Convento femenino de la ciudad de Santiago de Compostela, situado en las inmediaciones de la catedral. Este convento y antiguo monasterio, que ocupa el frente este de la plaza compostelana de A Quintana, es el más antiguo de la ciudad. Tiene su origen en una pequeña comunidad monacal masculina promovida por el rey asturiano Alfonso II el Casto poco después de confirmar como auténtico el sepulcro de Santiago, en algún momento de la década 820-830. Los monjes tendrán como misión custodiar y organizar el culto a las reliquias apostólicas. Así se recoge en un documento compostelano de 1077 -Concordia de Antealtares-, que señala muy gráficamente que su finalidad había sido hasta ese momento orar supra corpus Apostoli.
Se denomina Antealtares [del latín antealtaria] al pequeño cenobio desde el primer momento porque su iglesia contaba con tres altares -consagrados al Salvador, San Pedro y San Juan Evangelista- situados en una posición previa a la iglesia que acogía la tumba de Santiago y al baptisterio de San Juan Bautista, desaparecido en el medievo. La comunidad estuvo en sus primeros tiempos bajo la advocación de San Pedro, aunque algunos autores también citan una dedicación al Salvador.
Debido a la ampliación medieval de la catedral, el primitivo monasterio fue desplazado unos metros hacia el Este, frente a cabecera de la basílica, ocupando unos terrenos que coincidirían en gran medida con la actual explanada de la plaza de A Quintana. Era necesario dar preferencia al engrandecimiento de la basílica destinada a custodiar las reliquias apostólicas y así lo aceptan, mal que bien, los monjes de Antealtares a través de la citada Concordia de 1077. Mediante este acuerdo dejan también de percibir la mitad de los ingresos que venían recibiendo del culto en el altar del Apóstol. Estos fondos se destinarán a la construcción de la catedral y en gran medida ya nunca los volverán a recuperar.
El nuevo convento comenzará a levantarse en el emplazamiento acordado y en el siglo XI pasa a depender de los benedictinos. En la primera mitad del XII, en tiempos del arzobispo Diego Gelmírez y en gran medida por la acción de este, la comunidad va a ser apartada definitivamente de la custodia del sepulcro de Santiago por el nuevo y amplísimo clero catedralicio, lo que suponía un duro golpe simbólico, pero también económico. Los monjes se ven obligados a reorientar sus objetivos y prioridades. Uno de los cambios que se operan, en una fecha no precisa situada hacia el año 1150, es el de dedicar el convento a San Paio -San Pelayo-, martirizado en Córdoba en 925, y que era por aquel tiempo muy popular en Galicia.
En 1256 el convento vuelve a ser trasladado unos metros hacia el Este hasta una ubicación casi coincidente con la actual, dejando más espacio libre para la catedral y para el cementerio que surge en la actual plaza de A Quintana, muy apreciado por estar situado cerca del sepulcro apostólico.
En el siglo XV San Paio entra en decadencia. En 1499 es sustituida la comunidad masculina por otra femenina y acabará convirtiéndose en el convento de monjas más relevante de Galicia. Actualmente sigue regentado por benedictinas de clausura. Desde principios del XVI hasta mediados del XVII se ejecutan las obras que darán forma a la estructura arquitectónica que hoy se contempla, en la que destaca el gran lienzo que ocupa todo el perímetro este de la plaza de A Quintana, de impresionante factura, y su iglesia, de finales del siglo XVII. Esta, de planta de cruz griega, insólita en la arquitectura gallega, ofrece una excelente muestra de retablos barrocos, de los que sobresale el del altar mayor, dedicado a San Paio y que incluye en el ático sendas imágenes de Santiago el Mayor y San Fernando a caballo, símbolos de la Iglesia militante.
El Museo de Arte Sacra del monasterio, abierto en el año santo de 1971 y que abarca la iglesia –destinada también al culto- y dependencias próximas, guarda la que es la pieza más antigua vinculada al sepulcro y al culto a Santiago: la ara romana de Antealtares, considerada el primer altar dedicado al Apóstol, situado donde se descubrieron sus restos en el siglo IX. También merece la atención del visitante la pequeña e inusual talla del Niño Jesús peregrino, conocido así por estar caracterizado con la indumentaria jacobea tradicional: bordón, vieira, escarcela, etc. [MR]