XacopediaEbro, Camino del

Ruta de peregrinación jacobea en el nordeste de España. Se inicia en la desembocadura del Ebro, sigue su cuenca, río arriba, desde Deltebre o Sant Carles de la Ràpita, ambas en la provincia de Tarragona, y se une al Camino Francés en la ciudad riojana de Logroño, hasta donde recorre 219 kilómetros. Desde Lleida parte sobra una rama que pasa por Fraga, en la provincia de Huesca, se dirige a Pina de Ebro y confluye con los primeros en Quinto de Ebro, ya en la provincia de Zaragoza. Recorre las comunidades autónomas de Cataluña, Aragón, Navarra y La Rioja.

Los principales puntos de partida de la peregrinación a Santiago de Compostela desde tierras catalanas fueron Barcelona y Lleida, por el llamado Camino de Sant Jaume. También había una ruta que salía del Delta del Ebro, en la provincia de Tarragona, desde Deltebre o Sant Carles de la Ràpita, y seguía el curso del río hasta Logroño, donde estos peregrinos se encontraban con los que venían por el Camino Francés y juntos continuaban su viaje piadoso hasta la tumba apostólica que se cobijaba en la catedral compostelana. Esta ruta fue denominada Camino del Ebro.

Aunque el hallazgo o la inventio del sarcófago apostólico que guardaba el cuerpo de Santiago, en el primer cuarto del siglo IX, fue fundamental en el auge del fenómeno de la peregrinación a Compostela, la devoción al santo en el Reino de Aragón está muy ligada a su legendaria evangelización por estas tierras y con la aparición de la Virgen a orillas del río Ebro para darle ánimos al Apóstol en su labor pastoral en la Península Ibérica, en cumplimiento del mandato que había dado Jesús a los apóstoles antes de su Ascensión a los Cielos: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. Así pues, según el Códice Calixtino, Santiago vino a tierra hispana y, mediante la predicación, “enseñó la divina palabra a las gentes que allí vivían y la tenían por patria [...]. Mientras fructificaba entre espinas la pequeña semilla que quería recoger”, regresó a Jerusalén, donde continuó su labor evangelizadora hasta que el rey Herodes Agripa mandó decapitarlo en el año 44.

La llegada de Santiago a la Península Ibérica para evangelizar estas tierras era conocida por la tradición oral. En el siglo VII, Máximo, prelado zaragozano (592-616), escribió la Crónica del obispo Máximo de Zaragoza en la que dice que existe en la ciudad un célebre y sagrado templo dedicado a la Madre de Dios, llamado de la Columna y mandado edificar por el divino Santiago.

En un códice del siglo XIII conservado en la catedral zaragozana, se afirma que Santiago “llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla hasta Aragón, el territorio que se llamaba Celtiberia, donde está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas del Ebro. Allí predicó Santiago muchos días y entre los muchos convertidos eligió como acompañantes a ocho hombres, con los cuales trataba de día del Reino de Dios y, por la noche, recorría las riberas para tomar algún descanso”. Un día que se encontraba pensativo a orillas del Ebro, “oyó voces de ángeles que cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol”. La Virgen le pidió que levantase en ese lugar un templo en su honor y le prometió que permanecería “este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio”. Así lo hizo Santiago, aunque regresó antes de que estuviese terminada la iglesia a su tierra, donde iba a sufrir su martirio.

En la confirmación de privilegios para este templo que ratificó el rey Fernando el Católico (1479-1515) en octubre de 1481 se afirma que lo hace “en atención a la celebridad histórica de la santa capilla construida por Santiago el Mayor a consecuencia de habérsele aparecido la Virgen y a los milagros que allí se obraban”.

En la girola de la catedral de Santiago, en la capilla del Pilar, se representa la aparición de la Virgen sobre una columna ante el Apóstol, que aparece postrado a sus pies, ataviado con los hábitos de peregrino.

Así pues, el culto al apóstol Santiago, difundido primero por la tradición oral y más tarde por la escrita, se habría extendido con anterioridad al descubrimiento de su tumba, no sólo por los reinos hispanos, sino también por Francia, Italia, Inglaterra y toda Europa occidental, pero recibió su consolidación definitiva con el hallazgo de sus restos y la construcción de una basílica donde los cristianos pudieran venerarlos, viajando hasta Santiago por los diversos caminos de peregrinación.

En 1434, primer año santo compostelano documentado de la historia, el canónigo archivero de Zaragoza, Diego de Espés, dice, en su Historia eclesiástica de la ciudad de Çaragoça desde la venida de Jesu Christo, Señor y Redemptor Nuestro, hasta el año de 1575, que “en este propio año huvo en España gran concurso de naciones estrangeras que venían en peregrinacion para visitar el cuerpo sancto de el gloriosso apostol Santiago en la iglessia de Compostella por las indulgencias de un gran jubileo, como cuenta Çurita, y con esta ocassion fue muy frecuentada de estas naciones la sagrada capilla de Nuestra Señora del Pilar de esta ciudad de Çaragoça”.

La mayoría de los peregrinos que partían desde Barcelona seguían el llamado Camino de Sant Jaume, que se unía al Camino Francés en la localidad aragonesa de San Juan de la Peña, muy cerca de Jaca, por la Vía Tolosana hasta Puente la Reina. Sin embargo, otros optaban por desviarse a la altura de Tárrega, en la provincia de Lleida, y se dirigían a la capital. Este fue el caso del príncipe viajero toscano Cosme III de Médicis, que entró en la Península Ibérica por el puerto de Barcelona, pasó por Montserrat y, desde Lleida, se dirigió a Zaragoza siguiendo el Camino del Ebro.

En la Seu Vella de Lleida hay una capilla dedicada al apóstol Santiago, en cuyo programa iconográfico se narra la historia de su martirio y del viaje con sus restos a Galicia. Asimismo, en la ciudad está enclavada la iglesia del Peu del Romeu, que acoge una imagen de Sant Jaume, nombre con el que se conoce a Santiago en tierras catalanas. Una leyenda cuenta que cuando Santiago vino a predicar a la Península Ibérica, mientras caminaba por Lleida, se clavó una espina y, como no podía extraerla del pie porque la oscuridad de la noche se lo impedía, unos ángeles llegaron con unas luminarias que le permitieron quitársela. El 24 de julio, víspera de la festividad del santo, se celebra en Lleida una vigilia en honor a Santiago en la que los niños de la ciudad salen en procesión con unos farolillos, rememorando la venida de los ángeles en auxilio de Santiago. Desde la ciudad de Lleida los peregrinos iban hasta la localidad aragonesa de Pina de Ebro. En Quinto de Ebro se encontraban con los llegados desde el Delta y luego se dirigían juntos a Logroño por el Camino del Ebro. En esta ciudad se unían al Camino Francés.

Una de las pruebas de la presencia de peregrinos que se dirigían a Compostela desde Cataluña, ya en el siglo X o en los primeros años del XI, es la existencia de un rito litúrgico de la peregrinación a Santiago recogido en el códice XLVIII del Misal de Vic, datado en 1038 y conservado en la Biblioteca Capitular de Vic. El rito consistía en la entrega a los peregrinos por parte del obispo del bordón y la escarcela después de darles la bendición. Este mismo rito está recogido en los ceremoniales de Roda y Lleida, también del siglo XI, o en el de Tortosa, en Tarragona, del siglo XIV. El Códice Calixtino (s. XII) asegura que a los peregrinos, cuando se les da el bordón se les dice: “Recibe este báculo, que sea como sustento de la marcha y del trabajo, para el camino de tu peregrinación, para que puedas vencer las catervas del enemigo y llegar seguro a los pies de Santiago, y después de hecho el viaje, volver junto a nosotros con alegría, con la anuencia del mismo Dios, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén [...]. Según el mismo Códice, cuando al peregrino se le entrega el zurrón se le dice: “En nombre de nuestro Señor Jesucristo, recibe este morral, hábito de tu peregrinación, para que castigado y enmendado te apresures en llegar a los pies de Santiago, a donde ansías llegar, y para que después de haber hecho el viaje vuelvas a nuestro lado con gozo, con la ayuda de Dios, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén [...].

Uno de los reyes más hospitalarios con los peregrinos a Santiago que transitaban por el Camino del Ebro fue, sin duda, Pedro IV (1336-1387). La distribución de la almoina [‘limosna’ en catalán] del rey estaba coordinada por fray Guillem Daudé, monje del monasterio de Poblet y era repartida entre los peregrinos a las tres ciudades santas de Roma, Jerusalén y Santiago de Compostela. La entrega de esta almoina está documentada en las localidades de Tortosa, Gandesa y Zaragoza, y en el propio monasterio de Santa María de Poblet, entre otros lugares.

Por otra parte, durante toda la época bajomedieval, los denominados romeus de Sant Jaume procedentes de Cataluña y Aragón, así como los provenientes de Grecia, Italia o de las islas Baleares, de Sicilia, Córcega, Cerdeña o de Chipre, por el mar Mediterráneo, recibían los oportunos salvoconductos que les permitían recorrer el Camino del Ebro con tranquilidad por estas tierras.

Además, a lo largo de toda la ruta son importantes las iglesias dedicadas a Santiago o a Sant Jaume, las representaciones iconográficas del santo o los hospitales de peregrinos situados sobre todo en las ciudades y villas o en los monasterios por los que pasaban los romeus. La iconografía santiaguista que se encuentra en el Camino del Ebro representa al santo en su condición de peregrino o de evangelizador y son escasas las imágenes de Santiago como caballero o matamoros, que hacen referencia a su intercesión en la batalla de Clavijo en favor de las tropas cristianas. Desde el siglo XV, se representa también en esculturas y pinturas la escena de la aparición de la Virgen sobre pilar o columna, a orillas del río Ebro.

En el siglo XVI, el declive de la peregrinación a Santiago afectó también a este camino, pero en estas tierras nunca se perdió la devoción al Apóstol. Un mero ejemplo de ello es la solicitud del obispo de la diócesis ilerdense de una reliquia del santo al Cabildo compostelano y su carta de agradecimiento por la donación en abril de 1755, recogida en el Libro de actas capitulares de 1750-1756, guardado en el Archivo de la Catedral de Santiago.

En las Mocedades del Cid, escritas por Guillén de Castro en el primer cuarto del siglo XVII, se dice que el Campeador, después de conquistar Calahorra, se dirigió a Compostela como peregrino y assí, el que fuese guiado / por el mundo peregrino / ha de buscar el camino / que diga con el estado. En el camino se encontró con San Lázaro, a quien acogió bajo su hospitalidad y en agradecimiento le dijo: Emprende cualquier hazaña / solicita cualquier gloria / pues te ofrece la victoria / el Santo patrón de España. En el Cantar de Mio Cid, del siglo XII, el propio protagonista invocaba a Santiago en la batalla: En el nombre del Criador e d’apostol santi Yague, / feridlos, caballeros, d’amor e de voluntad, / ca yo só Roy Díaz, mio Çid el de Bivar.

Además, en el capítulo LIV de la segunda parte de El Quijote, obra escrita en 1615, se dice que Sancho, cerca de la Ínsula Barataria, en el Camino del Ebro, entre Pedrola y Alcalá de Ebro, “vio que por el camino por donde él iba venían seis peregrinos con sus bordones, de estos extranjeros que piden la limosna cantando, los cuales, en llegando a él, se pusieron en ala, y, levantando las voces todos juntos, comenzaron a cantar en su lengua lo que Sancho no pudo entender, si no fue una palabra que claramente pronunciaba limosna, por donde entendió que era limosna la que en su canto pedían; y como él, según dice Cide Hamete, era caritativo además, sacó de sus alforjas medio pan y medio queso, de que venía proveído, y dióselo, diciéndoles por señas que no tenía otra cosa que darles”.

El Camino del Ebro tiene como punto oficial de partida la desembocadura del río Ebro, en San Carles de la Ràpita, cuyo topónimo hace alusión a la fortaleza ocupada por los monjes benedictinos y que luego sería cedida a los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén, que ejercían labores hospitalarias con los peregrinos que transitaban por el Camino de Santiago y les proporcionaban protección y seguridad. En su iglesia se encuentra una imagen de la Virgen del Pilar, tan importante para este Camino del Ebro. A su puerto llegaban peregrinos procedentes del Mediterráneo; desde allí hasta Santiago de Compostela hay 820 kilómetros, aunque también se podía partir desde Deltebre.

La ruta sigue hasta Amposta, que también dependía de la Orden de San Juan de Jerusalén. En la catedral de Tortosa hay un retablo que representa la Transfiguración de Cristo ante el apóstol Pedro y los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan. Con hermosas vistas del Ebro se camina hasta Xerta, donde se abandona por primera vez la fiel compañía de este río. En Gandesa se encuentra la iglesia románica de la Asunción de María, que hace referencia a la escena en la que la Virgen fue llevada al cielo por los ángeles y que según los Evangelios Apócrifos fue contemplada por Santiago y otros apóstoles. También acoge la capilla de San Martín, que representa muy bien la hospitalidad con los peregrinos, ya que compartió su capa de soldado con un pobre y cuyo cuerpo han de visitar en Tours los peregrinos que se dirijan a Compostela, según recomienda el Códice Calixtino. Es curiosa la escultura de Tàpies en homenaje a los peregrinos. Batea, donde estuvo también la Orden de San Juan, será la última localidad de Cataluña.

Por Fabara, perteneciente a la provincia de Zaragoza, se entra en tierras de Aragón. Aquí se sitúa la iglesia dedicada a San Juan Bautista, cuya cabeza mandaba visitar el Códice Calixtino a los peregrinos del Camino Francés que pasasen por Angély, en las rutas galas.

En Caspe, según la tradición, nació San Indalecio, uno de los siete varones apostólicos que señala el Códice Calixtino como acompañante de Santiago en su labor evangelizadora por la Península Ibérica antes de regresar a Jerusalén, donde encontraría el martirio. El Camino del Ebro llega hasta Escatrón, cuya iglesia guarda un magnífico retablo de alabastro dedicado a la Asunción de María a los Cielos. En el monasterio cisterciense de Rueda, los monjes daban acogida a los peregrinos.

En Sástago hay una iglesia dedicada a la Virgen del Pilar y se celebran fiestas en honor a San Roque. Velilla del Ebro acoge una ermita dedicada a San Nicolás de Bari, cuyo santuario italiano visitaban, según el Códice Calixtino, los peregrinos que desde allí venían por el denominado Camino Francés. Dice la leyenda que cuando la campana de la ermita de San Nicolás de Bari tañe sola en Velilla del Ebro es porque anuncia una desgracia. En Gelsa, los peregrinos eran albergados en su monasterio franciscano. Quinto de Ebro es el lugar de encuentro de los peregrinos procedentes de Lleida, por Fraga y Pina de Ebro, y del Delta, desde Deltebre y Sant Carles de la Ràpita. Desde allí caminarán juntos hasta Logroño, donde se unen al Camino Francés.

Después de pasar por Fuentes de Ebro y por El Burgo de Ebro, se llega a Zaragoza, donde se emplaza la basílica del Pilar. Allí se veneran las imágenes de la Virgen y la Sagrada Columna. Según la tradición, la Virgen se le apareció a Santiago a orillas del Ebro cuando predicaba por estas tierras y le mandó levantar en aquel lugar una iglesia en su honor. Esta tradición, que une las figuras de la Madre de Cristo y de uno de sus discípulos predilectos, Santiago el de Zebedeo, justifica la importancia del Camino del Ebro y la necesidad de hermanar mediante una ruta de peregrinación los santuarios de Zaragoza y Santiago de Compostela. Esta ciudad construyó también, sobre todo entre los siglos XIV y XV, varios hospitales, como el de Santa Marta o el de Santa María del Conde de Luna, que sirvieron de acogida a los numerosos peregrinos que a través de esta ruta se dirigían hacia la tumba jacobea. Además de las imágenes de Santiago y la Virgen, se conservan en la basílica tres sargas pintadas a finales del siglo XV en las que se representan las escenas de la Predicación del apóstol Santiago en España, la Venida de la Virgen en carne mortal a Zaragoza y cuatro milagros atribuidos a la intercesión de la Virgen del Pilar.

Utebo, situado en el Camino a pocos kilómetros de Zaragoza, celebra sus fiestas en honor a Santiago y a Santa Ana, la madre de la Virgen, y su templo parroquial está bajo la advocación de la Asunción de Santa María. Alagón fue reconquistado por Alfonso I el Batallador (1104-1134). En Alcalá de Ebro se encontraba la Ínsula Barataria que Sancho Panza gobernó en la segunda parte de El Quijote. Gallur perteneció a la Orden Templaria de San Juan, que se ocupaba de dar hospitalidad y protección a los peregrinos a Santiago de Compostela. Mallén fue mansión de la calzada romana que iba de Tarraco a Astúrica, por cuyo recorrido transcurre la mayor parte de este Camino del Ebro. Perteneció también a los templarios sanjuanistas que cuidaban de los peregrinos. Es la última villa aragonesa del Camino del Ebro y tiene una iglesia dedicada a la Virgen del Puy, de claras reminiscencias jacobeas.

Por Mallén entran los peregrinos en la comunidad foral de Navarra, pasan por el castillo de los duques de Miranda, en Cortes, y llegan a Tudela, el principal núcleo de población navarro recorrido por el Camino del Ebro, donde hay que visitar su catedral y las iglesias de San Nicolás de Bari y María Magdalena. El Códice Calixtino habla ya de Bari y de Limoges, donde se veneran los restos de la pecadora arrepentida, como algunos de los centros de peregrinación que visitan los que acaban en el Camino Francés. En Tudela concluye el breve paso por Navarra de esta ruta. Allí murió Sancho VII de Navarra (1194-1234), que participó junto a otros reyes cristianos y caballeros de las órdenes de Santiago, de Calatrava, del Temple y de San Juan de Jerusalén en la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212.

Alfaro, llave de Castilla por su situación estratégica -en su escudo tiene un castillo y una llave de plata-, recibe en Aragón a los peregrinos a Compostela por el Camino del Ebro. Además de su iglesia de San Miguel, alberga las ermitas de San Roque y del Pilar, advocaciones de gran arraigo jacobeo. Ya cerca se encuentra Calahorra, desde donde dicen que el Cid Campeador peregrinó hasta Compostela. En esta ciudad riojana, el rey Ramiro I instituyó el Voto de Santiago después de la supuesta intercesión del santo en favor de las tropas cristianas en la batalla de Clavijo.

Por Alcanadre y Agoncillo los peregrinos de esta ruta se unen en Logroño a los del Camino Francés. Se dice en el Códice Calixtino que “por Logroño pasa un río enorme llamado Ebro, de saludables aguas y abundantes peces”, que contrasta con los ríos encontrados desde Estella-Lizarra a través del Camino Francés, de los que dice que “son malsanos para beber hombres y bestias, y sus peces lo son para comerlos”.

En Sant Carles de la Ràpita, desde donde parten los peregrinos a Santiago de Compostela por el Camino del Ebro, se localizó, en el año 1964, en la cueva del Tendo, la única pintura paleolítica de Cataluña.

La ciudad de Tortosa estaba protegida por el castillo de Sant Joan, también llamado de la Zuda, en recuerdo de su pasado musulmán. En 1148 fue recuperado por los cristianos y estos lo cedieron a la Orden del Temple, que tenía encomendada la misión de defender a los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela a través de las diferentes rutas jacobeas. A finales del siglo XIII fue reconvertido en palacio real y en la actualidad forma parte de la red de paradores nacionales; mezcla en su estructura y decoración elementos del románico y del gótico catalán. La catedral gótica de Santa María de Tortosa acoge varios retablos de calidad, entre los que destaca por su contenido jacobeo el de la Transfiguración de Jesús ante sus discípulos predilectos: Santiago, su hermano Juan y Pedro. Asimismo, en el Tesoro de este templo se guarda un busto relicario del apóstol Santiago, tocado con un sombrero de ala ancha que tiene esculpida en el centro una concha de vieira a la que acompañan, a los lados, el bordón de peregrino y la espada del martirio. Está vestido con una esclavina adornada por dos conchas de vieira.

Junto a la catedral pueden contemplarse el palacio episcopal, gótico, y los restos del viejo, románico. Aunque el paso del tiempo destruyó algunos de sus palacios, todavía se conservan los de Montagut, Despuig, Oriol, Capmany y Oliver de Boteller. Por su parte, el convento de Santa Clara conserva restos de su claustro gótico y de la iglesia, que había pertenecido a los caballeros de la Orden del Temple.

En las afueras de Xerta se puede visitar la villa del Retiro, de estilo modernista, diseñada por el maestro de Gaudí, Joseph Fontseré. En Gandesa se encuentran la iglesia románica de la Asunción y el palacio del Castellano. Desde el punto de vista artístico, los monumentos más destacados de Fabara son el mausoleo romano de Lucio Emilio Lupo y la iglesia gótica de San Juan Bautista. Caspe conserva como huella de su pasado jacobeo la colegiata románica de Santa María la Mayor del Pilar, que acoge en el parteluz del pórtico de su fachada una imagen de la Virgen con el Niño subida sobre una columna, la ermita de la Magdalena, cuyo cuerpo se mandaba visitar en el Códice Calixtino a los peregrinos del Camino Francés en Vézelay, o el convento de San Francisco, que proporcionaba albergue, alimento y atención médica, si fuese necesario, a los peregrinos.

La iglesia de la Asunción de Escatrón acoge en su altar mayor, desde el siglo XIX, el magnífico retablo renacentista de alabastro que tiene como tema principal la Asunción de la Virgen María a los Cielos y fue traído desde el monasterio de Rueda, llamado así en alusión a la gran rueda que llevaba el agua del río Ebro al cenobio.

Después de unirse a los peregrinos procedentes de Lleida en Quinto de Ebro, los caminantes se dirigen a Zaragoza, la ciudad más importante del Camino del Ebro. Según la tradición, la iglesia primitiva de la ciudad fue construida por mandato del propio apóstol Santiago en recuerdo de la aparición de la Virgen sobre el Pilar, a orillas del Ebro, por lo que fue considerada como el primer templo mariano de la cristiandad. Primero se levantó sobre ella una iglesia románica en el siglo XII, luego una gótica concluida en el XVI y, finalmente, se erigió la actual basílica barroca de Nuestra Señora del Pilar, que acoge en su interior la santa capilla de la Virgen y su imagen sobre la columna. Junto a la Virgen están representados Santiago y sus siete discípulos, a los que se les aparece y dirige su mirada hacia ellos. La capilla de Santiago, en el interior de la basílica, acoge una imagen del Apóstol del siglo XIX.

La catedral del Salvador (conocida como La Seo de Zaragoza) fue construida sobre una antigua mezquita después de la conquista de la ciudad en el año 1118 por Alfonso I el Batallador. En un primer momento se alzó un templo románico, que luego iría incorporando elementos góticos y barrocos. En la capilla de Santiago el Mayor de la seo zaragozana, que combina los estilos renacentista y barroco, se disponen las figuras de Santiago, San Roque, San Sebastián y Santo Domingo de la Calzada, muy relacionados con las peregrinaciones a Santiago de Compostela. Las paredes están decoradas con pinturas en las que se representan las escenas de la Aparición de la Virgen del Pilar, el Martirio de Santiago y la batalla de Clavijo.

Otros monumentos destacados de la ciudad son el palacio de Aljafería (s. XI), la hermosa iglesia de la Asunción de Utebo, que combina el gótico mudéjar de su impresionante torre de los Espejos con el barroco, y la torre de Alagón, también de estilo gótico mudéjar.

La catedral de Tudela, construida sobre una antigua mezquita, presenta sobre todo elementos del románico en sus pórticos y en su estatua de la Virgen Blanca, pero también del gótico en sus retablos y del renacimiento en su torre. En su interior acoge la capilla de San Juan Evangelista, el hermano de Santiago el Mayor. Buenas muestras del románico en Tudela son también la iglesias de Santa María Magdalena y el tímpano de la de San Nicolás, cuyas advocaciones están fuertemente vinculadas a los caminos de Santiago.

La colegiata de San Miguel de Alfaro tiene una espectacular escalinata que da acceso a su fachada renacentista escoltada por dos torres casi gemelas, que acogen frecuentemente nidos de cigüeñas.

La catedral de Calahorra está emplazada en el lugar donde sufrieron martirio los soldados romanos Emeterio y Celedonio por ser seguidores de Jesús cuando se declaró la persecución contra los cristianos. El templo visigótico fue destruido por los musulmanes en el siglo VIII. Cuando García reconquistó la ciudad en 1045, mandó levantar un templo románico aunque en la actualidad predominan los elementos góticos, renacentistas y barrocos. La iglesia neoclásica de Santiago de Calahorra tiene su retablo mayor, de estilo barroco, dedicado al apóstol que le da nombre. La iglesia de San Francisco, también de reminiscencias jacobeas, tiene una interesante fachada barroca.

El Camino del Ebro se une al Francés en Logroño, donde San Juan de Ortega, discípulo de Santo Domingo, continuó la obra de su maestro en beneficio del Camino de Santiago y construyó el puente que lleva su nombre. También acoge la iglesia de Santiago, con su impresionante fachada barroca, que alberga la imagen del matamoros, y su magnífico retablo, presidido por Santiago peregrino, donde se representan varias escenas de la vida del Apóstol. La catedral gótica de Santa María y su vecino palacio episcopal son otros elementos arquitectónicos destacables de la ciudad.

El Camino del Ebro, como el resto de las rutas jacobeas, está viviendo un nuevo renacer desde los años finales del siglo XX. El peso de su historia y de los caminantes que lo recorrieron, la riqueza de su patrimonio artístico, natural, cultural y religioso, así como la concordia y el atractivo espiritual que siempre lo han caracterizado, hacen que sea considerado como un lugar de encuentro de especial valor. Además, a él se han incorporado en los últimos años peregrinos que no están movidos por su significado religioso, sino que van a Compostela recorriendo la Ruta Jacobea para disfrutar de su paisaje, gastronomía, patrimonio, del intercambio de culturas que allí se vive o simplemente en busca de la paz espiritual que proporciona el dejar de lado por unos días la vida cotidiana.

Después de 2010 afrontará, como todos los demás caminos de Santiago, el reto de enfrentarse a un período de once años consecutivos sin que se celebre un año santo. [JS]


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