Definida por el Diccionario de la lengua española (Real Academia Española, 2001) como “morral de los cazadores, soldados y viandantes”, la mochila es el elemento del equipo actual del peregrino que más lo caracteriza y condiciona. Se ha convertido en el símbolo más visible de la peregrinación por el Camino. En la mochila colocan los peregrinos todas sus pertenencias. No debe pesar más de nueve o diez kilos -depende mucho de las características de la persona- y su peso ideal estaría entre los cinco y siete kilos. Esto obliga a realizar una selección muy estricta del equipo indispensable para el Camino. La práctica, con las excepciones propias de cada caso, ha ido perfilando en los últimos años el contenido esencial de la mochila, teniendo en cuenta que las necesidades básicas del peregrino actual son accesibles durante la ruta -comida, pernocta e higiene básica-.
Por la forma en que condiciona -su transporte a la espalda produce cansancio, dolores y ralentiza la marcha, al tiempo que obliga a estar pendiente de su cuidado-, es el principal elemento de debate de la indumentaria moderna del caminante a Santiago. Desde mediados de los años noventa han surgido, sobre todo en Galicia, una serie de servicios que se responsabilizan del transporte de las mochilas durante cada etapa. Muchos caminantes se oponen a ello por considerar que desvirtúa el sentido de la peregrinación y el Camino y provoca injusticias, ya que los que marchan sin mochila tienen más facilidad para llegar antes al final de etapa. Los que aceptan estas novedades las ven como una forma de colaborar con los peregrinos que están en peores condiciones y como un derecho, ya que el Camino está abierto a todo el mundo, cada uno con sus singularidades y forma de entenderlo.
Sin llegar a equipararse a los atributos de viaje que simbolizaban en lo físico y espiritual al peregrino histórico -el bordón, el zurrón y la concha de peregrino, esencialmente-, la mochila se ha convertido en parte indisociable de la imagen del peregrino. Se establece una relación especial con ella a lo largo de la ruta. Cobija las existencias más queridas y sirve para colocar las insignias modernas de la peregrinación. En cierto sentido, es equiparable al antiguo morral o zurrón. Si el peregrino moderno busca aligerar su mochila por comodidad, el Codex Calixtinus (s. XII) recomendaba llevar el zurrón casi vacío, como muestra de confianza en Dios y en la hospitalidad de los hombres, y siempre abierto, advirtiendo de su disposición a compartir y dar. En el presente esa austeridad sigue siendo todo un símbolo del Camino y una mochila sólo con lo más indispensable sería su representación inmediata, salvando una distancia de siglos y de concepción de la existencia. [MR]