Iniciada en el año 872 y concluida en el 896, esta pequeña basílica o iglesia, promovida por el rey Alfonso III el Magno de Asturias con la colaboración del obispo compostelano Sisnando I, surgió con la intención de ofrecer al sepulcro de Santiago y a su culto un marco más idóneo que el del modesto templo inicial, obra de Alfonso II. El lugar de culto se hizo pequeño pronto y poco acorde con la incipiente peregrinación y la consideración de Santiago como protector del Reino astur.
La nueva construcción iba a lograr su objetivo con creces. Fue considerada la más esplendorosa basílica hispano-cristiana de su tiempo. Alfonso III facilitó la demolición de la primera iglesia, construida con cierta prisa tras confirmarse el hallazgo de los restos apostólicos en torno a los años 820-830, y promovió sobre el mismo espacio el nuevo templo, más amplio y rico.
El propio monarca se encargó de agilizar la construcción peregrinando a Santiago en el 874. También asistió a la consagración de la pequeña basílica resultante en mayo del 899, acompañado de su corte y de la élite eclesiástica asturiana, según la Crónica de Sampiro, texto medieval sobre el Reino asturiano. Se cuenta en este documento el traslado desde el sur de la Península, por mandato del monarca, de suntuosos materiales constructivos para la nueva basílica.
En la Crónica de Sampiro se relatan asimismo los esfuerzos del rey para lograr del papa Juan VIII la bendición de la nueva basílica, de la que le informó a través de varias embajadas.
Dispuestas a procurar la proyección del santuario, las autoridades del momento fomentaron las semejanzas de la nueva iglesia con la de San Pedro de Roma. No pretendían suplantar el poder romano, pero sí resaltar la relevancia que suponía que en Compostela también estuviese enterrado uno de los apóstoles predilectos de Cristo. En este punto estaría el origen de las reticencias papales.
El nuevo templo, del que se encontraron reveladores restos arqueológicos en el subsuelo de la catedral compostelana a mediados del siglo XX, tenía planta basilical rectangular de inspiración asturiana, con tres naves. Completaba la estructura una cabecera también rectangular que incluía, con un corredor por medio, el edículo de origen romano en el que habían aparecido los sepulcros atribuidos a Santiago y a sus discípulos Teodoro y Atanasio.
En esta segunda iglesia, el edículo, ya bastante deteriorado de acuerdo con testimonios del momento, conservó la división en dos plantas. La superior se mejoró como espacio para el altar y en la inferior se mantuvo el sarcófago de Santiago, que yacía bajo arcos marmóreos, en alusión a lo que habría sido una forma abovedada del conjunto embellecido por placas de mármol. Durante la existencia de esta iglesia surgió la costumbre de establecer tratos y acuerdos de relevancia jurando ante el sarcófago de Santiago.
El nuevo conjunto sacro se completó con un atrio porticado. Los muros exteriores se realizaron en mampostería de pizarra, con cantería de granito en las esquinas. El edificio resultante, de unos 40 metros de longitud, tuvo que adaptarse, mediante escalones y superficies inclinadas, a la pronunciada pendiente del terreno.
Destruida por el caudillo musulmán Almanzor, como el resto de la ciudad, en el 997, la reconstruyó hacia el año 1000 el obispo compostelano Pedro de Mezonzo. Hacia 1075, con el inicio de las obras de la actual catedral, la iglesia de Alfonso III se derribó. Sobrevivieron restos de su estructura en el subsuelo del nuevo edificio, que fueron descubiertos en las excavaciones realizadas en la basílica en los años cincuenta del siglo XX. [MR]
V. Afonso III el Magno / Alfonso II el Casto, iglesia de