La artesanía basada en la piedra de azabache es la más característica del mundo jacobeo compostelano. No se conoce con certeza como se convirtió, junto con las labores en plata, en la de mayor éxito entre los peregrinos de la ciudad. Están pendientes estudios más amplios sobre la expansión de esta artesanía adquirida en Santiago por los peregrinos, pero lo cierto es que se extendió por gran parte del continente europeo, en un proceso de difusión semejante al producido con las conchas de vieira, adquiridas en masa por los llegados a la meta compostelana.
Quizá se deba este éxito a las propiedades mágicas concedidas desde antiguo a este lignito compacto y escaso, de intenso color negro y de un espléndido, elegante y siempre misterioso brillo una vez pulido. San Isidoro (s. VII) hablaba de sus bondades protectoras. También ayudó a que Santiago se convirtiera en el gran centro histórico de esta artesanía el hecho de que las escasas minas donde se obtenía este mineral estaban en Asturias, relativamente cerca de la ciudad. Era además una materia prima de gran calidad y finura y menos costosa que los metales preciosos.
Ya en el siglo XIII estaba la artesanía del azabache asentada en la ciudad. Figuras con la forma de la concha de vieira y esculturas representando a Santiago con el atuendo tradicional de peregrino resultaban los motivos con más éxito, seguidos, avanzando el tiempo, del Santiago matamoros, en este caso destinado a los peregrinos españoles, y los rosarios con iconografía alusiva.
Tenía también gran acogida -y la sigue teniendo como souvenir- un amuleto contra el mal de ojo ampliamente difundido en Europa durante siglos. Nos referimos a la higa, una escultura de tamaño variable en forma de puño con el dedo pulgar situado debajo del índice que se utilizaba sobre todo para -con la ayuda de Santiago- proteger a los niños del mal de ojo.
El de los azabacheros, nacido en el siglo XIV, fue quizá, junto con el de los cambiadores, el más poderoso y pujante gremio artesanal compostelano centrado en la atención a las necesidades y demandas de los peregrinos. Resulta ser también uno de los más activos, llegando a contar con varios cientos de profesionales y aprendices en los momentos de mayor pujanza, en los siglos XV, XVI y parte del XVII. Se agrupaban en torno a la Cofradía de Santa María, cuya existencia se constata desde 1410.
El nivel de calidades, y por lo tanto su precio, según se tratara de una u otra piedra de azabache era notable, lo que permitía dar respuesta a todo tipo de demandas y disponibilidades. A veces las piezas se engastaban en plata y se adaptaban como colgantes e insignias, pero esto se dio sobre todo en los últimos siglos, en los que plateros y azabacheros unieron su actividad.
El éxito de esta artesanía habla a las claras del notable poder adquisitivo de muchos de los peregrinos que visitaban la ciudad, ya que el precio de las manufacturas azabacheras de calidad era elevado, tanto por el coste de esta piedra como por la dificultad de su tallado y pulido. Fue así como en el siglo XVIII, ante la gran disminución de peregrinos, sobre todo de origen extranjero, esta industria entró en decadencia, dejando en un segundo plano los motivos jacobeos y abriendo el camino a otros productos, como los collares, pendientes, etc.
La producción y venta de las manufacturas en azabache se concentraba en la plaza y rúa da Azabachería o Acibechería -sigue conservando esta denominación- lugares centrales de la actividad de los peregrinos históricos.
La artesanía en muchos momentos sublime del azabache compostelano tuvo repercusión en otros puntos de las Rutas Jacobeas, especialmente en ciudades próximas a las minas donde se obtenía. Destaca León, que conserva viva la memoria de la calle de la Azabachería, donde se concentraba esta actividad, en parte vinculada al mundo jacobeo. También Oviedo, meta y lugar de paso de peregrinos, cuenta con una vieja tradición.
El número de profesionales compostelanos que mantienen viva esta histórica artesanía es reducido. Quedan en activo apenas una decena de maestros, que además tienen que enfrentarse a un grave problema: la minería del excepcional azabache asturiano muestra síntomas de agotamiento. A cambio, está muy vivo y presente por tiendas de toda la zona histórica el azabache de factura industrial y de origen más impreciso: presenta una menor calidad, según determinados expertos, pero ofrece precios al alcance de casi cualquier bolsillo.
Las más clásicas producciones de inspiración jacobea, que renacieron en el siglo XX con el propio resurgimiento de la peregrinación, vuelven a competir con el gran éxito de ventas de otros productos en plata y azabache -pendientes, collares, sortijas, etc.- también característicos de la que fue y es la capital mundial de la artesanía en azabache. Las tradicionales conchas de vieira, la imagen de Santiago peregrino y las higas más depuradas son la gran referencia de la artesanía del azabache para los peregrinos y turistas más informados y con mayor poder adquisitivo. El mejor azabache compostelano sigue procediendo de Asturias, pero debido a su escasez también se importa, como decimos, de otras zonas del mundo -hay minas en Estados Unidos, Turquía, Alemania, etc.- donde se localiza casi siempre en pequeñas cantidades.
El Museo de Pontevedra posee la mayor colección del mundo de azabaches históricos compostelanos, con más de trescientas piezas. Hay también significativas muestras en otros museos españoles y europeos.
En Santiago es posible observar verdaderas obras de arte de la producción histórica azabachera en el Museo de las Peregrinaciones, con una amplia y reveladora colección, y en varias tiendas artesanas, entre las que destaca la del Museo del Azabache, en la plaza de Cervantes. [MR]