrió su pasión y muerte Jesús; donde está enterrado San Pedro y en el locus sancti Iacobi donde se hallaron los restos mortales del apóstol Santiago. También existen otros santuarios de peregrinación en lugares relacionados con apariciones de la Virgen María, como Zaragoza, Nosa Señora da Barca o Fátima. Por otra parte, en la peregrinación a La Meca, obligatoria al menos una vez en la vida para los fieles que puedan hacerla, los musulmanes visitan también la ciudad natal de Mahoma.

La peregrinación es una marcha tanto mística como física para alcanzar una meta relacionada con el conocimiento de Dios, de uno mismo y de las demás cosas, después de superar las pruebas iniciáticas que se le presenten en el Camino al que lo realiza. La peregrinación conlleva esfuerzo, fatiga, penalidades y peligros, pero permite vivir una aventura existencial de iniciación, un viaje de superación del propio yo, en la búsqueda de la participación de lo divino.

En ocasiones se han considerado las peregrinaciones iniciáticas como una especie de juego de la oca para alcanzar la perfección o santidad. La cárcel, el laberinto, la posada, el pozo o la amenaza de la muerte son en el juego los obstáculos que el destino -los dados- pone en el camino, y los puentes, las ocas y el azar son las ayudas para alcanzar el objetivo deseado, la meta que proporciona la victoria.

Algunos han querido ver en este juego una metáfora del carácter iniciático del Camino de Santiago, en el que hay obstáculos que dificultan la llegada del peregrino a su destino, como las propias de la naturaleza, la enfermedad, la amenaza de muerte o la cárcel de las tentaciones, pero en el que también hay puentes para salvar los mares o los ríos y posadas para descansar.

Las culturas celtas relacionan la pata de la oca con la marca del tridente de Poseidón, por la huella que deja al caminar; por su parte, el Códice Calixtino, considera el bordón “como un tercer pie para sostenerse” y simboliza “la fe en la Santísima Trinidad […]. Es la defensa del hombre contra los lobos y los perros […]. Por el perro y el lobo se designa al diablo tentador del género humano”.

El juego representa el Camino de Santiago como un viaje de ida y vuelta y cada casilla simboliza una población o el final o inicio de una etapa. Las 32 casillas iniciales se refieren al viaje de ida, que supone la llegada a una oca, y las 31 siguientes el de vuelta. En la casilla 63, la meta, aparece también una oca en el jardín que podía considerarse como el alcance de la perfección y del conocimiento. El tablero es una proyección invertida del disco de Phaistos, Creta.

La posada muestra la hospitalidad con los peregrinos, pero supone una pérdida de turno porque todo reposo, aunque sea necesario, retrasa la llegada a la meta. El pozo simboliza el pecado, pero también el perdón, ya que se puede salir de él, lo mismo que la calavera simboliza la muerte, pero también la resurrección. Por el laberinto se representan las encrucijadas del Camino, que pueden conducirnos por un sendero equivocado; para evitar perderse y como medida de protección para los peregrinos se colocaron en las encrucijadas los cruceiros, ya que según Castelao, “las encrucijadas, especialmente las de tres caminos, siguen siendo para nuestros aldeanos lugares de peligro donde rondan las almas ruines […]. Por eso en las crónicas de esta romería abundan las referencias de cruces de piedra bordeando la ruta, tanto para cristianizarla como para marcarla […]. En ningún otro vial de peregrinación se-rían tan necesarias las indicaciones, por lo que resulta correcto creer que la cruz de los peregrinos tomó vida en el Camino Francés [y en las demás rutas jacobeas] y que este nuevo objeto de la cruz monumental engendró el calvario y el cruceiro”. La cárcel significa la pena por caer en las tentaciones y supone también un retraso en el viaje; en los milagros recogidos en el Códice Calixtino puede verse a Santiago como libertador de peregrinos que se encontraban en distintas prisiones.

Por último, la llegada a la casilla final, al jardín de la oca, significa el triunfo en el juego, como la finalización del Camino de Santiago significa que el peregrino ha superado las pruebas y está preparado para empezar una nueva vida. Estas pruebas iniciáticas de la peregrinación hacen que el que las realiza tenga que superarlas para poder deshacerse del hombre viejo, para que pueda nacer el hombre nuevo, curtido por la experiencia que supuso el viaje iniciático. Para los amantes de lo esotérico y del hermetismo la ermita navarra de Nuestra Señora de Eunate sería el prototipo de templo iniciático propio de la Orden del Temple.

Se trata de un edificio de planta octogonal irregular que está rodeado por una bella galería porticada que sigue igualmente esa misma traza octogonal. El conjunto está enclavado en un lugar en el que según las personas sensibles confluyen unas intensas corrientes telúricas que hacen que en el templo se pueda disfrutar de una especial sensación de paz interior que facilita el proceso de elevación del hombre hacia el Supremo.

De acuerdo con estas creencias, en Eunate, a las potentes manifestaciones de las energías telúricas del subsuelo se unirían los efectos propios de los poderes taumatúrgicos del edificio. Todo ello habría facilitado que en este bello santuario navarro hubiese latido, en los tiempos de la hipotética encomienda del Temple, una potente vida mistérica. Se cree que las personas que fundaron la cofradía de Eunate alzaron un edificio de planta octogonal en un lugar en el que confluían potentes energías de la tierra, buscando con todo ello facilitar el proceso de ascensión del alma de los fallecidos.

En ese sentido, cabe mencionar que Onate, denominación histórica del lugar, querría decir en la lengua vasca algo así como ‘la buena puerta’ (ona ate).

Posiblemente los primeros cofrades fueron conscientes de que el santuario, por sus cualidades arquitectónicas y su potente entorno, constituía una puerta buena que facilitaba el acceso a las regiones celestes. La denominación de Eunate con que actualmente conocemos el lugar -que significaría ‘las cien puertas’- es una denominación de origen erudito y moderno. Solamente a partir de 1887 comienza a figurar en los libros parroquiales esa nueva denominación. [JS]


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