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Es el estilo artístico más directamente asociado con el Camino de Santiago, al haberse desarrollado de modo significativo a lo largo de los caminos de peregrinación durante los siglos XI y XII, época áurea para las peregrinaciones jacobeas. La arquitectura románica francesa e hispana, construida en las rutas de peregrinación, tenía como finalidad dar servicio religioso a ciudades, pequeños pueblos, aldeas y comunidades monásticas del mundo rural. Gran parte de estos edificios conservaban en sus criptas y/o altares reliquias de santos que potenciaban la sacralidad de los itinerarios de peregrinación. Con la introducción de la Orden de Cluny en los reinos hispano-cristianos los monjes propiciaron la construcción de nuevas iglesias, como corazón de cada abadía, núcleo aglutinador de esfuerzos espirituales y culturales que servían de estímulo a las comunidades de campesinos del entorno y a los peregrinos que acudían a la hospitalaria puerta del monasterio, solicitando consuelo espiritual, algo de manutención y un lecho al que acogerse.
A fines del siglo XI las búsquedas y ensayos de varias generaciones de maestros de obras quedaron cristalizados en una tipología arquitectónica que dio lugar a un selecto grupo de edificios que floreció en los caminos de Santiago de Francia y en la propia Compostela. Estos templos románicos conocidos con el nombre de iglesias de peregrinación tienen en común el mismo tipo de planta y presentan semejanzas estilísticas en alzado y en sistema de cubiertas. Cada uno de ellos está ubicado en alguno de los caminos descritos hacia 1135 en el libro V del Calixtino: en la Vía Turonense se encuentra la colegiata de San Martín de Tours, en la Vía Lemosina estaba la abacial benedictina de San Marcial de Limoges -demolida en el siglo XVIII-, en el Camino de Le Puy se construyó la también abacial benedictina de Santa Fe de Conques y en la Vía Tolosana, la colegiata de Saint-Sernin de Toulouse. El ejemplo más perfecto de este grupo de edificios es la catedral de Santiago de Compostela, levantada al mismo tiempo que Saint-Sernin.
Estos templos románicos de los caminos de Santiago tenían otra particularidad en común, el poseer reliquias meritorias que suscitaban la devoción de los peregrinos y que acrecentaban, en el imaginario colectivo occidental, el poder mirífico de las rutas de peregrinación. En la misma época en la que se estaban construyendo estas iglesias se levantaban otros templos románicos en el Camino Francés que estaba formalizando la vertebración de los reinos cristianos peninsulares, en concreto una serie de edificios religiosos -las catedrales románicas de Jaca, Pamplona y León, el monasterio de Sahagún, San Martín de Frómista, la colegiata de San Isidoro de León, etc.-, además de edificios civiles, como el palacio de los reyes de Navarra (Estella) o el palacio episcopal de Santiago de Compostela.
Las características arquitectónicas comunes de estos templos -planta basilical de una, tres o cinco naves, gruesos muros atados por contrafuertes, bóvedas de cañón en naves y de cuarto de esfera en los ábsides- no son únicamente propias de las iglesias de peregrinación, pues el estilo románico fue un arte europeo muy difundido, con rasgos propios de cada región, pero con una base estilística igual para todo Occidente. El Camino de Santiago auspició la creación de un espacio de culto y cultura, en el que fueron frecuentes las interrelaciones artísticas y las influencias transfronterizas entre los distintos centros de creación. Al final de las rutas jacobeas, Compostela destelló como faro de la cultura artística e intelectual del siglo XII.
A lo largo de los caminos de peregrinaje se difundieron modelos y técnicas que dieron lugar a una creatividad artística incentivada por las innovaciones de la Reforma gregoriana, así como la renovada cultura monástica cluniacense, plenamente instalada en ciudades y campos de la España cristiana: en Castilla y León, en el período coincidente con el reinado de Alfonso VI (1072-1109); y en Aragón y Navarra, en la época de su contemporáneo Sancho Ramírez (1063-94).
La cultura románica tiene en Compostela y en Diego Gelmírez (1100-1140) unos referentes de prestigio. La ciudad apostólica y su primer arzobispo protagonizaron una suerte de fiebre creativa que alcanzó al urbanismo de la ciudad, con la creación de nuevos edificios como la propia catedral, el palacio y el hospital, varias iglesias y monasterios y una serie de servicios públicos, como la traída de aguas y la construcción de una gran fuente pública ante la fachada norte de la basílica jacobea. Una creatividad muy vivida en el seno de los talleres catedralicios -el campo de la escultura monumental desarrollado en las portadas del transepto es un caso paradigmático- y en su entorno intelectual inmediato, con el impulso dado a textos clave para la promoción jacobea, como la creación de los cinco libros del Liber Sancti Iacobi, la composición de la Historia Compostelana y la compilación, en el llamado Tumbo A, de los privilegios reales que había obtenido la catedral y la sede apostólica a lo largo de su historia.
La estética románica desarrolló en las portadas esculturadas de la catedral de Santiago un concepto de unidad basado en la suma de espacios decorativo-simbólicos autónomos, concebidos con la armonía de saberse parte de un programa coherente, capaz de plasmar en imágenes una síntesis de la historia del género humano. De este modo, en la portada norte, final del Camino Francés, se exponía la caída de la humanidad -pecado original de Adán y Eva- y el anuncio de la Redención, representada en la portada sur -As Praterías- con su dedicación al Nacimiento y Pasión de Cristo. Como cierre perfecto de este programa público, en la portada occidental -Pórtico de la Gloria-, la cultura del siglo XII, en sus años finales, reformuló con una estética ecléctica, rica y original, el Juicio Final y la Gloria de la Jerusalén Celeste.
Además de la arquitectura y de las artes visuales, el siglo XII destaca por ser una época de renacimiento cultural en diversos órdenes, en especial en aquellos centros de creatividad ligados a universidades, escuelas catedralicias, grandes monasterios, capitales regias o ciudades de peregrinación. En ese contexto Compostela sobresale como lugar privilegiado donde se le rinde culto al apóstol Santiago, meta de un peregrinaje internacional cada vez más prestigiado y foco de creación e irradiación de cultura. En esta ciudad periférica pero perfectamente centrada en la construcción de la cultura occidental, se entiende mejor que en otras que las creaciones artísticas románicas son expresión de una reflexión intelectual profunda, en la que tienen cabida la historia, la teología, la liturgia, la literatura, el arte y la música.
Desde el punto de vista historiográfico hay que resaltar la redacción de la Historia Compostelana, una obra concebida poco después de 1100 por Diego Gelmírez o por un clérigo de su entorno. En este texto se recogen los hechos gelmirianos y se compilan los derechos y posesiones de la Iglesia compostelana, de modo que posee el valor de ser una fuente documental de primer orden, imprescindible para conocer el desarrollo del santuario jacobeo desde sus orígenes hasta el siglo XII, así como el engrandecimiento de la Iglesia de Santiago, la historia de los reinos hispano-cristianos de su época y diversos detalles significativos de la promoción de la peregrinación a Santiago.
Los tres libros que componen esta Historia poseen información y documentación abundante, dando buena cuenta de la actividad política, diplomática, legislativa, defensiva y edilicia que desplegó Gelmírez en su empeño de promoción del culto apostólico y en la mejora de la organización del santuario apostólico. A Munio Alfonso, a Giraldo de Beauvais, a Pedro Marcio y a los demás redactores y compiladores que trabajaron en la versión definitiva del texto hay que agradecerles el esfuerzo de documentación y escritura que realizaron para dejar fijado un fresco tan rico de la época románica.
El Codex Calixtinus es la otra gran obra textual de la cultura románica jacobea y puede ser considerada sin esfuerzo como una de las cimas creativas de la Europa medieval, salida del rico caldo de cultivo en el que se convirtió la Compostela del siglo XII. Para la creación del célebre códice se dieron cita teólogos, escritores, músicos y miniaturistas, animados por el afán organizador de Gelmírez, con el único propósito de formular un instrumento eficaz para la promoción del culto al apóstol y de la peregrinación. Como resultado final, en esta compilación se pudo reunir la expresión más exquisita y completa de la liturgia, la devoción, el arte y la música emanados del hecho jacobeo.
Con la creación del Liber Sancti Iacobi y la difusión de sus copias por media Europa, la Iglesia de Santiago potenció el culto a Santiago el Mayor y la peregrinación a su santuario, entendida como el gran acontecimiento de la Europa románica. Su composición se iniciaría hacia 1130, y la mayor parte de los cinco libros se realizó en los años finales del episcopado de Gelmírez, es decir, entre 1135 y 1140. El trabajo continuó en años posteriores a la muerte del arzobispo; la versión final se logró entre 1150 y 1160. En la década de 1170 se añadieron unos apéndices con himnos y poemas, acompañados de su notación musical.
A partir del texto original, entre 1172 y 1657 se hicieron varias copias para diversos lugares de Europa, en un esfuerzo que significó el principal proceso de transmisión textual projacobea de la historia. De esta suerte, el Liber se consagró como un instrumento cultural, litúrgico y hagiográfico dirigido a prestigiar la sede apostólica y metropolitana de Santiago. El principal objetivo del códice era, en definitiva, lograr una obra ambiciosa que recogiese todos los datos sobre el culto jacobeo, la historia y milagros del Apóstol, el relato de la creación de la ruta de peregrinación y la descripción de una especie de guía práctica del Camino con abundantes datos y consejos útiles.
La música de la era románica desarrolla en el Calixtino un apartado especialmente relevante, fruto del protagonismo cultural que en el siglo XII lidera Compostela. La polifonía comenzó a gestarse en la ciudad del apóstol tras dos siglos de búsquedas en las principales capillas musicales francesas. La música del Liber Sancti Iacobi está recogida en una colección de veintiuna piezas que representan los primeros ejemplos de polifonía occidental con verdadera calidad artística. Algunas de estas polifonías son una primicia, como el conductus Congau-deant catholici, la primera composición musical a tres voces, o el Dum pater familias del folio 193, el canto de peregrinación más antiguo conocido.
Estas obras musicales están resueltas con una técnica polifónica de vanguardia, puesto que sus piezas son continuadoras de las tendencias artísticas de la capilla musical de Nôtre-Dame de París, la más avanzada de su época. Como rasgo diferenciador con respecto al foco francés, la música del Liber se expresa a través de una notación musical totalmente nueva y diferente, aspecto que sugiere la aparición de una estructuración rítmica concreta. Esta música compostelana constituye, en definitiva, un conjunto maduro y único de piezas polifónicas. Sus autores serían músicos franceses que trabajaban en el scriptorium catedralicio compostelano. Por su cronología y características formales y estilísticas hay que destacar, una vez más, que se trata de las primeras polifonías musicales de Europa, lo que indica el elevado grado de integración interregional que supuso el Camino de Santiago durante el siglo XII y el cosmopolitismo creativo de la Compostela románica. [FS]


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