Término utilizado con frecuencia para referirse al periodo de expansión iniciado en 1884 por la Iglesia de Compostela tras la confirmación como auténticas, por el papa León XIII, de las reliquias del apóstol Santiago y sus discípulos, Teodoro y Atanasio. Perdidas al menos desde el siglo XVI, el arzobispo Payá y Rico había decidido buscarlas. Las localiza en la catedral, logrando posteriormente, tras una serie de informes, que el Vaticano las considerase auténticas e invitase de nuevo al mundo a peregrinar a Compostela, un santuario que equipara a los de Jerusalén y Roma.
El resurgimiento, que en todo caso será desigual en el tiempo y favorecido por una serie de causas y contextos históricos que ayudarán a hacerlo realidad, comienza, en un primer momento, con la decisión de crear la cripta actualmente conocida bajo el altar mayor de la catedral compostelana para exponer en ella las reliquias apostólicas. El lugar, de inspiración historicista, dará un nuevo sentido al santuario. Vuelve a haber una referencia, un punto de confluencia.
La eficacia del nuevo escenario se empezó a percibir en los siguientes años santos compostelanos, en el tiempo puente entre los dos siglos, en el que se reestablecen las peregrinaciones con cierta regularidad. La realidad es que la coyuntura general de la Iglesia en la segunda mitad del siglo XIX apuntaba en la dirección tomada desde Santiago. En el momento del redescubrimiento el fenómeno de las peregrinaciones, siempre presente en el ámbito católico, ofrecía claros síntomas de recuperación, con la aparición de nuevos destinos -Lourdes, 1858- o la recuperación de la peregrinación a Tierra Santa y a la propia Roma, aprovechando los más eficaces medios de transporte.
El siguiente paso lo darán los arzobispos sucesores de Payá y Rico, especialmente los cardenales José Martín de Herrera -a medio camino entre los siglos XIX y XX- y Fernando Quiroga Palacios (s. XX), que logran fomentar las peregrinaciones gallegas e internacionales a Santiago, respectivamente. También colaborará el Gobierno de la dictadura franquista (1936-1975), que al considerar la figura de Santiago como un emblema de la unidad patria, fomenta las peregrinaciones españolas a Compostela. Al mismo tiempo, apoya con notables fondos la mejora de la catedral de la ciudad de Santiago y de determinados puntos del Camino Francés, que comienza a promocionar en España y en el extranjero como destino turístico-religioso. Los momentos de mayor intensidad llegan con cada nuevo año santo.
Con el inicio de la democracia (1976), se unirán a la tarea las nuevas Administraciones, principalmente las autonómicas, y con periodos de distinto ánimo, el Gobierno central. El resultado será la conversión del hecho jacobeo en un fenómeno de masas cíclico, que alcanza de nuevo sus momentos de mayor proyección en los años santos compostelanos, especialmente en los celebrados desde 1993. A la religión se unen, con una intensidad inédita, la cultura y la fiesta, y se redoblan los esfuerzos promocionales del mundo jacobeo como un espacio civil -no sólo religioso- de encuentro abierto e internacional. Se encargan de ello las Administraciones, especialmente la gallega; mirando de reojo permanece la Iglesia.
Pero si el paso inicial se dio en Compostela, con la ayuda esencial del Vaticano, no es menos cierto que el interés internacional por la historia de las peregrinaciones y sus principales referentes históricos, como el Codex Calixtinus (s. XII), con distintas copias extendidas por Europa -conocidas genéricamente como Liber Sancti Iacobi-, va a ayudar mucho. Desde la segunda mitad del siglo XIX son continuos, a distintos niveles, los estudios relativos a la temática jacobea, especialmente en Francia y secundariamente en España, Alemania, Holanda, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, etc. Se ve como una parte más de la historia europea, en la que pervivían numerosas huellas jacobeas esparcidas por el continente. Este proceso ayudará a completar el nuevo enfoque, a darle sentido histórico y difundirlo entre los católicos europeos.
El siguiente y definitivo paso para el resurgimiento será el más singular y exitoso: el renacimiento de la peregrinación jacobea internacional a través del Camino de Santiago, siguiendo la huella todavía visible de los peregrinos históricos. Si bien es un hecho confirmado casi un siglo después del redescubrimiento, tiene su origen remoto en el ánimo que toma el mundo jacobeo tras la confirmación papal y en el hecho de que la meta estuviese en un lugar cargado de historia europea al que daba sentido de nuevo la presencia apostólica.
No hay que olvidar que la inmensa mayoría de los primeros peregrinos caminantes -ya con ejemplos desde los años cincuenta del siglo XX- eran católicos, fundamentalmente extranjeros y secundariamente españoles, con una visión de la Ruta que combinaba el idealismo y el tradicionalismo religioso casi con igual intensidad. El Camino no entrará en la senda de la multiespiritualidad y la multiculturalidad hasta los pasados años noventa como consecuencia de su propia singularidad, pero también de la senda desbrozada por el ideal abierto, hospitalario y renovador de los primeros peregrinos contemporáneos. Las instituciones europeas invitarán desde los años ochenta a recuperar y promover el Camino de Santiago como ejemplo de integración continental.
Es evidente que a principios del siglo XXI el mundo jacobeo sigue viviendo un periodo de esplendor o, al menos, por causas diversas, de relativo esplendor. La pregunta es obvia: ¿sigue formando parte del resurgimiento iniciado en el siglo XIX? Parece no importar tanto una respuesta afirmativa o negativa como el presente y el futuro de lo jacobeo, que todos sepan que hubo un resurgimiento y que obedeció a unas causas determinadas, tanto diversas y cautivadoras como imprevisibles. [MR]
V. redescubrimiento