XacopediaTorres de Oeste

Se encuentran en la parroquia de Oeste (Santa Baia), en la Ruta Jacobea del Mar de Arousa y Ulla, a 38 km de Santiago de Compostela. Pertenecen al municipio de Catoira, que tiene 3.600 habitantes. En el escudo municipal se disponen sobre un fondo rojo las dos torres que hoy se conservan, situadas encima de las olas azules y blancas del río Ulla.

En la actualidad los peregrinos llegan en barco hasta Pontecesures, desde allí continúan por el Camino Portugués y pasan por los municipios de Padrón, Teo, Ames y Santiago de Compostela. Es una ruta muy interesante, ya que este es el legendario recorrido realizado por Atanasio y Teodoro con los restos del apóstol Santiago hasta llegar a enterrarlo en el bosque Libredón, en torno a cuyo núcleo creció la ciudad compostelana.

El origen de Catoira se remonta, al menos, al siglo II a.C., ya que allí se emplazó un poblado castreño, como lo atestiguan restos de cerámica y armas de bronce encontrados en sus inmediaciones. Con la llegada de los romanos se construyó el Castellum Honesti, también conocido con el nombre de Turris Augusti, lo que hizo que el poblado se convirtiera en un importante puerto comercial, gracias a la potenciación de su estructura defensiva y por su indudable situación geográfica estratégica que permitía la llegada por vía marítima a tierras de la actual Galicia, según se refleja en el tercer libro de De Chorografia, del geógrafo Pomponio Mela, del año 44, que se refiere a Hispania.

En el siglo IX, el gran rey jacobeo Alfonso III el Magno (866-910) comenzó en la actual parroquia de Oeste (Santa Baia) la construcción de una gran fortaleza que impidiera la llegada de naves invasoras a estas tierras, como lo acredita el crismón de la Victoria encontrado en sus ruinas y que hoy se guarda en el Museo de Pontevedra.

Había que dar una protección especial a lo que hoy es la ciudad compostelana a raíz de que, en el primer cuarto del siglo IX, según se cuenta en la Concordia de Antealtares, el obispo Teodomiro (810?-847) había comunicado a Alfonso II el Casto (791-842) del hallazgo del sepulcro apostólico.

Hacia el año 829 pudo comenzar la construcción de la primera iglesia y en torno a ella se constituyó el primer núcleo de lo que poco después sería Compostela. Esta iniciativa fue apoyada por los sucesivos monarcas y por la Diócesis de Iria Flavia, que se convertiría en Diócesis de Santiago en 1095, por la Bula Veterum Sinodalia del papa Urbano II, lo que conllevó el traslado de la sede a Santiago de Compostela, también debido a la necesidad de separarla de la costa por motivos de seguridad.

En este sentido la misión de esta fortaleza defensiva era esencial: protegía la ciudad de Santiago y las poblaciones vecinas de los ataques de los vikingos, normandos y sarracenos. El propio obispo Sisnando II (952-968) falleció víctima de un flechazo en la batalla de Fornelos de Montes, el 29 de marzo del año 968, cuando se enfrentaba al asalto de las tropas vikingas que preten-dían invadir las costas gallegas y llegar a Compostela, aunque esto último no lo lograron. Durante el reinado de Alfonso V (999-1028) se reconstruyó la fortaleza y en 1024 pasó a depender de la Mitra compostelana, que la consideraba un elemento de defensa esencial para la ciudad de Santiago, debido a la amenaza de posibles invasiones piratas o sarracenas.

Durante los pontificados de Cresconio (1037-1066), en el que se puso al frente de esta estructura defensiva al padre del futuro arzobispo Diego Gelmírez, que luego sería el primer arzobispo de Santiago de Compostela -se dice que el prelado pudo nacer en el castillo- y de Diego Peláez (1071-1094) se continuaron las obras para reforzar el recinto amurallado.

Gelmírez, primero como administrador de la diócesis (1096-1100), más tarde como obispo (1100-1120) y, finalmente, como arzobispo (1120-1140) y representante del rey Alfonso VII (1111-1157), mandó reforzar las defensas para proteger a la diócesis de los ataques de los sarracenos. Como apoyo complementario de las torres, el prelado situó en sus inmediaciones una pequeña flota armada que impidiese el paso a Iria y Santiago por el río Ulla.

Esta estructura defensiva fue tan importante para la protección y seguridad de estas tierras que un libro tan emblemático para el Camino de Santiago como la Historia Compostelana la consideró “llave y sello de Galicia”. El recinto amurallado llegó a estar formado por siete torres, de las que sólo quedan las ruinas de dos en pie y los cimientos de otra. La torre principal llevaba el nombre de Lugo, pues parece que fue costeada por esta ciudad, consciente de la necesidad de contener los ataques vikingos en las costas gallegas e impedir su asalto a las principales ciudades y villas de Galicia.

Diego Gelmírez levantó también junto a las torres una sencilla capilla prerrománica, de nave única, ábside semicircular y una espadaña dedicada al apóstol Santiago.

Con el paso del tiempo, el recinto amurallado fue perdiendo su carácter estratégico para la defensa de estas tierras y llegó a un estado ruinoso. Hoy, después de algunas restauraciones, las torres están catalogadas como Monumento Nacional. El primer domingo de agosto se celebra, junto a los restos, una romería que conmemora la importancia de la fortaleza para hacer frente a las invasiones vikingas. Ciudadanos ribereños y de la localidad danesa de Frederikssund, hermanada con Catoira, llegan en una réplica de un barco vikingo, ataviados con ropas, cascos y armas de la época y desembarcan junto a las torres escenificando un ataque a su estructura defensiva. Todos celebran después una fiesta marcada por la confraternidad entre los dos pueblos. [JS]


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