El 23 de octubre de 1987 los Caminos de Santiago fueron declarados, por el Consejo de Europa, primer Itinerario Cultural Europeo, durante una ceremonia que logró gran impacto internacional. El acto oficial, que se celebró en Santiago de Compostela, tuvo lugar bajo la presidencia del entonces príncipe reinante de Liechtenstein -a la cabeza, en esos momentos del Comité de Ministros de esta organización europea- con asistencia de ministros (Javier Solana, ministro de Cultura a la sazón participó en nombre del Reino de España) y parlamentarios de diferentes Estados europeos y de asociaciones de peregrinos y amigos del Camino.
Parte de la ceremonia se celebró en la catedral, donde tuvo lugar la Ofrenda al Apóstol Santiago en el marco de un acto académico; parte en la plaza de O Obradoiro donde se descubrió una placa conmemorativa de este lanzamiento y, finalmente, en el Hostal de los Reyes Católicos, donde el secretario general del Consejo de Europa, el español Marcelino Oreja Aguirre, leyó la denominada Declaración de Santiago de Compostela, que proponía oficialmente los Caminos de Santiago como primer Itinerario Cultural Europeo.
Culminaba así, todo un proceso iniciado por la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en su Recomen-dación 987 (1984), relativa a los Itinerarios Europeos de peregrinación, elaborada en base al informe del parlamentario alemán Günther Müller, sobre Los Caminos de Santiago y otros itinerarios europeos de peregrinación. La Recomendación finalizaba con una invitación al Comité de Ministros del Consejo de Europa para que, inspirándose en el ejemplo histórico de los Caminos de Santiago, los tomara como punto de partida para una acción relativa a los itinerarios europeos de peregrinación.
En respuesta a esta invitación, el Comité de Ministros del Consejo de Europa -tras consultar a los órganos estatutarios de la Organización- decidió la creación de un Programa de Itinerarios Culturales Europeos, ahora Itinerarios del Consejo de Europa, que cuenta actualmente (2010) con 24 Itinerarios gestionados desde Luxemburgo por el Instituto Europeo de Itinerarios Culturales, bajo la égida política del propio Consejo de Europa.
Esta decisión, además, activó el mecanismo de cooperación intergubernamental de esta organización internacional y creó, en el marco del Comité de Patrimonio Cultural, un comité internacional de expertos formado por nombres que hoy aparecen ya como indisociables de la dinámica jacobea: René de La Coste Messelière (Francia) -pionero de las peregrinaciones a Santiago desde los años cincuenta del siglo XX- el profesor Manuel Díaz y Díaz (España), Paolo Caucci von Saucken (Italia), Robert Plötz (Alemania), Albert d’Haenens (Bélgica) y Derek Lomax (Reino Unido), coordinados por el autor de este artículo, José María Ballester, en su calidad -entonces- de jefe de la División de Patrimonio Cultural y responsable de este primer Itinerario Cultural Europeo.
Se preparó así, en contacto con los gobiernos europeos y con las asociaciones entonces existentes de peregrinos -luego se produjo una verdadera eclosión en este campo- la citada ceremonia de lanzamiento que daría lugar a una fuerte renovación de la dinámica jacobea en Europa, una dinámica que adquirió dimensión universal con el encuentro celebrado por Su Santidad el papa Juan Pablo II con los Jóvenes en Santiago de Compostela, apenas dos años después. La declaración leída entonces por el secretario general del Consejo de Europa, Marcelino Oreja, evocaba con claridad las tres dimensiones fundamentales que inspiraban este Itinerario Cultural: la dimensión religiosa, que dio lugar a esa vía de peregrinación; la dimensión cultural, determinada por el hecho histórico de que esa vía de peregrinación se convirtiera también, con el paso de los siglos, en vía de civilización y, por último, la dimensión europea que siempre caracterizó a las peregrinaciones jacobeas y que adquiría un nuevo sentido en el actual proceso de unión y de construcción continental.
En la Declaración se definían, además, las grandes líneas para hacer realidad este Itinerario en lo referente a su dimensión cultural y a su dimensión europea, campo de competencia del Consejo de Europa. Son las siguientes:
-Identificar los Caminos de Santiago sobre el conjunto del Territorio europeo, para recuperar su verdadera dimensión, ya que desde los confines de ese territorio acudieron los peregrinos a Compostela, en flujo incesante, a lo largo de los siglos, creando un espacio por el que circularon las personas, las ideas y las cosas, en un espíritu de empresa común que conviene mucho recordar en el momento histórico de finales del siglo XX.
-Señalizar cada Camino con un emblema común, obra de los diseñadores españoles Juan Ignacio Macua y Pedro García-Ramos, con un versión idealizada de la concha o vieira tradicional y que fundía los colores amarillo de la señalización de los itinerarios y azul de la bandera de Europa. El manual de utilización, que regula el uso de este emblema, fue editado en varias lenguas por el actual Ministerio de Fomento, entonces MOPU.
-Animar a los ciudadanos europeos y de manera especial a las nuevas generaciones a recorrer esos caminos con un espíritu de futuro y profundizando los valores que animaron a tantos peregrino a lo largo de la historia.
Para lograr estos objetivos, el Consejo de Europa organizó una serie de congresos anuales, tras la Declaración de Santiago, en Bamberg (Alemania), Vitervo (Italia) y Oporto (Portugal). La ya mencionada visita de Su Santidad el papa Juan Pablo II, las posteriores inscripciones de los Caminos de Santiago españoles (el denominado Camino Francés o Camino Principal, que recorre el norte de la Península Ibérica), primero, y los cuatro caminos franceses descritos en el Codex Calixtinus, después, y sobre todo, la extraordinaria afluencia de peregrinos y caminantes, la eclosión de las asociaciones jacobeas, el trabajo de comunidades autónomas españolas y de regiones europeas, la aparición -algo especialmente novedoso- de nuevos caminos que parten de diferentes puntos, en España y en Europa, llevando caminantes y peregrinos a Compostela, hacen que aquella iniciativa del Consejo de Europa se haya convertido, gracias a estos factores y a otros más, en un fenómeno social; un fenómeno que, de una manera u otra, mantiene vigentes los valores que animaron a los peregrinos históricos y conserva las tres dimensiones irrenunciables de estos caminos: la religiosa, la cultural y la europea; dicho sea esto sin perjuicio del origen o creencias de quienes se afanan en llegar a Compostela a través de todas estas vías. [JMB]