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Situado en el sudoeste de Europa, en la parte occidental de la Península Ibérica, este país hace frontera al norte y al este con España y al sur y al oeste con el océano Atlántico. Con casi once millones de habitantes distribuidos de forma desigual en el territorio continental -la mayoría está en la zona de costa, concentrada principalmente en las dos áreas metropolitanas del país, Lisboa y Oporto-, cuenta con una larga e intensa vinculación jacobea.

La Península Ibérica tuvo una prehistoria compartida, al ser poblada toda la región por pueblos preceltas y celtas que dieron origen a los galaicos, lusitanos, celtas y cinetes, que son visitados por los fenicios y cartagineses hasta que los romanos la incorporan a su vasto Imperio como Lusitania, en el año 45 a.C. Es entonces invadida por los suevos, visigodos y burios, y conquistada por los moros, que ocuparon gran parte de la península.

Con la reconquista surge Santiago el Mayor como patrón de los ejércitos cristianos de la mano de los reyes de Asturias y León, que pronto llegaron al territorio que constituiría el condado de Portugal. En ese momento, apenas medio siglo después del descubrimiento de la tumba de Santiago en Compostela, aparece en el territorio que se convertirá en Portugal, la más antigua de las noticias del culto a Santiago, que es la consagración y dedicación al Apóstol de la Iglesia de Castelo de Neiva (Viana do Castelo) en el 862.

La frecuencia de los enfrentamientos marcó el nacimiento de la primera iglesia dedicada a Santiago, primero en Castelo de Neiva, como ya mencionamos, y después en Coimbra, escenario de la conquista y la reconquista a merced de las fuerzas musulmanas y cristianas, y donde el compromiso de proteger a las tropas cristianas de Santiago el Mayor explica por qué las diversas iglesias de la ciudad se dedicarán al Apóstol antes de su conquista. Por otra parte, surgen también las primeras donaciones a la Iglesia de Compostela. En el 883, Alfonso III (866-910), diez años antes de la primera conquista de Coimbra, donó la iglesia de Trouxemil a Compostela, y más tarde se confirmó la donación por el mismo rey en el cambio de siglo, y en 1063 por Fernando el Grande. Trouxemil sigue siendo fiel al patrón y, aún hoy, es una parroquia de Santiago ubicada en el Camino Central Portugués.

En la misma época fue donado a la Iglesia de Compostela el monasterio de São Frutuoso de Montelios -Braga-, y en el 899 Alfonso III donó la iglesia de São Vítor -Braga-. Durante el siglo X se realizaron otras donaciones por los monarcas del territorio portugués. La noticia del primer viaje a Compostela desde lo que hoy es Portugal, tuvo lugar en el 899 por los obispos Nausto, de Coimbra; Arimiro, de Lamego; Gomado, de Oporto; Teodomiro, de Viseu, y Argimiro, de Braga, que se dirigieron allí para la consagración de la segunda basílica compostelana. En el siglo X surgen algunas ecclesias o baselicas dedicadas al Apóstol, como Riba de Ul, Souselas y Santiago de Areias -Santo Tirso-, que siguen siendo parroquias con esta advocación.

En el año 987 regresó a la región el desorden con la toma de Coimbra por Almanzor. Dada la importancia estratégica de la ciudad, el rey Fernando Magno fue, antes de comenzar el asedio de la ciudad, en peregrinación a Santiago de Compostela, pidiendo la intercesión del Apóstol, acompañado por su esposa Sancha, los obispos de Santiago, Lugo y Mondoñedo y Sesnando, de Oporto, los abades de Celanova y Guimarães, así como muchas otras personas importantes. Después de seis meses, Coimbra, rendida por el hambre, se entregó el 9 de julio y poco después de la conquista, Fernando Magno y Sesnando, gobernador de la ciudad y de la región, volvieron a Compostela para agradecer al Apóstol la victoria. Es la primera noticia de una verdadera peregrinación desde tierras portuguesas.

La independencia y la conquista del territorio a los moros seguía bajo la égida de Santiago, al mismo tiempo que se afirmaba la peregrinación. Es en este momento cuando muchos van a Compostela, como el obispo Pedro (1070-1091) de Braga, después de la restauración de su diócesis, Hugo (1112-1136), que fue varias veces “[...] a ver a su amigo D. Gelmírez y orar ante la tumba del Apóstol [...]”, o los obispos Soeiro (1205-1229) de Évora, Soeiro Viegas (1210-1232) de Lisboa, y Pelayo (1211-1246) de Lamego, que estaban allí en la Pascua de 1211. A finales de 1097 se encontraban en Compostela como verdaderos peregrinos devotos de Santiago el Mayor el conde Henrique y su esposa Teresa, como consta en el documento que confirma la donación del coto da Correlhã -Ponte de Lima- a la Iglesia de Santiago, en Galicia.

La peregrinación se convirtió rápidamente en una práctica religiosa que cubría todos los ámbitos de la vida, más allá de la propia devoción santiaguista de los primeros reyes, como Alfonso II y Sancho II. Se inicia al mismo tiempo la práctica de la peregrinación en sustitución, entre otras la de María, hija de Juan I, que pidió a fray André de Fezes que marchase por ella a Santiago de Compostela. La romería más famosa de esta época fue la de la reina Santa Isabel, que peregrinó a Compostela en dos ocasiones (1325 y 1335 ), la primera con su estatus real y la segunda como viuda de Don Dinís. Fueron tantos los clérigos lusos que en esta época viajaron a Santiago que, para detener los abusos, el Sínodo de Braga de 1281 prohibió la peregrinación sin permiso, bajo pena de excomunión, hecho que no resolvió el problema porque el absentismo pastoral no paró de crecer a lo largo de toda la Edad Media.

Un caso curioso sucede en 1336 cuando Pedro, hijo de Don Dinís y conde de Barcelos, en defensa de las pretensiones de su padre en la lucha que este tenía con su hijo y heredero Alfonso IV -su hermano-, se vio obligado a invadir Galicia y, al final, fue a la tumba del Apóstol. En la misma época ya muchos españoles cruzaban tierras portuguesas procedentes de las más variadas regiones de Castilla y Andalucía. Abandonaban la Vía de la Plata y se dirigían hacia el oeste atravesando el Reino de Portugal, hecho que se demuestra en la noticia que dejó el cronista Fernão Lopes (ca. 1380-ca. 1458), en la que se informa que por tierras de Braganza venían muchos arrieros y comerciantes castellanos que iban para la fiesta de Santiago en Galicia.

Por otra parte, se producía por todo el territorio portugués la reorganización de las parroquias. Si en el centro y el norte muchas parroquias habían conservado las antiguas invocaciones del cristianismo hispánico y visigótico, otros profesaban ya las nuevas devociones de la época -el Salvador, Santa María, São João Baptista, etc.- El norte especialmente, con la densa red parroquial antigua que necesitaba ser revisada debido a la aparición de nuevas poblaciones, al desarrollo de ciudades y a las nuevas carreteras, exigía la creación de un nuevo mapa parroquial y Santiago se convirtió en patrón de muchas de estas nuevas iglesias. En el sur, O Alentejo y O Algarve, donde tuvo gran influencia la orden militar de Santiago, fueron las regiones responsables de la creación de casi todas las parroquias dedicadas al Apóstol.

La Edad Moderna trajo consigo la aparición de la devotio moderna donde la espiritualidad cristiana volvía a centrarse en la figura de Jesús. De este modo el culto a los santos se pone en cuestión y la peregrinación real comenzó a verse como un descrédito. En este sentido la Imitación de Cristo (s. XV) arroja sospechas: “Qui multo peregrinantur, raro sanctificantur”. En la práctica, la peregrinación seguía siendo alta y las más importantes personalidades eclesiásticas y de la nobleza, portuguesas y europeas, hacían, desde hacía mucho, de Compostela un lugar de referencia.

Con el advenimiento de los descubrimientos marítimos portugueses, Lisboa se convierte en el principal centro de la ciencia, la economía, el mundo político y social. Es el momento de los grandes relatos de peregrinación. El más antiguo es el de Nicolau Lanckman de Valckenstein, embajador del emperador germánico en 1451, que vino con una fastuosa embajada para celebrar el matrimonio de Leonor -hija de Duarte y Leonor- con Frederico III de Alemania, y que decidió pasar primero por Compostela. Siguió Rozmithal, cuñado del rey de Bohemia (1466), Nicolau de Popielovo, viajero natural de Silesia (1484), Jerónimo Münzer, viajero, científico y humanista alemán (1494); Edme de Saulieu, abad de Claraval (1531), Erich Lassota de Steblovo, militar polaco al servicio de Felipe de Portugal (1581); Bartolomé Bourdelot, embajador veneciano en la corte de Madrid (1581); Giovanni Bautista Confalonieri, secretario del nuncio apostólico en Lisboa (1594); Jacobo Sobieski, padre del rey de Polonia (1607); Domenico Laffi, un sacerdote de Bolonia que peregrinó a Compostela dos veces por el Camino Francés (1660, 1666) y después de visitar Lisboa, ciudad donde naciera San Antonio, decide volver, una vez más, a la tumba del Apóstol (1673); Cosme III de Medicis, gran duque de Toscana (1669) con su séquito de príncipe en el que se encontraba Piero Maria Baldi, que dejó una maravillosa colección de dibujos de los lugares por los que pasaban; Diego Torres de Villarroel, pícaro profesor de la Universidad de Salamanca (1736); Nicola Albani, un napolitano que llega por el Camino Francés para trabajar en Lisboa y a partir de aquí peregrina dos veces a Compostela (1743-1745) y, finalmente, el militar inglés W. Dalrymple (1774).

Todos ellos pasaron por Portugal y dejaron sus relatos de peregrinación, aunque muchos otros que también hicieron el viaje no lo hicieron constar, como el pintor flamenco Jan van Eyck, de servicio en Lisboa (1429), el obispo de Coimbra Afonso Nogueira (1451); Filipa, hija del infante Pedro y nieta de João I (1502), el rey Manuel I (1469), el futuro San Juan de Dios que, al volver a Montemor-o-Novo tras la campaña de Austria con Carlos V, va en romería a Compostela y lleva una tan profunda impresión mística que decide entregarse al servicio de los pobres. Ese mismo año (1533) Damião de Gois ve en su peregrinación a Compostela la coartada para escapar de Lisboa. También viajan el humanista Nicolau Clenardo, protector del futuro cardenal Henrique (1537), los jesuitas Melchior Carneiro y Martín de Santa Cruz, misioneros en Etiopía (1543), y Luis, hijo de Manuel I y padre de Antonio -prior de Crato-, acompañado por el famoso pintor Francisco de Holanda (1549).

Siglo XVII/// Al igual que el siglo anterior, el siglo XVII anuncia más peregrinos conocidos: Martim Afonso de Melo, obispo de Lamego, el vizconde de Ponte de Lima y el nuncio apostólico en Portugal, Gaspar Albertoni en 1610, así como el nuncio que le sucedió, Octavio Accramboni, en 1615. Con una peregrinación tan intensa y para prevenir abusos, la Iglesia establece que sus canónigos sólo podían ir a Compostela, sin la pérdida de sus ingresos, por un tiempo limitado. Sucedió con Gaspar Barreiros (1555) y Paio Rodrigues de Vilarinho (1572), conocidos humanistas y canónigos de la catedral de Évora. En Coimbra (1588) los canónigos tenían cuarenta días de permiso para peregrinar a Santiago y Montserrat, pero entre cada viaje debía mediar un periodo de cuatro años. En la colegiata de Santa María de Guimarães los canónigos podían ausentarse treinta días para ir a Compostela sin perder sus honorarios.

En 1640, con la Restauración -recuperación de la independencia de Portugal-, nada de lo que era español, tenía buena reputación. El Cabildo de Lamego aconsejó a sus canónigos cambiar las peregrinaciones a Compostela y a la Virgen de Guadalupe por la Señora da Lapa o San Gonzalo de Amarante; sin embargo, esta sugerencia no tuvo efectos prácticos, ya que en 1717 disponían de nuevo de treinta días para realizarlas. El nacionalismo exacerbado surgido después de la Restauración pretendía sustituir la devoción española de Santiago por la de San Gonzalo de Amarante en Portugal.

Llega el siglo XVIII y con él la disminución de las peregrinaciones a Compostela, ya que el culto de los santos había adquirido formas grotescas y, en ocasiones, estaba sujeto a la influencia de una manifestación pagana. El daño causado por la Ilustración y la inestabilidad política y social, fomentado por las invasiones francesas, hacen el resto. En este momento Santiago se suele confundir con otros santos como San Martín, San Francisco Javier y, en especial, con Santiago el Menor.

El siglo XIX trae el romanticismo y resurge el interés por lo medieval y por lo popular y de esta forma la peregrinación adquiere una nueva fuerza de atracción. Otro elemento que viene a promover las peregrinaciones es la carta apostólica Deus Omnipotens del papa León XIII (1884), que confirma la autenticidad de las reliquias de Santiago con el objetivo de revitalizar las peregrinaciones a Compostela.

En este siglo los peregrinos más importantes resultan ser los miembros de la familia real, María II y Fernando, así como sus hijos Pedro y Luis, que fueron a Compostela en 1852. Pese a ello, en el siglo XIX algunas parroquias de Santiago se ven superadas por la devoción mariana o simplemente desaparecen, mientras que algunas ermitas del Apóstol cambian su advocación y la peregrinación pasa por un nuevo declive.

En los años noventa del siglo XX, tal como sucedió en toda Europa, la peregrinación jacobea por los caminos lusos se hizo cada vez más intensa, a lo que contribuyó, en primer lugar, la Asociación de Amigos de los Pazos -Vigo- dando los primeros pasos en la investigación del Camino Portugués, reemplazada por la Asociación Galega de Amigos do Camiño de Santiago (Agacs), que investigó y señalizó con el símbolo universal del Camino -la flecha amarilla- la ruta entre Tui y Compostela a finales de 1992, y publicó de una primera guía en 1993.

Con el mismo equipo, formado por Jesús Arsenio Díaz García, arquitecto; Antón Pombo, historiador; Mariel Larriba Leira, historiadora del arte; Juan Luis Yáñez, cartógrafo; Manuel González Vicente, fotógrafo; Alfredo Jeremías Sampedro y José Antonio de la Riera Autrán, en trabajo de campo, y en colaboración con la Associação de Valença do Minho dos Amigos do Caminho de Santiago, la Agacs prosiguió con la investigación de la ruta entre Ponte de Lima y Valença do Minho, en el norte de Portugal. El resultado se presentó en el III Encuentro sobre los Caminos Portugueses a Santiago celebrado en Valença en 1995.

En 1998, sobre la base de la investigación de la Agacs, la recién creada Associação dos Amigos do Caminho Português -Ponte de Lima-, señaliza la ruta entre Oporto y Ponte de Lima, y al final de 2001, la extinta Associação dos Amigos do Caminho Português do Norte de Portugal investiga y señala la variante por Braga del Camino Central -Oporto, Braga, Ponte de Lima-. El trayecto entre Lisboa y Oporto, investigado por Alexandre dos Santos Rato entre 2002 y 2004, es señalizado en 2006 en colaboración con la Agacs, sus socios y la gente de Portugal. En noviembre de 2006 la Agacs publica la primera guía del Camino Central Portugués que ha sido tradicionalmente el segundo Camino a Santiago más recorrido y que tiene como principales puntos de partida Valença do Minho, Oporto y Lisboa. Portugal es en el presente el cuarto país que más peregrina a Santiago por las tradicionales sendas jacobeas, solo superado por Alemania, Italia y Francia. En 2009 obtuvieron la compostela casi 5.000 portugueses. Por otra parte, la presencia en Santiago de devotos y turistas lusos en Compostela es casi diaria. [AR]


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