XacopediaPórtico de la Gloria

Se conoce así al conjunto escultórico, cumbre del arte románico, situado en la puerta occidental (O Obradoiro) de la catedral de Santiago de Compostela. Obra dirigida por el maestro Mateo a finales del siglo XII, su mensaje supremo de redención ha sido admirado y sentido por peregrinos de toda procedencia desde el siglo XIII. En 1168 se hace cargo de la dirección de las obras de la catedral de Santiago el maestro Mateo de Compostela, por mandato expreso del rey Fernando II de León y Galicia. Lo primero que hace es rematar la arquitectura del final de las naves y empezar la cripta o piso inferior del pórtico occidental. Veinte años más tarde, el 1 de abril de 1188, se colocan los dinteles sobre los que se monta el tímpano, continuando en años siguientes, hasta 1200 o ya en inicios del siglo XIII, con el resto de las obras de escultura y arquitectura hasta completar el nortes, la tribuna, la fachada y las torres. Este frontis occidental está compuesto por una estructura arquitectónica de tres plantas, en las que por primera vez en España se emplean como cubiertas bóvedas de crucería, por influencia del primer gótico, como la abadía de Saint-Denis, construida en las afueras de la capital francesa, la catedral de Nôtre-Dame de París y otros edificios franceses realizados entre 1135-1170. La organización de espacios del pórtico procede de las experiencias artísticas del tardorrománico borgoñón y del primer gótico de Île-de-France.

El resultado de esta doble influencia se aprecia en la cripta del pórtico, una sólida arquitectura creada entre 1170-75 para salvar el desnivel de terreno que hay entre las naves de la catedral y la futura plaza de O Obradoiro. Este piso bajo cuenta con planta de cruz latina, se comunica con el exterior por medio de dos puertas de arco de medio punto, y con la catedral por unas escaleras interiores que conducen a las naves laterales.

El segundo piso, el Pórtico de la Gloria propiamente dicho, estaba originalmente unido -sin hojas de madera que cerrasen las entradas- a una terraza abierta a la plaza; se descendía desde dicha terraza por medio de dos escaleras laterales de tres tramos. Esta segunda planta funcionaba como entrada principal de la gran iglesia de peregrinación, y siempre estaba abierta al exterior. Su composición se formalizó con un amplio nártex de tres arcos, decorado con estatuas-columnas y relieves de granito y mármol, en su origen policromados, conformando el principal conjunto escultórico medieval de los Caminos de Santiago. Este segundo piso se cubre con bóvedas nervadas sobre las que se eleva la tribuna, una alta superestructura que es continuación del piso de tribunas de la catedral, cubierta por una gran bóveda de crucería cuya clave está decorada con el Cordero místico. La estructura arquitectónica del Pórtico de la Gloria asume las características generales del proyecto catedralicio iniciado en 1075, dando las soluciones definitivas para su conclusión.

La decoración escultórica de este pórtico monumental presenta, a través de su abundante figuración, un sentido simbólico en relación con el programa iconológico general de la basílica jacobea. El estilo de esta humanidad esculpida es ecléctico, fruto de las múltiples influencias que asume el taller mateano para crear un arte original y único, con señas de identidad profundamente europeas, cuyas fuentes se encuentran en los principales focos culturales de los caminos de peregrinación.

En la cripta conviven una corriente tardorrománica de evocaciones helenísticas, y otra protogótica, más naturalista y moderna. El escultor tardorrománico, conocido como “maestro de los paños mojados”, es capaz de elevar hasta altas cotas de refinamiento antiquizante la imaginería pétrea del último románico; pero cuenta con seguidores menos dotados, cuyo estilo se pierde en la planta superior. El otro estilo, tradicionalmente identificado con el joven Mateo, es más naturalista, busca un verismo que logrará su punto veinte años más tarde, en el piso noble del pórtico, al que ya no llegó la tendencia helenística del artista que trabajó en la cripta.

Este espacio inferior está cubierto por una simbólica bóveda celeste, en cuyas claves están labrados ángeles astróforos, uno portando en sus manos el sol y el otro la luna, los astros que iluminan el mundo terrenal. Dichas bóvedas nervadas sirven de asiento al piso del Pórtico de la Gloria, en el que se representa el cielo supraterrenal, la Jerusalén celeste, cuyo mensaje simbólico relata la historia de la constitución de la Jerusalén celeste, culminación del programa de la redención del género humano.

La imaginería que puebla el pórtico abarca toda la arquitectura del nártex, desde los basamentos, ornamentados por seres monstruosos aplastados por las estatuas-columnas de profetas y apóstoles. En el basamento del parteluz hay un hombre robusto, melenudo y barbado, que obliga con sus manos a que dos leones abran sus fauces. Esta representación ha sido interpretada con el triunfo del profeta Daniel, victorioso tras pasar la terrible prueba del foso de los leones, y que se presenta en el conjunto como prefiguración de la Resurrección de Cristo. En el lado opuesto al profeta y los leones se encuentra una figura orante, tocando su pecho con la mano derecha para exteriorizar la sinceridad de su fe. Se trata del popular Santo dos Croques, identificado por muchos con el maestro Mateo. A partir de 1224 este orante estaba vinculado con el monumento sepulcral del arzobispo Pedro Muñiz (1207-1224).

Sobre este basamento central se eleva el parteluz, eje compositivo del Pórtico, formado por cinco columnas con los fustes labrados en un único bloque de granito. En este elemento Mateo engastó una columna de fuste marmóreo decorado con el árbol genealógico de Jesucristo, el árbol de Jesé, cuya difusión se debe, en buena medida, al abad Suger de Saint-Denis. En lo alto del fuste aparece la Virgen María ataviada con fina túnica y velo ceñido por una diadema, componiendo con las manos un gesto de humildad que evoca el momento de la Anunciación. El capitel de esta columna presenta la genealogía divina de Cristo, la Santísima Trinidad en su versión de paternitas: Dios Padre, coronado, sosteniendo en su regazo al Hijo, que adopta la premonitoria pose de la Crucifixión, y sobre ellos el Espíritu Santo en forma de paloma.

Sobre el capitel de la Trinidad se encuentra el santo titular del templo, el apóstol Santiago el Mayor sentado en su cátedra, resaltando su papel de intercesor de los fieles ante el Salvador que preside el tímpano de la Gloria. El Apóstol se presenta mayestático, sentado en una silla apoyada sobre leones, vestido como Apóstol evangelizador, con túnica y manto, pies desnudos, portando un báculo en forma de tau en su mano izquierda y un rollo de pergamino en la derecha, con un pequeño texto que alude a su misión: Misit me Dominus [Me envió el Señor]. Sobre la imagen del Apóstol se sitúa el capitel de las tentaciones de Jesús en el desierto, que soporta el dintel sobre el que se monta el colosal tímpano del arco central.

Las estatuas-columna y el Ordo Prophetarum//// A ambos lados del parteluz se despliegan, a izquierda y derecha, y a espaldas del espectador, una serie de estatuas-columnas que inaugura este tipo de soporte en la Península Ibérica. A la derecha del parteluz se encuentran los apóstoles de Cristo, cuya serie se inicia con San Pedro, San Pablo, Santiago el Mayor y su hermano San Juan, mientras que a la izquierda se ubican profetas destacados del Antiguo Testamento. Todos ellos animados en una suerte de conversación discreta mantenida por parejas, un sutil diálogo entre imágenes que rompe con el tradicional hieratismo románico.

El aparente murmullo mantenido entre apóstoles y profetas consigue un efecto de vida poéticamente expresado por Rosalía de Castro, además de potenciar el efecto envolvente de un espacio no compartimentado, en el que debían integrarse fieles y peregrinos. Este recurso procede del ambiente artístico borgoñón, como prueba el portal de la iglesia de la Madeleine de Vézélay. Hay que destacar que la inspiración para la serie de profetas que se sitúa a la izquierda del parteluz -destacan Moisés, Isaías, Daniel y Jeremías, anunciadores de la llegada del Mesías- se encuentra en un drama litúrgico del siglo XII conocido como Ordo Prophetarum [Procesión de los Profetas], ceremonia interpretada y cantada en la catedral en los maitines de la fiesta de Navidad, es decir, en la Nochebuena, y que describía el anuncio de la venida del Salvador por parte de profetas paganos y del Antiguo Testamento.

Los tres arcos que comunican con las tres naves mayores de la catedral cuentan también con rica figuración, sobre todo el central, cuyo tímpano da nombre al conjunto. Es en este semicírculo pétreo donde Mateo representa la visión del evangelista San Juan en la isla de Patmos, cuando un soplo divino le inspiró el Libro del Apocalipsis, un texto misterioso que fascinó a la cristiandad latina medieval. En el Pórtico de la Gloria esta visión apocalíptica presenta en el centro del tímpano a Cristo en Majestad, Juez del Último Día, coronado y con el torso desnudo, mostrando las llagas de la Pasión. Aparece flanqueado por los cuatro evangelistas, rodeado por ángeles que portan los instrumentos de la Pasión, símbolo triunfal de la segunda venida del Mesías, y por otras figuras angélicas con incensarios.

Esta humanización de la figura de Cristo está en sintonía con la nueva sensibilidad desarrollada en Occidente a lo largo del siglo XII. Una espiritualidad que busca un acercamiento del fiel a la figura de la divinidad, a través de la representación sufriente y humana de Jesús, motivando una contemplación emotiva y piadosa. Este nuevo modo de presentar al Salvador refuerza el sentido triunfal que ya aparece en el capitel del parteluz, situado a los pies de la imagen de Cristo, y en el que se muestra el triunfo de Jesús sobre el demonio, evitando las tentaciones del desierto descritas por los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas. Se trata, por lo tanto, de la primera victoria de Cristo sobre el mal y la muerte, bajo la victoria definitiva de su segunda venida para juzgar a vivos y a muertos.

El tímpano está enmarcado por arquivoltas en las que se sitúan los veinticuatro ancianos del Apocalipsis, que también conversan en parejas, al tiempo que afinan sus instrumentos músicos y preparan el nuevo cántico que le ofrecerán al Cordero. Algunos de ellos portan redomas de vidrio, evocación de las copas de oro llenas de perfumes, metáfora que alude a las oraciones de los santos, según la visión de San Juan. De igual modo que entre profetas y apóstoles no existían barreras que limitasen su comunicación, en las partes altas del pórtico las almas asexuadas de los justos pasan al tímpano de la Gloria desde las arquivoltas laterales.

El arco de la izquierda cuenta, en su arquivolta interna, con el descenso de Jesús al Limbo, en los días que permanece en el seno de la tierra, antes de la Resurrección. En este viaje de ultratumba el Salvador libera a los justos del seno de Abraham, entre ellos Adán, Eva, y ocho personajes, siete de ellos coronados, que representan a los patriarcas veterotestamentarios y a las tribus de Judá y Benjamín. Las otras diez tribus de Israel también están representadas en esta parte del pórtico, oprimidas por la moldura tórica de la arquivolta externa del arco izquierdo, simbolizando así el cautiverio de Babilonia.

Al otro lado del nártex, en el arco derecho, se representa el Juicio Universal, con la resurrección de los muertos representada en el fuste marmóreo situado bajo la imagen de San Pablo, el paso de los justos desde las arquivoltas al tímpano, acompañados por ángeles que los arropan, y el triste final de los pecadores que son llevados por los demonios. Se ven en las claves de este arco del Juicio los bustos de Cristo y San Miguel, separando las almas de los píos, que se dirigen a la contemplación de la Gloria, de los réprobos, merecedores de toda suerte de suplicios. La unidad conceptual del Pórtico, como místico espacio continuo en el que todo está relacionado, se refuerza con este movimiento de figuras entre las arquivoltas laterales y el tímpano, y con la posición en los cuatro ángulos del nártex -las cuatro esquinas del universo- de los ángeles trompeteros enviados por el Redentor para reunir a los elegidos en el último día.

La figuración monumental que Mateo propone para la entrada occidental de la catedral de Santiago trasciende la imagen del tríptico formado por los tres arcos y sus correspondientes estatuas-columnas, de suerte que se conforma una envolvente multitud que puebla todo el nártex, prolongando el programa escultórico por sus laterales y alcanzando a la contraportada de la fachada y a la desaparecida portada. Al carecer de hojas de madera que cerrasen las tres entradas, Mateo logró plasmar una relación directa entre la visión de la Gloria y el mundo terrenal, pues el tímpano y sobre todo la monumental imagen del Salvador eran perfectamente visibles desde la plaza. Sobre las bóvedas del Pórtico se eleva la galería occidental, un espacio superior que cierra en altura la catedral, concluyendo hacia occidente el nivel de tribunas que rodea todo el templo. Los nervios de la airosa bóveda de crucería de este tercer piso se sostienen sobre cuatro ángeles y se cierran en una clave donde se sitúa la luz simbólica del Cordero de Dios, la única que ilumina la Jerusalén celeste, cuya evocación terrenal, al final del Camino de Santiago, era la propia catedral compostelana. [FS]

V. Pórtico de la Gloria, imposición de manos en el / Pórtico de la Gloria, instrumentos musicales del / Santo dos Croques


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