Noble originario de Ausburgo, Alemania, que peregrinó a Santiago de Compostela en 1466. Su relato se recoge en un manuscrito londinense, conservado en la British Library, en el que se añaden también hermosos dibujos realizados a plumilla, entre los que destaca singularmente el que retrata al peregrino recibiendo la bendición del arzobispo compostelano. La peregrinación de Ilsung, no exenta de devoción, pertenece a la época en que los nobles europeos salían a recorrer mundo, particularmente en el siglo XV, de corte en corte, y también en busca de emociones y aventuras caballerescas, siempre a caballo entre un mundo que se terminaba y otro que comenzaba a nacer. A ese tipo de peregrinaciones pertenecían las que realizaron Peter Rieter (1428), Jorgue de Ehingen (1457) o Leo de Rozmithal (1465-67) A tal punto el viaje de Sebastian Ilsung está acompañado de parámetros cortesanos -visita todas las cortes que le son posibles- que no marcha a Portugal, como era su intención, ya que, según sus propias palabras: “[...] allí no había ningún rey, solo dos príncipes que además no tenían corte, eran demasiado poco poderosos para ello y además allí había irrumpido la peste. Por todos estos motivos no me dirigí allí [...]”.
Así, procurando moverse de corte en corte y haciendo acopio de todo tipo de certificados y recomendaciones, Ilsung, en camino a Compostela, penetra en Suiza, donde tiene su primer problema con la gente de Lucerna: es hecho prisionero al ser, según él, confundido con un austriaco por culpa de sus rizados cabellos. Es puesto en libertad y obligado a prestar juramento de que, si se lo pedían, volvería allí; no en vano trataban con un caballero. En la Saboya le recibe el papa Félix, que le imparte su bendición y además le encomienda a su hijo, el duque de Saboya, que le recibe con todo tipo de honores y le proporciona un escudero a caballo. Llega al Delfinado y es recibido y agasajado por el gran maestre de San Antón. Tras cruzar Francia, aparece en Barcelona, sigue a Montserrat y Tortosa y, por el Camino de Aragón, llega a Zaragoza y Navarra, donde le recibe Carlos, príncipe de Viana. Se entrevista también con su esposa, Inés de Klieve.
En Burgos, y gracias al obispo, obtiene Ilsung cartas de recomendación para la corte del rey Juan II de Castilla, que estaba en una de sus campañas militares. El monarca le entrega también cartas de recomendación y la señal externa de su protección. El problema surgió cuando el arzobispo de Toledo, que acompañaba al rey junto al gran Maestre de la Orden de Santiago, ordenó prender antorchas y le acompañó por medio del ejército hasta la gran brecha que habían abierto contra los enemigos en la ciudad cercada. Ilsung no puede dejar de reconocer que “si hubiera habido un ataque hubiera tenido que luchar allí como caballero”.
Llega al fin a Santiago, haciendo, entre otras, la curiosa observación de que “la Iglesia de Santiago fue en tiempos un gran templo pagano sobre el que se podría contar mucho”. Era el día del Corpus Christi y participó devotamente en las vísperas, emocionado por la grandeza de la catedral. Es recibido por el arzobispo y participa en la misa solemne del día siguiente: “La procesión más maravillosa bajo palio”. Siguió a Fisterra, subió al monte Facho e indicó con detenimiento las piedras sagradas que allí se hallan. Más tarde se maravilló ante A Nosa Señora da Barca (Muxía). Describe detalladamente el mástil de la mítica barca de piedra, agregando que veinte bueyes no lo pueden mover del sitio, salvo el que no está en pecado mortal, que lo puede hacer con un dedo. A la vuelta, deja su escudo en Santiago ante el Apóstol, como era habitual entre los caballeros de la época, y regresa por Francia, donde solo su falta de disponibilidad económica le impide ver al rey y dirigirse después a Inglaterra. Pasa por Ginebra, visita al duque de Saboya, su protector, y retorna a Ausburgo la víspera de San Miguel. [JAR]