Es el más antiguo canto de peregrinos y por ello el canto jacobeo por antonomasia, pues constituye el testimonio más universal de la música de peregrinación compostelana y referencia del culto jacobeo durante siglos. Escrito en latín, aparece en el Códice Calixtino (s. XII) en un apéndice musical final, cosido a este tras las composiciones polifónicas, junto a otras piezas también del mismo estilo, pero con connotaciones que le hacen muy diferente al resto de obras del Códice. Todo indica que estamos ante una pieza anterior al propio Calixtino, vestigio de tiempos anteriores en que ya se rendía culto cantado al apóstol Santiago.
El Dum pater familias contiene peculiaridades que lo singularizan del resto de piezas del Códice, revelando una procedencia distinta, probablemente hispana. Se trata de un canto monódico escrito en notación aquitana in campo aperto, es decir, sin claves, líneas ni pautas que le den precisión tonal, sino que las notaciones neumáticas aparecen superpuestas al texto, lo que, en principio, dificulta su interpretación melódica, motivo por el que ha sido objeto de diferentes transcripciones, con resultado diverso y a veces polémico, que en definitiva suponen versiones diferentes de en que modo debió sonar la pieza.
El primer intento por rescatar del olvido esta partitura fue la trascripción realizada por el académico de la Real de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, José Flores Laguna, por encargo expreso del Cabildo compostelano. Se anuncia en el Boletín Oficial de la Archidiócesis de Santiago (tomo XXI, año 1882) que, a pesar del máximo beneplácito y promoción, resultó una decepción absoluta en su estreno, los días 25 y 26 de julio de 1882, como dice Santiago Tafall, por la excesiva ponderación previa. Tal como se recoge en Gaceta de Galicia-Diario de Santiago del 26 de julio de 1882, “el himno del Apóstol Santiago el Mayor que era cantado a mediados del siglo XII por los peregrinos flamencos y que ayer fue ejecutado en nuestra basílica por las voces y orquesta de la música de capilla, atrajo a la catedral un sin número de personas llevadas allí por la curiosidad de oír el canto que conserva el famoso Códice Calixtino [...] Música sin inspiración, falta de armonía y sentimiento, encerrando tan solo las bellezas que puede tener un canto llano, fue el juicio que ha merecido de las personas que lo han escuchado”.
El famoso maestro Asenjo Barbieri, de la propia Academia de Bellas Artes, elaboró un informe crítico en el que censura alguna de las iniciativas personales y no colegiadas de la Academia. La versión recibe la desautorización del propio Santiago Tafall, que testimonia que se hizo desde el desconocimiento de la paleografía e incluyendo giros melódicos e intervalos inusitados para aquellos tiempos, de modo que más que una trascripción parece una composición. El sonado fracaso generará nuevas transcripciones a cargo de verdaderos especialistas, que alcanzan resultados notablemente más satisfactorios, sobre todo las versiones realizadas por los monjes benedictinos Dom Joseph Pothier y el Padre Germán Prado, que pasan a ser consideradas como las de mayor predicamento, con más crédito general que la realizada en 1958 por el ilustre musicólogo Mosén Higinio Anglés para la inauguración del I Curso de música en Compostela.
En consonancia con su más que posible origen hispano, la notación aquitana con que el Códice Calixtino nos la presenta, era la forma común en España tras la supresión del rito hispano, compartida con el sudoeste de Francia bajo el dominio visigodo, y en este caso, en palabras del Padre Germán Prado, con la peculiaridad de que las notas están colocadas a distancias regulares, lo que permite dibujar una melodía sonora sin tanta dificultad como en principio cabría suponer.
El nombre de la pieza lo toma del primer verso, Dum pater familias, y aunque fue conocida inicialmente como Canto de los peregrinos flamencos pronto adquirió celebridad como Himno de los peregrinos o Canto del Ultreya, cuya melodía será entonada por peregrinos de toda Europa al llegar a la plaza de O Obradoiro y sobre todo al entrar a la catedral. Refleja el fenómeno del encuentro y mezcla de idiomas, algo muy propio del entorno compostelano, del que se decía que en él se hablaban todas las lenguas del universo. Sus versos, principalmente en latín, todavía lengua común en Europa, intercalan, en su estribillo de alabanza a Santiago, algunas palabras extranjeras, primero valoradas como flamencas, luego más bien germánicas medievales, en una estrofa emblemática que refleja el espíritu solidario con el que los peregrinos se daban ánimos para continuar la marcha: “Herru Sanctiagu / Grot Santiago / e ultreia e suseia / Deus aia nos” [Señor Santiago / Gran Santiago / Adelante y arriba / y que Dios nos proteja].
El estribillo hace referencia a Santiago como primer mártir de Jerusalén, y el resto de las estrofas, en las que aparece el nombre de Santiago en distintos casos latinos de declinación tales como Iacobus, Iacobi, Iacobo, Iacobum o Iacobe son una petición de amparo de los fieles, y también de Galicia, al apóstol bueno, milagroso, fuerte y santo.
La pieza está formada por seis estrofas de seis versos de ritmo trocaico o descendente, los impares heptasílabos y de rima bisilábica átona y hexasílabos y consonante los pares. Además, tiene un refrán y una coda comunes, de cuatro versos en dos pareados. La segunda estrofa termina con dos versos muy sugerentes: “Ut precum frecuentia / Cantet melodiam” [Que con abundancia de preces / se cante la melodía] indicando que los cuatro versos siguientes son esa melodía que constituye un canto preexistente, conocido y popular, cantado por los peregrinos con sus connotaciones lingüísticas propias. Confirma esta idea el hecho de que otras dos piezas del Códice incluyen invitaciones a cantar, todos a una, una melodía que introduce estas dos palabras peculiares y emblemáticas del entorno jacobeo: ultreia e suseia.
De las dos palabras germánicas que aporta este canto, una es Herru ‘señor’ y la otra puede ser Got ‘buen’ o Grot ‘grande’. Se opta aquí, en contra de algunas opiniones, por la segunda opción, por encajar mejor, a nuestro criterio, como adjetivo idóneo para Santiago el Mayor.
Con intención de mantener una versión en español que guardara en lo posible la estructura de rima y de métrica del original, para conservar su forma poética y poder ser cantada en nuestro idioma, se hizo una adaptación poética, sin duda de mérito, pero nada como cantar esta pieza en su texto original para darle su verdadera dimensión sonora. La traducción que aquí se da solo busca ofrecer un significado comprensible, sin atender a métrica ni rima. [AS]