También conocido como Carlos I el Grande (742-814). Rey de los francos desde 768 hasta su muerte. Proclamado emperador de Occidente en el año 800 por su afán unificador de Europa occidental en lo religioso y lo político. A pesar de figurar durante parte de la Edad Media como liberador del sepulcro de Santiago y responsable de la apertura del Camino que llevaba hasta aquel desde Europa, no hay ningún dato histórico que lo vincule con la cultura jacobea.
Las investigaciones modernas sitúan el supuesto hallazgo del sepulcro de Santiago entre los años 820 y 830, y el emperador franco-germano muere en 814. Sin embargo, determinados propagandistas jacobeos buscaron, cuando menos desde el siglo XII, la relación entre dicho descubrimiento y el gran unificador de la Europa cristiana para ampliar y prestigiar la peregrinación a Santiago desde todo el continente. Carlomagno disfrutaba en el siglo XII, cuando se difunde su relación con el hecho jacobeo a través del Codex Calixtinus, de gran fama y prestigio, y fue canonizado en 1165.
La principal herramienta utilizada para establecer la relación entre Carlomagno y Santiago el Mayor fue la literaria, a través de la fantasiosa crónica o historia contada por el obispo Turpín incluida en el libro IV del Codex. Es posible que la imaginación popular ya hubiese relacionado para entonces al emperador con el Camino Jacobeo, debido a su lucha en Hispania, en territorios vinculados con la Ruta a Compostela, en 778. Por tanto, su inclusión en el Codex pretendería reforzar y consolidar esa idea, vinculando al emperador y la derrota final de parte de su ejército en los desfiladeros de Roncesvalles con legendarias luchas épicas a favor de Santiago y de los territorios que permitían el paso hasta su sepulcro.
En la historia narrada en el libro IV, conocido por los investigadores como Pseudo Turpín, se atribuye por motivos de prestigio la autoría a este obispo francés que marcharía en el ejército del emperador, Santiago se aparece en sueños a Carlomagno. Le pide que se marche, siguiendo la dirección del camino de estrellas que ve en el cielo -la Vía Láctea-, a liberar la tierra de su sepulcro, en Galicia, bajo el dominio sarraceno. También le pide que abra un camino hasta allí. El emperador franco obedece y llega con sus ejércitos al extremo occidental, clavando una lanza en el mar, en Padrón (Galicia) como símbolo de la misión cumplida.
Liberado el sepulcro y abierto el Camino para que pudiesen peregrinar a Santiago gentes de toda Europa, Carlomagno da gracias a Dios y parte hacia otras tierras de España. Inicia una serie de guerras y luchas contra los moros por el control del territorio peninsular. Esta parte del texto se puede relacionar en determinados momentos con obras épicas francesas como el Cantar de Roldán, que desarrolla su relato más legendario y trágico en las tierras navarras del futuro Camino de Santiago.
El Calixtinus llega a señalar que Carlomagno permaneció tres años en España y Compostela. Asegura, además, que dotó a la Iglesia de Santiago de todo tipo de riquezas procedentes de sus conquistas peninsulares y que la proclamó cabecera eclesiástica española. Añade que estableció que todos los propietarios de casas pagasen cada año cuatro monedas al templo apostólico. Son ejemplos claros del intento de la Iglesia compostelana de utilizar la figura del gran emperador a favor de sus propios intereses.
Algún autor que sostiene que el descubrimiento de la tumba apostólica se produjo en los años 813/814 ha defendido una posible relación de Carlomagno con el origen jacobeo, pero mediante una versión más cauta: sería el rey asturiano Alfonso II el Casto, en cuyo tiempo se produce el hallazgo, el que le enviaría a Aquisgrán, capital del imperio carolingio, un mensaje contándole la noticia.
A pesar de la irrealidad de los hechos narrados en el libro IV, estos deben interpretarse en clave medieval. Eran frecuentes estas reinterpretaciones históricas en función de las necesidades religiosas y políticas. Los redactores del Codex -posiblemente de origen francés- entienden que Carlomagno, del que conocen su misión unificadora del Occidente, es la figura idónea para vincular con Santiago el Mayor, al que pretenden mostrar como el referente religioso de la Europa occidental. En esta relación late un primer germen de unidad europea, territorial y religiosa. El medievalista López Alsina es muy claro: con la apelación a Carlomagno, la Iglesia compostelana trata de relacionar al emperador de Occidente con el apóstol de Occidente.
Al margen del mito y los intereses eclesiásticos, hay también fundamentos reales para esta relación. El propio Alsina defiende la conexión positiva entre el origen del culto jacobeo y el imperio carolingio. Añade que Carlomagno estuvo atento a la marcha del Reino astur-galaico, el único cristiano de la península a finales del siglo VIII e inicios del IX, y que mantuvo relaciones con su rey Alfonso II (791-842), aunque las crónicas asturianas, redactadas a partir de 883, no las mencionen. Lo que sí da por seguro Alsina es que Carlomagno inició en 778 su campaña en la Península Ibérica con la intención de abrir una conexión con el naciente reino astur del príncipe Silo (774-783), que ya extendía su influencia hasta tierras alavesas. En 782 el futuro emperador envía a la península al obispo Egila con la intención de reformar la Iglesia hispana a imagen y semejanza de la carolingia.
Todo esto ayuda a entender como el emperador franco, cuya figura concedía prestigio y poder, se utiliza para avivar la lucha contra el islam, con Santiago como estandarte. Juntos tenían que resultar invencibles. Y es así como el origen mítico del Camino de Santiago atribuido a Carlomagno representa también el origen real, con una dimensión europea, de la lucha contra el Islam en tierras hispanas. La presencia de Carlomagno en la península para consolidar sus fronteras y ampliar la Europa cristiana quedó viva en el imaginario colectivo y acabó transmitiéndose a los peregrinos medievales que transitaban por sus escenarios, como nos recuerdan las leyendas de gran impacto popular de Roncesvalles o Sahagún, en el Camino Francés, y numerosas manifestaciones artísticas. El estudioso jacobeo italiano Paolo Caucci mantiene, en esta línea, que los dos personajes figuran unidos en la cultura del peregrino.
En el sepulcro de Carlomagno en Aquisgrán (Alemania) hay alusiones a su mítica relación con el mundo jacobeo, lo que evidencia el alcance europeo que llegaron a tener los hechos narrados en el libro V del Codex Calixtinus, así como la tradición oral llevada y traída por los peregrinos.
El éxito que en Europa tuvo la vinculación jacobea de Carlomagno contrasta con lo sucedido en España. Esta estrecha relación empezó pronto a entrar en crisis en la península Ibérica. Sucede en la misma Edad Media. Apenas se pueden rastrear alusiones significativas a esta cuestión en otros textos. Hería el orgullo patrio el hecho de que fuese un rey franco-alemán el liberador del sepulcro y el promotor inicial de su Camino.
Los acontecimientos se precipitan en 1619 cuando el libro IV, que cuenta la relación de Carlomagno con el hecho jacobeo, se desgaja del original del Codex Calixtinus de la catedral compostelana. Santiago estaba en crisis y precisaba el apoyo de una monarquía que no vería con buenos ojos la historia contada en el libro IV, que ya había causado la protesta de numerosos personajes, entre ellos algún enviado real. Varios de estos rechazos tenían una lógica histórica evidente, otros presentaban un carácter más encendido. Además, la escasa presencia de peregrinos ultrapirenaicos hacía innecesario alimentar la dimensión europea que la tradición carolingio-jacobea había aportado al santuario. A finales del siglo XIX el polémico libro fue situado de nuevo en el Codex con una intención científica. [MR]
V. Cruz de Carlomagno / Historia Turpini o Historia de Turpín