Xacopediacaballo, peregrinación a

Desde las primeras peregrinaciones a Compostela se utilizaron los caballos como medio de transporte por los diversos Caminos. Ya en el libro II del Códice Calixtino (s. XII), en la narración de milagros realizados por el apóstol Santiago o por su mediación e intercesión está presente la figura de este animal. Así, por ejemplo, en el capítulo IV, Santiago acude en auxilio de un peregrino cuyo amigo se murió en el Camino y no sabe cómo enterrarlo. “Santiago, como soldado a caballo se le presentó en medio de su angustia […]. El Apóstol tomó diligente al difunto en sus brazos delante de sí e hizo montar al vivo a caballo a la grupa. ¡Maravilloso poder de Dios, maravillosa clemencia de Cristo, maravilloso auxilio de Santiago! Recorrida aquella noche la distancia de doce días de camino, antes de salir el sol, a menos de una milla de su catedral, en el Monte do Gozo, bajó del caballo el Apóstol a los que había traído y mandó al vivo que invitase a los canónigos de dicha basílica a dar sepultura al peregrino de Santiago”.

También acuden a Compostela a lomos de una yegua unos peregrinos que iban a postrarse ante Santiago para solicitarle el fin de la peste en Poitou (Francia), según se cuenta en el milagro narrado en el capítulo VI. “Entonces cierto caballero, aterrado por tal mortandad y deseando evitar este azote, determinó ir a Santiago por tierras de España. Y con su mujer y dos niños, montados en su yegua, llegó hasta la ciudad de Pamplona. Pero allí falleció su mujer […]. Desolado él por la muerte de ella y despojado en absoluto del dinero y de la yegua con que llevaba a los niños, tomándolos de la mano, continuó su marcha con mucho trabajo”. Santiago se le apareció en el Camino y le dijo compadecido: “En vista de tus grandísimas angustias, te presto este asno mío, que es muy bueno para llevar a tus niños hasta la ciudad de Compostela, de la cual soy vecino, con tal de que allí me lo devuelvas”.

En el capítulo XVII, se cuenta que cierto caballero que huía de la persecución de unos enemigos, “desconfiando de salvar la vida, empezó a llamar a Santiago en auxilio para que le valiese, ya casi sin voz, pero con hondos gemidos. Al final, dijo con viva voz: Santiago, si te dignas librarme del peligro que me amenaza, sin tardanza iré presuroso a tu santuario y, con mi caballo, pues nada tengo que más estime, me presentaré ante ti […]. El caballero, para no quedar deudor de su promesa, acudió con su caballo a presencia del santo Apóstol y, a fin de cumplir enteramente lo que había prometido, pese a la oposición de los guardianes, se presentó ante las puertas del altar”.

Estos son solo algunos ejemplos que aparecen en el Códice Calixtino, pero hay más dentro de esta misma obra y son innumerables los recogidos en los libros sobre temas jacobeos y en la literatura odepórica.

Por otra parte, Santiago se presenta también a caballo en la batalla de Clavijo y en otras ocasiones que acude en ayuda de las huestes cristianas frente a los ejércitos sarracenos. Esta figura guerrera del Apóstol a caballo, que era invocada tantas veces durante la Reconquista, contrasta con el espíritu hospitalario del Camino de Santiago representado por San Martín, que, a lomos de su caballo, rasga con su espada su capa de soldado para compartirla con un pobre. En la actualidad, la figura de Santiago a caballo luchando contra los moros ha quedado relegada en muchos lugares por la imagen de Santiago peregrino, más acorde con el mensaje de concordia que quiere transmitir, en pleno siglo XXI, el espíritu de la peregrinación a Santiago. El propio Cabildo compostelano tapa las figuras de los soldados sarracenos con unas flores en la talla de Gambino que se expone en la catedral, aunque todavía hay muchas representaciones de Santiago como caballero a lo largo de los caminos jacobeos.

La peregrinación a caballo era muy habitual en la Edad Media para las clases pudientes, ya que resultaba un medio cómodo y veloz para desplazarse, aunque la montura más popular fue sin duda el asno, modesto, asequible, extremadamente sobrio y más duro y longevo que el caballo; además, podía trasladar mejor la carga. Las figuras de Don Quijote y Sancho, peregrinos en busca de la aventura, son dos buenos ejemplos de ello. El caballero iba a lomos de un rocín, “aunque tenía más cuartos que un real y más tachas que el caballo de Gonela, que tantum pellis e ossa fuit, le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro ni el Babieca del Cid con él se igualaban”; mientras que el escudero viajaba en su asno, en el que transportaba las alforjas, unas veces más llenas que otras. También utilizaban los peregrinos el mulo o la mula, cabalgadura favorita de clérigos y damas. A finales de la Edad Media empezaron a construirse algunas infraestructuras para guardar los caballos.

Entre los siglos XVI y XIX las peregrinaciones a caballo, como las realizadas a pie, vivieron una época de declive. Sin embargo, después del redescubrimiento de los huesos del Apóstol en 1879, que habían sido escondidos tres siglos antes por orden del arzobispo Juan de Sanclemente y Torquemada (1587-1602), tenemos noticia de que en el Año Santo de 1926 llegaron a Santiago a caballo, procedentes de Valladolid, seis militares de caballería que, rememorando las costumbres de los peregrinos medievales recorren la ruta del Camino Francés y entran en la ciudad por el Monte do Gozo. Las dificultades de la peregrinación a caballo hacen que los peregrinos que utilizan este medio de locomoción sean muy minoritarios. Un grupo de jinetes de Barcelona que llega en junio de 1971 desde Puente la Reina se quejaba de que “el camino desaparece materialmente durante larguísimos tramos, por falta de señalización. Y no podíamos meternos por la carretera general, porque perdería interés la peregrinación”. Además, las carreteras, por las que cada vez circulan más coches, pueden ser peligrosas para el caballo y el caballero.

Sin embargo, este modo tradicional de realizar el Camino de Santiago ofrece una perspectiva de la ruta y su entorno que no deja indiferente a nadie. Lo saben bien los aficionados a esta modalidad de hacer el Camino que ya han vivido la experiencia. De los tres tipos de peregrinación por la senda jacobea es la que requiere una mayor previsión. Por esto, antes de partir se recomienda planificar con notable detalle el trayecto del Camino que se vaya a realizar y buscar información adecuada, tanto mediante la consulta de alguna guía específica existente, como recabando el consejo de peregrinos que ya hubiesen realizado este tipo de trayectos o consultando a las federaciones y clubes hípicos.

Hay que tener prevista la estabulación y la alimentación del animal, ya que, aunque algunos albergues de peregrinos tienen instalaciones preparadas para dejar los caballos, no suele ser lo más habitual. Otros problemas eventuales, como el cambio de herraduras o las enfermedades del animal, también pueden ser solucionados con una adecuada previsión. Ya en el Camino, deberán tenerse en cuenta algunas recomendaciones como evitar en lo posible el cargar al caballo con cualquier tipo de material que no resulte imprescindible para el viaje o mantener bien nutrido al animal, suplementando adecuadamente su dieta. También se evitarán las galopadas, a menos que el caballo vaya muy ligero de equipaje, y en caso de peregrinaciones de larga duración deberá programarse algún día de descanso. Además, los peregrinos han de llevar ropas reflectantes para ser vistos por los conductores y deberán cabalgar en fila india para entorpecer lo menos posible la circulación.

Por otra parte, la entrada en las ciudades está prohibida en muchos lugares porque dificulta el desarrollo de la vida cotidiana de los que allí habitan o trabajan. En Santiago de Compostela, los peregrinos tienen que solicitar un permiso para entrar a caballo en la ciudad, y el Ayuntamiento les señala el trazado y la hora convenientes para hacerlo.

Los datos facilitados por la Oficina de Acogida de Peregrinos de la Archidiócesis de Santiago de Compostela vienen a confirmar las dificultades que los peregrinos a caballo se encuentran, ya que en el mes de agosto de 2009, llegaron 28.582 a pie, 6.398 en bicicleta y sólo 76 lo hicieron a caballo; en julio, 22.164 a pie, 3.974 en bicicleta y 56 a caballo; en junio, 15.509 a pie, 3.719 en bicicleta y 54 a caballo; en mayo, 13.411 a pie, 2.960 en bicicleta y 67 a caballo; en abril, 8.832 a pie, 1.354 en bicicleta y 51 a caballo; en marzo, 1.560 a pie, 241 en bicicleta y 7 a caballo; en febrero, 619 a pie, 62 en bicicleta y ninguno a caballo; y en enero, 487 a pie, 32 en bicicleta y sólo uno a caballo. En el año 2008, se desplazaron hasta Santiago 103.669 peregrinos a pie, 21.143 en bicicleta y 290 a caballo. En 2007, llegaron 93.953 peregrinos a pie, 19.702 en bicicleta y 364 a caballo. En 2006, los peregrinos a pie fueron 81.783, en bicicleta 18.289 y a caballo 294.

Por otra parte, para obtener la compostela, -que es el documento mediante el cual el Cabildo de la Santa Apostólica y Metropolitana Iglesia Catedral Compostelana acredita que los peregrinos realizaron, conforme a las condiciones que esta institución impone, el Camino de Santiago-, hay que recorrer al menos los últimos cien kilómetros de cualquiera de las rutas, como ocurre con los peregrinos que realizan su viaje piadoso a pie. Los que se desplazan en bicicleta, sin embargo, han de recorrer, al menos, los últimos doscientos kilómetros. [JS]


¿QUIERES DEJAR UN COMENTARIO?


**Recuerda que los comentarios están pendientes de moderación