El paisaje predominante es de monte y arbolado, aunque conforme se acerca a la parroquia de Miño (Santa María) el itinerario transcurre en bastantes de sus tramos en paralelo a la autopista, cerca de la orilla del mar. A través del Camino Real, se llega a la plaza del Mercado y a la calle Real, donde aparece un decorado ya más urbano. Cerca del mar se encuentra también el segundo albergue de peregrinos que hay desde Ferrol.
A continuación hay que dirigirse a la estación del ferrocarril, desde donde se vuelve a la orilla del mar y pueden contemplarse hermosas vistas de la ría. Al final del término municipal, el Camino se une al municipio de Paderne por el viejo puente medieval, que salva el río Lambre y fue mandado construir por Pérez de Andrade para unir sus señoríos de Betanzos y Pontedeume, favorecer los intercambios comerciales y establecer una vía de comunicación hacia Santiago para los peregrinos. La gran inversión en infraestructuras que realizó el de Andrade -dice la leyenda que construyó siete puentes, siete monasterios, siete iglesias y siete hospitales- para impulsar el desarrollo económico de sus señoríos hizo que fuera conocido por el apelativo de O Bo. Su sepulcro puede visitarse en San Francisco de Betanzos.
De este puente medieval, que sirvió de paso a los peregrinos a Santiago desde el siglo XIV, nos dice Couceiro Freijomil que “es una construcción de tres arcos sobre el río Lambre [...]. El nombre de Ponte do Porco se debe a la cabeza de jabalí que aparece sobre el central de dichos arcos [hoy se encuentra en el estribo del puente, en su margen derecho]. El puente actual, edificado con materiales del antiguo, data, según reza una inscripción, del año 1862, reinando Isabel II”. En el viejo puente cuenta la leyenda que el eumés Roxín Roxal degolló con su daga al jabalí que había matado a su amada Tareixa.
A finales del siglo XIV, era señor de Pontedeume Nuno Freire de Andrade, que sufrió los ataques de los Irmandiños en sus propiedades y era llamado por el pueblo O Mao, por lo que en su sepultura, en el monasterio de Monfero, el lebrel que aparece a sus pies tiene el rabo entre las piernas.
Nuno tenía dos vástagos varones y una sola hija llamada Tareixa, con la que vivía en el palacio de Pontedeume. Sus dependencias abarcaban desde la actual plaza del Conde hasta el muelle y en el interior del recinto estaba el Torreón, que servía de lugar de vigía privilegiado y en el que hoy se conserva el escudo del viejo palacio de los Andrade.
Tareixa era una muchacha muy alegre y hermosa que disfrutaba paseando, a pie, a caballo o en barco por el río Eume, Breamo o por las playas de la zona. Pero como también era algo inconsciente y traviesa, su padre decidió encomendarle la tarea de cuidarla y vigilarla a Roxín Roxal, un joven inteligente y valiente que se había ganado a pulso la confianza y simpatía de su señor. El doncel, siguiendo las órdenes de Nuno, acompañaba a Tareixa allá adonde iba y, poco a poco, fue naciendo entre ellos, primero, la amistad y, más tarde, el amor. Roxín Roxal, que siempre andaba contento y feliz, empezó a sentirse triste y melancólico y pasaba el tiempo que no estaba con Tareixa entonando con su laúd bellas canciones de amor o mirando, desde la torre del castillo de Andrade en el que vivía, el palacio de su amada en Pontedeume.
Roxín Roxal, por respeto a Nuno, no se atrevía a declarar su amor a Tareixa, pero ella, al ver su melancolía, comprendió que estaba enamorado de ella y le confesó que el sentimiento era recíproco. Sin embargo, su noviazgo duró poco, ya que, cuando se enteró el señor de Pontedeume, le ordenó al muchacho que no volviese a ver a su hija y que permaneciese siempre recluido cerca del castillo de Andrade.
Nuno, aunque sentía un gran aprecio por Roxín Roxal, no podía tolerar que se casara con su hija, ya que no pertenecía a la nobleza. El marido que le había buscado a Tareixa era Henrique de Osorio, que sí tenía el linaje y la riqueza que la familia de los Andrade merecía. Roxín Roxal cumplió a rajatabla las órdenes de su señor, que decidió regalarle como recompensa una valiosa daga.
Al poco tiempo se celebró la boda entre Tareixa y Henrique Osorio. La muchacha se sintió muy desdichada. Echaba de menos a Roxín Roxal y se subía a menudo al torreón de Pontedeume para ver a lo lejos el castillo donde se encontraba su verdadero amado. Hay quien dice que iba allí porque, por un pasadizo secreto que unía la torre y la fortaleza, el joven enamorado acudía a visitarla todas las tardes.
Un día llegó a oídos de Nuno que un enorme jabalí estaba arrasando las cosechas de sus tierras y que había matado ya a varios campesinos que trataron de abatirlo. Entonces, el señor de Pontedeume encargó a su yerno que organizara la cacería.
Henrique pidió a Tareixa, que era una experta amazona y muy diestra en el manejo de las armas, que lo acompañara y, ya entrado el día, se encontraron con el fiero animal en el puente que Fernán Pérez de Andrade había mandado construir sobre el río Lambre para establecer una buena comunicación entre Pontedeume y Betanzos, sus dos principales feudos.
Cuando tuvo enfrente al jabalí, el de Osorio le disparó una flecha y el animal, enfurecido por el dolor, atacó con saña a Tareixa hasta matarla y huyó herido. El cobarde Henrique, en lugar de defender a su esposa, se tiró al río por el pretil del puente para ponerse a salvo de la embestida de la fiera.
Pocos días más tarde, en el mismo puente, apareció muerto el jabalí, que llevaba clavada en su garganta la daga que Nuno le había regalado a Roxín Roxal. El señor de Pontedeume comprendió, lleno de dolor, que más le hubiera valido permitir el matrimonio entre el vasallo y su hija, ya que él, aun siendo plebeyo, la hubiera defendido mejor que el noble Henrique.
Desde que sucedieron estos hechos, ya convertidos en leyenda, el lugar en donde apareció muerto el jabalí, por el que atraviesan los peregrinos que recorren el Camino Inglés de Santiago, fue conocido con el nombre de Ponte do Porco. En uno de los estribos del puente, en su margen derecho, está esculpida la cabeza de un jabalí, símbolo de la Casa de Andrade. Antes de cruzar el puente, en la alameda aledaña, se dispone un hermoso cruceiro con la imagen de un jabalí con la cruz encima que podía considerarse como señal de victoria sobre el mal, ya que este animal fue a veces demonizado. En el cruceiro, una inscripción recuerda a Fernán Pérez de Andrade o Bo como “benfeitor da comarca Birgantina” y aparece también en él esculpido el escudo de los Andrade con su lema AVE MARIA GRATIA PLENA DOMINUS TECUM. Estas representaciones de jabalíes se encontraban también en otras construcciones patrocinadas por Fernán Pérez de Andrade, como la del monasterio de Santa Catalina de Montefaro -hoy se alberga en el Museo del Castillo de San Antón, en A Coruña-, en las iglesias de Santa María de Cabanas y San Paulo de Río Barba, en O Vicedo o en el puente de Pontedeume.
Es curiosa también la presencia en la alameda de una jardinera de piedra que reproduce algunas de las escenas cinegéticas del hermoso sepulcro de Fernán Pérez de Andrade, que se encuentra en San Francisco de Betanzos, sobre las figuras pétreas de un oso y un jabalí.
En la actualidad, encima de este puente, hay otro que sirve de paso a la carretera nacional y, río arriba, el del ferrocarril y el de la autopista. [JS]