Xacopedialadrón

Durante la Edad Media, resultaba muy frecuente la presencia de ladrones en el Camino de Santiago. Según recoge Arribas Briones, gran estudioso español de la picaresca en la Ruta Jacobea, probablemente en el siglo XI los peregrinos ya eran víctimas frecuentes de robos. El expolio a estos viajeros ha constituido uno de los episodios comunes y desagradables de la historia de todas las peregrinaciones (también a Roma y Jerusalén) y ha ocupado abundantes episodios en la literatura odepórica jacobea, así como referencias en el Códice Calixtino, donde se retrata a los ladrones como una amenaza que acecha al peregrino. También desde muy temprano, los nobles se emplearon en substraer a los peregrinos sus pertenencias y ofrendas e incluso llegaron a detenerlos o matarlos, lo que puede considerarse esta otra modalidad de robo. Fue en Galicia donde estuvo más extendido este fenómeno del bandolerismo nobiliario.

Los asaltantes sabían que el peregrino solía viajar con dinero para poder hacer frente a los gastos, pero sobre todo era portador de limosnas y ofrendas, no sólo para la basílica compostelana, sino también para otros santuarios del Camino. Conocedores de que podían ser atracados, algunos romeros recurrían al truco de portar las monedas en los pliegues del sayal o en bordones huecos.

Otro tipo de ladrón del Camino fueron aquellos que lejos de peregrinar por quasi causa orationis, se disfrazaban de peregrinos y se mezclaban con ellos, ganándose su confianza para después atacarles. Esto extendió una desconfianza general hacia los falsos peregrinos a partir del siglo XIV, que se prolongó en las centurias posteriores. Uno de ellos es Barholomeus Cassanu, quien fue ajusticiado de manera severa en Asturias.

El modo de actuar de los ladrones podía ir desde la forma del furtum [hurto], hasta la sustracción violenta o rapiña, ambas modalidades muy frecuentes en el Camino de Santiago. Solían asaltar en las zonas despobladas, en los caminos y en las ventas, aunque sus guaridas preferidas eran los montes y los pasos quebrados y angostos de la ruta. Esta delictiva actividad de los ladrones del Camino ha dado lugar a topónimos como es el caso de Valdeladrones, Auctares o un valle entre Valvanera y San Millán, como Umbría de Fuente Ladrones y a refranes populares como el que reza: “Si quieres robar, vete a los montes de Oca”. También en Santiago, aprovechándose del barullo y cosmopolitismo de la ciudad gallega, camparon a sus anchas este tipo de delincuentes.

Como respuesta a la crónica inseguridad en los caminos, en España se promulgaron normas y leyes que castigaban severamente este tipo de actividades que, según estudia Elías Valiña, constituía una de las más serias preocupaciones del legislador civil y eclesiástico, encargado de velar por la seguridad personal de los peregrinos. Algunos penalistas que han analizado la historia del derecho en aquellos tiempos, coinciden en apreciar una extraordinaria, dura, intensa y desproporcionada sanción de estos delitos contra el patrimonio.

Las Siete Partidas, promulgadas en el siglo XIII bajo la dirección personal de Alfonso X el Sabio, recogían una detallada descripción de los supuestos de robo, con penas que iban desde la multa a la muerte. Así en el caso del milagro del gallo y la gallina acontecido en Santo Domingo de la Calzada, no parece ser exagerado que la pena por haber robado una copa de plata fuese la horca, con la exposición pública del cuerpo del acusado. Y en el siglo XVII, con Felipe IV, se establecía el homicidio impune de los ladrones y asaltantes de Caminos “dando además derecho a reclamar un premio y su ahorcamiento, descuartizamiento, y exhibición posterior de los restos troceados en los lugares públicos, si eran detenidos por las autoridades”.

La Iglesia también era contundente con los ladrones del Camino. El papa Nicolás II, en una carta de 1059 dirigida a los obispos de Galicia, Aquitania y Vasconia, les exhorta a sancionar con pena de excomunión a los que roben o hagan daño a los peregrinos; las disposiciones del Concilio de Letrán, en 1123, imponían idéntico castigo a quienes robasen a un peregrino. A pesar de esta rígida y contundente justicia, al peregrino le siguieron robando; posteriormente, los productos extraídos eran vendidos con gran facilidad a lo largo del Camino, sobre todo durante la Edad Media.

Tenían especial fama los ladrones ingleses, acusados incluso de suministrar brebajes a los peregrinos para adormecerlos. Estos también se empleaban en los primeros tiempos de la peregrinación a Compostela como piratas que abordaban los barcos de peregrinos, aunque hay constancia también de ladrones de mar de origen normando y árabe. Según Arribas, los coquillards franceses, mendigos o vagos que sobrevivían en el Camino habrían sido autores de varios hurtos.

Para luchar contra estos frecuentes robos y asaltos, los peregrinos solían caminar en compañía. Para facilitar su unión, había ciertas localidades como Aquisgrán, San Martín de Tours, París, La Magdalena de Vézelay, Nôtre Dame de Le Puy, Cluny o Sainte Trophime de Arles, que eran lugar de encuentro de peregrinos en el que se formaban grupos de jacobitas para andar juntos. Por este mismo motivo se fundaron hospitales en zonas abruptas por personas conocedoras de esta situación, como fue el caso de Allard de Flandes, Juan de Ortega y el hijo del rey trovador Teobaldo II de Navarra.

El peregrino fue víctima en muchas ocasiones, aunque también ejerció como delincuente. Muchos de los hurtos que se realizaban, protagonizados por los propios peregrinos, eran para abastecerse de comida y así aliviar las penurias del hambre, robaban gallinas, frutas, etc., estropeaban los huertos y se escondían en los bosques. [XIV]

V. Allard de Flandes / Cassanu, Bartholomeus / picaresca


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