XacopediaMonte do Gozo

En español, Monte del Gozo; en francés, Montjoie, de donde deriva el término gallego Monxoi, también utilizado para referirse a este lugar. Se trata de una colina (380 m) situada en el Camino Francés, apenas 5 km antes de la meta en Santiago de Compostela. Aquí los peregrinos de esta ruta, en la que confluyen el Camino del Norte y el Primitivo, divisaban por primera vez la ciudad de Santiago y su catedral. Era -y sigue siendo- un momento de gran felicidad. De ahí el origen del topónimo.

Recibe el nombre de Monte do Gozo desde la Edad Media, con la consolidación de las peregrinaciones ultrapirenaicas. El Codex Calixtinus (s. XII) ya lo cita en latín como Mons Gaudii [Monte do Gozo] y los peregrinos franceses se referían a él, en el mismo sentido, como Montjoie, topónimo de gran tradición jacobea. Otros santuarios famosos, como Jerusalén, Roma y Oviedo, disponían también de sus Mons Gaudii desde los que los peregrinos divisaban por vez primera el lugar sagrado.

Ahora, como antaño, se alcanza el Monte do Gozo tras atravesar la inmediata aldea de San Marcos, con una disposición lineal de sus casas que habla a las claras de una vinculación caminera. La pequeña y sencilla capilla de San Marcos marca el acceso al monte, que sufrió modificaciones desde la Edad Media, por lo que es difícil precisar cuál era el lugar exacto desde el que se divisaban por vez primera las torres de la catedral. Actualmente ese punto es el mirador del monte, identificable por dos esculturas de peregrinos históricos allí colocadas en el Año Santo de 1993, realizadas por el escultor gallego Acuña.

Las primeras menciones de este lugar se remontan al siglo XII. Se le identifica con una capilla para el culto, en el lugar ocupado por la actual de San Marcos y surgida, sin duda, para facilitar la oración de los peregrinos recién llegados, y con uno de los milagros de Santiago más difundidos del Codex Calixtinus, al ser recogido en la exitosa recopilación de vida de santos de la Leyenda dorada (s. XIII) y por artistas como Juan de Orvieto, que en 1441 lo reproduce en la iglesia romana de Araceli.

Es el milagro protagonizado, en 1080, por veinte caballeros de Lorena (Francia), que ante las penalidades del Camino se juran protección mutua. Sin embargo, uno de ellos cae enfermo y es abandonado en los Pirineos por todos los compañeros, excepto uno. Tras fallecer, Santiago lo transporta milagrosamente a caballo, al Monte do Gozo. El Apóstol pidió al caballero que había permanecido con el muerto, a quien también lleva consigo en el milagroso viaje hasta el monte, que comunicase a los demás, al llegar, lo inútil que resultaba la peregrinación que estaban realizando. Era, por tanto, el Monte do Gozo un lugar con una connotación singular ya en los siglos XI y XII.

Son varios los relatos que recogen el momento de la llegada al monte, pero ninguno lo ha hecho con el detenimiento y la emoción que se advierten en la famosa descripción del peregrino italiano Domenico Laffi (s. XVII), embargado por la felicidad y la emoción: “Llegamos a la cima de una colina llamada Monte do Gozo, desde donde contemplamos la tan deseada ciudad de Santiago, a media legua de distancia. Al verla, caímos de rodillas y comenzamos a llorar de alegría y a cantar el Te Deum. Pero no pudimos recitar más de dos o tres versos porque la gran cantidad de lágrimas vertidas por nuestros ojos no nos dejaba articular palabra. La emoción que estremecía nuestros corazones y los continuos sollozos nos obligaban a detener el canto, hasta que por fin desahogados por el llanto, que poco a poco fue cediendo, volvimos a entonar el comenzado Te Deum y de este modo, cantando, hicimos el descenso hasta la ciudad, que es hermosa y grande y siempre en obras; terminado el burgo, llegamos a la puerta.”

Eran muchos los peregrinos que decidían hacer descalzos los 5 km que faltaban hasta la catedral. Los que iban a caballo descabalgaban y hacían a pie este último tramo. Resultaba un gesto de respeto y agradecimiento y de contenida expresión de la alegría por la inminente llegada.

Se ha afirmado en alguna ocasión que pudo ser hacia el siglo XIII cuando surgió la costumbre de considerar “rey” de la peregrinación a la persona del grupo que lograba alcanzar en primera posición este pequeño promontorio. Es fácil imaginar hoy el gozo que debían experimentar los peregrinos de la Edad Media al llegar a este monte después del largo viaje. Su inmediata visión excitaba el ánimo al límite, después de tantos días de penalidades y emoción contenida. Este momento de la llegada y el afán por descubrir cuanto antes las torres de la catedral y la propia ciudad aparece en algunas canciones, como en versiones de la famosa Grande Chanson francesa (s. XVII).

El peregrino Guillaume Manier, en el siglo XVIII, cuenta como sus amigos lo reconocen como rey tras ser el primero en descubrir las torres de la catedral: “Al verlas lancé mi sombrero al aire haciendo saber a mis compañeros, que venían detrás, que había visto el campanario [de la catedral]. Todos, al llegar junto a mi, reconocieron que yo era el rey.”

Se ha afirmado -aunque el tema está en discusión- que a este peregrino se le concedían determinados privilegios, como la posibilidad de poder incorporar la distinción a su nombre. Esta costumbre estaría en el origen de apellidos como Roi, Roy, Leroi o Rey, pero parece una afirmación atrevida en exceso. Si bien es cierto que pudo darse el caso de que algún peregrino incorporase este título simbólico a sus apellidos, dada la carga emocional que representaba, lo cierto es que no hay pruebas firmes que lo demuestren. Los franceses Denise Péricard-Méa y Louis Mollaret atribuyen esta extendida idea a la influencia de autores contemporáneos como Pierre Barret y Jean N. Gurgand, pero añaden que estos apellidos, fijados ya en la Edad Media, tienen orígenes y motivos diversos.

Hoy esta costumbre se ha perdido, aunque la practican algunos peregrinos como una simple diversión no exenta de emotividad. El historiador y escritor Antón Pombo propone una versión moderna en su popular guía del Camino Francés: “Cuando veáis las primeras casas de San Marcos, los que vayáis en grupo, podéis acelerar la marcha para poco después, en frenética carrera, luchar por ser los primeros en ver las torres de la catedral. Aquel que lo consiga, será nombrado rey de la peregrinación por sus compañeros, quienes, una vez en Santiago, darán testimonio de esto firmando la compostela del afortunado.”

Por ser el lugar donde el peregrino cumplía el último rito de paso antes de entrar en la catedral, el Monte do Gozo, contó con un gran milladoiro [humilladero], hoy lamentablemente desaparecido. Con el de la Cruz de Ferro, a la entrada del Camino en el Bierzo, que sí ha logrado sobrevivir, era el más relevante del Camino Francés. Se cree que contaba con una cruz en su cima, al menos durante algún momento de su existencia. Es en la Historia Compostelana (s. XII) donde se encuentra la primera referencia, en tanto que el primer peregrino en citarlo es un anónimo inglés de finales del siglo XIV. Dice que hay “muchas piedras y cuatro pilares de piedra de gran altura y pueden ganarse cien días de perdón”.

En el siglo XV lo cita el alemán Hermann Künig von Vach en su guía (1495). Destaca la alegría que el lugar produce en los peregrinos y afirma que en la cumbre hay una cruz y a su lado “un gran montón de piedras”.

Sobre este milladoiro habla también Domenico Laffi, quien indica que ante él repetían los peregrinos el rito de la acción de gracias. Esta costumbre lleva a afirmar al historiador Fernando López Alsina que fue el único de los milladoiros que anunciaban la inmediatez de Santiago en sus antiguos caminos de acceso que se transmutó en humilladero, si hacemos la distinción entre el rito ancestral litolátrico de depositar un guijarro en estos puntos emblemáticos del Camino como señal indicadora y simbología de la llegada -el posible milladoiro original compostelano- y el hecho de orar devotamente bajando la cabeza, de rodillas en señal de acción de gracias, de donde procede en gran medida el término humilladero. López Alsina afirma que el milladoiro/humilladero del Monte do Gozo estaría en las inmediaciones de la actual capilla de San Marcos.

En el entorno de la ciudad de Santiago se constatan este tipo de monumentos desde el siglo IX, al igual que en las principales vías de acceso a la ciudad, a medio camino entre la obra del espíritu, la primera visión de la ciudad sagrada y la necesidad de señalización de límites. Existieron en las vías medievales de acceso procedentes de Aríns, Iria Flavia -se conservó el nombre del lugar en la actual población de O Milladoiro-, Logrosa, Sigüeiro y Lugo -Monte do Gozo-. En este sentido, López Alsina estima que este último fue el que adquirió un valor más trascendente: “Por él llegaba a Santiago la gran peregrinación occidental y era justamente allí donde el peregrino adquiría el convencimiento de que finalmente alcanzaría la meta soñada.”

Toda esta carga espiritual y emocional hizo que en el apartado lugar del Monte do Gozo compostelano fuese posible ganar indulgencias, como ya afirma Purchas, el anónimo peregrino inglés del siglo XIV.

Atendiendo también a las razones expuestas, fue escogido para que el papa Juan Pablo II celebrase los actos centrales del Encuentro Mundial con la Juventud de 1989, uno de los acontecimientos que más difundieron la imagen de Santiago en el mundo actual.

En 1992, a las puertas del Año Santo compostelano de 1993, gran parte de los terrenos del Monte do Gozo se destinaron a un complejo recreativo y de acogida a los peregrinos promovido por el Gobierno autonómico gallego. El proyecto contó con las protestas de ciertos colectivos del Camino que veían en él una traición al sentido histórico del lugar. El complejo lo preside, en la cumbre principal, situada en las inmediaciones de la capilla, un monumento de cerámica, acero y piedra, tampoco exento de polémica en sus primeros tiempos. Lo realizó en 1992-1993 la artista brasileña Yolanda d’Absburg.

Entre amplias zonas verdes, los 60.000 m2 urbanizados dan cabida al principal grupo de edificios residenciales y de servicios para peregrinos de Santiago, con 800 plazas. Dispone también de un camping, del Centro de Pastoral Juvenil Juan Pablo II y de un auditorio al aire libre. [MR]

V. Humilladero / San Marcos, capilla de


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