Los especialistas en el estudio del Codex Calixtinus (s. XII) acostumbran a referirse a su libro IV como Pseudo Turpín porque en este códice se dice que es obra de un arzobispo francés de Reims llamado Turpín. Sin embargo, se trata de un libro realizado en el siglo XII, mientras que Turpín parece un personaje imaginario que acompañaría a Carlomagno en sus campañas guerreras en la Península Ibérica a primeros del siglo IX, según el Cantar de Roldán y la propia Historia Turpini.
El anónimo autor o autores de la Historia -posiblemente monjes franceses residentes o relacionados con la Iglesia compostelana- decidirían atribuir el relato a Turpín con la intención de darle mayor verosimilitud y prestigio. Ante esta más que segura falsa atribución al obispo francés, los investigadores de este libro -uno de los más estudiados en Europa de la Hispania medieval, ya desde el siglo XIX- suelen mencionarlo con una denominación con claro sentido técnico: Pseudo Turpín. Aquí, sin embargo, optamos por referirnos a él como Historia Turpini [Historia de Turpín] por dos motivos: es su título en latín -su idioma original-, también muy utilizado y aceptado y, sobre todo, se atiene más al sentido literario de la narración, que realiza Turpín como supuesto testigo directo de los hechos.
A continuación se expone una síntesis de los capítulos del libro IV del Códice Calixtino, en el que se relatan las batallas de Carlomagno contra los sarracenos.
Carlomagno después de lograr el control de Inglaterra, Galia, Alemania, Baviera, Lorena, Borgoña, Italia, Bretaña, así como de innumerables ciudades, que arrancó de manos de sarracenos para someterlas al imperio cristiano, fatigado por tan penosos trabajos y sudores, se propuso no emprender más guerras y darse un descanso. Observando el cielo nocturno, enseguida vio un camino de estrellas que empezaba en el mar de Frisia y se extendía hasta Galicia. Pensando qué significaría aquello, se le apareció Santiago Apóstol en sueños, quien lo conminó a seguir aquella ruta estrellada con un ejército para liberar su tierra de musulmanes.
La primera ciudad que sitió el emperador fue Pamplona; después de tres meses asediada y sin poder tomarla por las inexpugnables murallas, invocó al Apóstol en busca de ayuda, quien quebró la fortificación. A los sarracenos que quisieron bautizarse les salvó la vida y a los que se negaron los pasó a cuchillo. Divulgados estos acontecimientos, los sarracenos se sometían a su paso. Después de haber visitado la tumba de Santiago, llegó a Padrón, donde clavó una lanza en el mar. Los gallegos que se regeneraron, fueron bautizados por manos del arzobispo Turpín, mientras que los que no quisieron acogerse a la iglesia los acuchilló o los esclavizó. Después recorrió toda España de mar a mar.
Describe y enumera las ciudades conquistadas en la Península Ibérica por el emperador.
Narra como Carlomagno destruyó todos los ídolos e imágenes que encontró en España, excepto el Salam de Cádiz que, según dicen los sarracenos, lo fabricó personalmente Mahoma.
Carlomagno enriqueció la basílica de Santiago con el oro que le dieron los reyes y los príncipes de España, además de levantar iglesias en diversos lugares.
Cuando el emperador regresó a la Galia, el rey africano Aigolando, con sus ejércitos conquistó las tierras de España. Cuando oyó estas noticias, de nuevo Carlomagno retornó.
El ejército de Carlomagno estaba acampado en Bayona (Francia), cuando el caballero Romarico se hallaba muy enfermo y ordenó a un pariente suyo que vendiese el caballo para distribuir su precio entre los clérigos y los pobres. A su muerte, aquel familiar estimulado por la codicia, vendió el caballo en cien sueldos, que se gastó en comida, bebida y vestidos. Pasados treinta días, se le apareció en sueños el difunto y le dijo que había padecido en ese tiempo penas infernales, por haberle retenido la limosna. Al día siguiente el malvado ocuparía su lugar, mientras él se sentaría en el paraíso. El vivo despertó temblando y contó lo que había sucedido. Se oyeron rugidos de leones, de lobos y de bueyes, y el hombre desapareció. Sus compañeros lo buscaron sin resultados durante cuatro días y doce jornadas; después encontraron el cuerpo entre Navarra y Álava, donde lo habían arrojado los demonios. Los que retienen injustamente las limosnas de difuntos encomendadas a ellos para su reparto serán castigados eternamente.
Carlomagno y Milón comenzaron a buscar por España a Aigolando y lo encontraron en Tierra de Campos. Fueron enviados por Carlomagno 100 soldados contra otros 100 de Aigolando; murieron todos los sarracenos; luego 200 contra 200 y también murieron todos los moros; después 2.000 contra 2.000, de los cuales una parte murió y la otra huyó. Aigolando desafió a entablar una batalla campal, que fue aceptada. Los cristianos clavaron sus lanzas delante del campamento, en los prados junto al río Cea, en tierras del futuro Camino Francés, y por la mañana las encontraron con cortezas y hojas. Las cortaron a ras de suelo y quedaron las raíces que formaron los bosques de fresnos que todavía siguen en aquel lugar. Murieron 40.000 cristianos y el duque de Milón, padre de Roldán, con aquellos cuyas lanzas reverdecieron, alcanzó la palma del martirio. Murió el caballo de Carlomagno y este, con 2.000 infantes cristianos, desenvainó su espada, llamada Joyosa, y comenzó a partir a los sarracenos por la mitad. Al día siguiente vinieron a socorrer a Carlomagno cuatro marqueses de las tierras de Italia con 4.000 guerreros. Apenas los reconoció, Aigolando se retiró a las tierras de León y Carlomagno, con sus ejércitos, regresó a la Galia.
Aigolando reunió innumerables gentes y tomó la ciudad de Agen. Luego propuso a Carlomagno que fuese con una pequeña escolta de soldados, prometiéndole 60 caballos cargados de oro y plata con la condición de someterse a su imperio. Carlomagno marchó con 2.000 soldados que ocultó a cuatro millas de allí y llegó sólo con 60 guerreros hasta un monte cercano a la ciudad. Vestido de emisario de guerra y acompañado por un solo soldado, se mostró ante Aigolando, quien no lo reconoció y así le permitió explorar la ciudad. Carlomagno regresó a la Galia, reunió muchos ejércitos y sitió durante seis meses la ciudad de Agen. Cierta noche, Aigolando salió oculto con los reyes y sus nobles, por cloacas y pasadizos, atravesando el río Garona. Al día siguiente, Carlomagno entró triunfalmente en la ciudad y 10.000 sarracenos fueron pasados a cuchillo.
Aigolando fue a la ciudad de Saintes, bajo el imperio de los sarracenos, pero Carlomagno le mandó que se la entregase. Entonces decidieron luchar y la ciudad quedaría para el vencedor. Los cristianos clavaron sus lanzas en tierra ante el campamento y se volvió a producir el fenómeno del martirio por la fe de Cristo. Los sarracenos no pudieron soportar la combatividad y huyeron a la ciudad. La sitiaron, excepto por la muralla que daba al río y por allí escaparon, pero Carlomagno lo advirtió y mató a diversos reyes y a cerca de 4.000 paganos.
Aigolando llega a Pamplona y manda a Carlomagno que le espere allí para combatir. Además de reunir a los ejércitos, el rey franco libera a todos los siervos y perdona a los que estaban en las cárceles para ir a luchar a España. Allí llegan 134.000 guerreros, entre los que cita a numerosos personajes de renombre, con un estruendo que se oía a 12 millas de distancia. Aigolando le pidió una tregua y le rogó poder hablar personalmente.
El Camino de Santiago separa a los dos ejércitos mientras Carlomagno y Aigolando mantienen una conversación en lengua árabe, en la que contraponen sus visiones religiosas para la ocupación de la península. Tras una lucha inicial, a partes iguales, Aigolando afirma que la religión de los cristianos es mejor que la de los sarracenos y promete a Carlomagno que recibirá el bautismo al día siguiente. Además, manda a sus gentes que se bauticen. Unos consintieron y otros rehusaron.
Carlomagno enseña a Aigolando la distinción entre monjes, abades, obispos, canónigos y apóstoles y este muestra su desacuerdo con el trato pobre y vergonzoso, de vestimenta y comida, que reciben los apóstoles, por lo que rehúsa bautizarse. Quedaron emplazados para el día siguiente.
Vencieron en la batalla los cristianos contra los 100.000 saracenos, de los que sólo se salvaron el rey de Sevilla, Almanzor de Córdoba y unos escuadrones que huyeron. Carlomagno, tras reagrupar a sus ejércitos, llegó hasta Puente Agra en el Camino de Santiago y allí acampó.
Mil cristianos, codiciando el botín de los muertos, volvieron al campo de batalla para robarles el oro y la plata. Entonces Almanzor, que estaba escondido entre los montes, los atacó y mató a todos.
En Monjardín, el príncipe de los navarros, llamado Furre, quería combatir contra Carlomagno, quien pidió a Dios que le mostrase los que iban a morir en combate. Al día siguiente, armados ya los ejércitos, apareció en los hombros de los que morirían la silueta en rojo de la cruz del Señor. Al verlos, Carlomagno los escondió en su tienda para que no muriesen en la batalla.
Terminada la batalla, muerto Furre con 3.000 soldados y sarracenos, encontraron también muertos a los 150 soldados que, por precaución, habían escondido. Entonces Carlomagno tomó el castillo de Monjardín y toda la tierra de Navarra.
En Nájera había un gigante del linaje de Goliat, llamado Ferragut, que había venido de tierras de Siria con 20.000 turcos para combatir a Carlomagno. En combate de caballero contra caballero, fue llevando uno tras otro a la cárcel. Carlomagno no quiso mandar a nadie más a luchar contra el gigante. Sólo Roldán se atrevió a enfrentarse con él, pero emplazaron la lucha hasta el día siguiente, sin caballos ni lanzas. Vencido por el sueño, Ferragut comenzó a dormir y Roldán le colocó una piedra bajo su cabeza para que descansase a gusto. Cuando se despertó, entablaron conversación y Ferragut confesó que sólo era vulnerable en el ombligo. Luego hablaron sobre su procedencia y religiones, con especial dedicación de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en un solo Dios; de la Creación; de la Resurrección, etc. Acordaron entonces luchar para verificar la fe de ambas religiones. Retomaron el combate con mayor vigor y cuando Roldán estaba en peligro invocó al hijo de la Santísima Virgen María, se irguió y le clavó el puñal en el ombligo al gigante, quien invocó a Mahoma. Acudieron los sarracenos a su rescate mientras Roldán volvió con los suyos para atacar la ciudadela, donde se tomó la ciudad y se liberó a los prisioneros.
En Córdoba esperaban para combatir el rey de Sevilla, Ebrahim, y Almanzor, que anteriormente habían escapado de la batalla de Pamplona. Carlomagno se presentó con 6.000 hombres, mientras los sarracenos eran 10.000 y mostraban máscaras de demonios y timbales que golpeaban con fuerza. Los caballos empezaron a huir enloquecidos y, poco a poco, se dieron a la fuga. Los sarracenos los persiguieron hasta un monte cercano. Entonces, Carlomagno ordenó cubrir con lienzos la cabeza de los caballos y que les taponasen los oídos. Mataron a muchos de ellos, pero no pudieron vencerlos a todos. Después se lanzó entre las tropas, hasta que llegó al carro tirado por ocho bueyes que portaba el rojo estandarte que indicaba a los sarracenos que debían seguir luchando. El rey franco derribó el mástil y los sarracenos empezaron a huir. Murieron 8.000, entre ellos el rey de Sevilla. Almanzor se refugió en la ciudad y la fortificó, pero al día siguiente la entregó bajo la condición de recibir el bautismo. Carlomagno distribuyó las tierras y provincias de España. Los francos no quisieron habitar Galicia porque les parecía fragosa. Nadie hubo en España que se atreviese a combatir a Carlomagno.
Carlomagno acudió a un concilio de obispos y príncipes celebrado en Santiago y acordó que todos obedeciesen a su obispo. Mandó que Iria fuese villa sujeta a la sede compostelana. Entonces Turpín consagró con 60 obispos la basílica y el altar de Santiago y sometió al rey a la misma Iglesia, toda la tierra española y gallega. De allí en adelante se denominó sede apostólica.
Describe, con numerosos elogios, a Carlomagno.
Después de que Carlomagno conquistase toda España para gloria del Señor y del apóstol Santiago, se detuvo en Pamplona. Vivían en Zaragoza dos reyes sarracenos, Marsilio y Beligando, que estaban sometidos al imperio pero con lealtad fingida. Por medio de Ganelón, ordenó que recibiesen bautismo o que le enviasen un tributo, por lo que estos organizaron un pacto de traición. Para cruzar Roncesvalles, el rey franco eligió a su sobrino Roldán, a Oliveros y a más de 1.000 cristianos. Pero en las noches precedentes, los soldados se emborracharon con el vino y estuvieron con mujeres paganas ofrecidas por los sarracenos, que les acarrearon la muerte. Marsilio y Beligando, con 50.000 sarracenos, salieron al amanecer de los bosques, donde habían estado escondidos por consejo de Ganelón, y dividieron sus fuerzas en dos partes. El primer grupo atacó por la espalda y ni un solo cristiano escapó. Apareció el segundo grupo, contra la tropa fatigada, y todos sucumbieron. Allí murieron todos los caballeros, excepto Roldán, Balduino, Turpín, Tedrico y Ganelón. El Señor permitió la muerte a los que se emborracharon y habían estado con mujeres, para borrar sus pecados. No se permite, pues, llevar mujeres con los que van a combatir, porque son un estorbo para el alma y para el cuerpo.
Roldán se encontró con un sarraceno negro, herido en la batalla y escondido en el bosque, y lo dejó fuertemente atado a un árbol. Volvió atrás, por el Camino de Roncesvalles, y al toque de su trompa de marfil se le unieron unos cien cristianos. Desató al sarraceno y le pidió que lo llevase al lugar donde se encontraba Marsilio, si quería conservar su vida. Cuando lo descubrió, el rey moro intentó huir, pero Roldán logró matarlo. Entonces, confiado en el poder divino, derribó a derecha e izquierda. Sin embargo, al final murieron los cien cristianos y el mismo Roldán resultó herido. Cuando Beligando supo de la muerte de Marsilio, abandonó aquellos parajes con los sarracenos que quedaban. Roldán, herido y solo, se detuvo en el bosque y desenvainó su espada Durandarte, a quien loó. Por temor a caer en manos de los sarracenos, golpeó con su espada una roca de mármol con la intención de destruirla. Se partió la roca y la espada de doble filo quedó intacta.
Roldán tocó su trompa por si se reunían cristianos para hacerse cargo de su caballo y espada, y para asistirlo a la muerte. Carlomagno lo escuchó a ocho millas de distancia y quiso retroceder, pero Ganelón hizo que desistiera. Balduino salió a su encuentro, le buscó agua y lo bendijo, mientras Tedrico le fortaleció el alma con la fe de la confesión. Pidió por él y por los que murieron en combate. Entonces, falleció.
Loa poética que ensalza la figura de Roldán.
Mientras Turpín celebraba la misa de difuntos, vio una formación de negros guerreros que atravesaban los cielos y llevaban a Marsilio. Balduino apareció con el caballo de Roldán y explicó que lo había dejado agonizante. Carlomagno se dirigió hacia donde lo habían encontrado y expuso un canto fúnebre de alabanzas.
Al día siguiente se dirigieron armados al lugar donde se había producido la contienda y comenzaron a llorar a los muertos. El rey juró que no cesaría de perseguir a los paganos hasta encontrarlos. El sol se quedó inmóvil y aquel día se prolongó durante casi tres días, hasta que los encontraron junto al Ebro. Después de matar a 4.000 de ellos, Carlomagno volvió con los suyos a Roncesvalles y empezó a averiguar si era cierto que Ganelón lo había traicionado, como afirmaban algunos. Hubo una lucha para demostrarlo y entonces ordenó descuartizarlo tirando de sus extremidades hacia los cuatro puntos cardinales.
Preparan los cuerpos de los muertos en la batalla con aromas y sal, además de hacer ataúdes de madera para transportarlos.
Había dos cementerios sagrados, uno junto a Arles y otro en Burdeos, donde fueron enterrados.
El féretro de Roldán fue llevado por Carlomagno hasta Blaye y lo enterró en la iglesia de San Román. Colgó su espada a la cabecera y su trompa de marfil a los pies, que fue trasladada con posterioridad a la iglesia de San Severino, en Burdeos. Se describe a continuación donde fueron enterrados los distintos héroes.
Turpín y los suyos se dirigieron juntos a Viena, mientras el rey marchó hacia París. Carlomagno dio a la Iglesia muchos bienes y ordenó que cada propietario donase cuatro monedas de plata al año e hizo libres también a los siervos que entregasen esa cantidad. Cuando dormía, se le apareció San Dionisio para decirle que le había conseguido el perdón del Señor de todos sus pecados y de los que murieron en España en las guerras contra los sarracenos, así como para los que diesen dinero para la construcción de su iglesia. Los que entregaron dinero fueron llamados francos de San Dionisio y quedaron libres de servidumbre. De ahí surgió la costumbre de llamar Francia a lo que era Galia.
Definición de gramática, ortografía, música, dialéctica, retórica, geometría, aritmética y astronomía.
Después de un tiempo, dieron a conocer la muerte de Carlomagno en Viena innumerables ejércitos de soldados negros que se dirigían hacia Lorena. Carlomagno había abandonado este mundo y con la protección de Santiago, por las muchas iglesias que había construido, fue llevado a los reinos celestiales. El sol y la luna se oscurecieron durante siete días antes de su muerte y muchas de sus obras, realizadas en vida, se derrumbaron ese día.
Rememora a Roldán asediando la ciudad de Grenoble, tras ser llamado por su tío Carlomagno que estaba acosado por el asedio de vándalos, sajones y frisones. Entonces su sobrino meditó la solicitud y rogó a Dios su ayuda. Al tercer día, cayeron los muros de la ciudad sin intervención humana y el conde Roldán se dirigió con sus ejércitos hacia Carlomagno, en tierras de Alemania.
Narra la muerte, entierro y posterior traslado de Turpín, arzobispo de Reims.
Después de la muerte de Carlomagno, Almanzor se interesó por Galicia y llegó hasta Santiago, donde se llevó códices, mesas de plata, campanas y demás ornamentos. Tras esto, el ejército perdió la luz en los ojos y andaba errante, como ciego, al igual que Almanzor, también afectado por esa dolencia. Entonces, este invocó a Santiago, por consejo de los cristianos, a quien prometió devolver todo lo robado.
El papa Calixto expone el sentido de las contiendas contra los sarracenos en España. [IM]
V. Carlomagno / Codex Calixtinus / Turpín