Antiguo monasterio y hospital de peregrinos situado en la Prolongación Jacobea a Fisterra a su paso por Moraime, Muxía, Galicia. A 78 km de Santiago -por Dumbría-, y a 4 del santuario de A Barca. Moraime constituye el conjunto histórico y monumental más destacado de toda la Prolongación Jacobea. El cenobio, del que la documentación más antigua remonta su fundación a finales del siglo XI, tuvo momentos de gloria y prosperidad hasta su decadencia en el siglo XIV. Del antiguo complejo monacal sobreviven la espléndida iglesia y la cercana rectoral. La iglesia (s. XII), de estilo románico, tiene planta basilical, con tres naves y tres ábsides. En su interior -además de los capiteles adornados con motivos vegetales-, destacan las pinturas murales halladas en 1970 en la pared norte, en las que figuran los pecados capitales asaeteando a la muerte. La fachada principal presenta un bello pórtico con figuras representativas de los apóstoles, a imitación del Pórtico de la Gloria compostelano, mientras en el tímpano aparece Cristo Salvador. Los trabajos desarrollados en Moraime en 1975 dieron como resultado el descubrimiento de la hermosa puerta sur, con maravillosos capiteles y la representación de la última cena en el tímpano. Excavaciones efectuadas por Manuel Chamoso Lamas el año 1972 sacaron a la luz, en las cercanías de la iglesia, restos de las épocas romana y sueva.
El monasterio de Moraime, que sin duda jugó un protagonismo esencial en la difusión de la leyenda jacobea de Muxía, representó también un importante papel en la acogida de los romeros que, desde Santiago de Compostela, se acercaban al santuario de A Virxe da Barca. El rey Alfonso VII, gran protector del monasterio -no en vano se refugió en él frente a las acechanzas de Doña Urraca y Alfonso el Batallador bajo la protección de Gelmírez y el conde de Traba- señala, en el privilegio que le concedió en la persona de su abad Ordoño (1119), la gran labor que desempeñaba el cenobio en la atención de pobres y peregrinos: “[...] et ut proficiat ad victum et substentanionem monachorum pauperum et hospitum peregrinorum adveientum [...]”
El mismo privilegio deja constancia de la desolación causada por la invasiones normandas (1105) y sarracenas (1115) y de como el propio rey contribuyó a la reconstrucción de las arrasadas dependencias. De las algaradas sarracenas sobre Moraime también da cuenta la Historia Compostelana, que señala además el nombre del caudillo agareno: Alí Ben Naimón. Es muy posible que cerca del monasterio haya habido otro lugar de acogida al peregrino, como parece indicar el topónimo del muy cercano lugar de Alberguería. El peregrino austriaco Cristoph Guzinguer (julio de 1654) localiza, sin embargo, ese lugar en la aldea de Figueiras.
Moraime creció bajo la directísima protección de Pedro Froilaz, conde de Traba, y sus descendientes. Froilaz fue ayo del rey Alfonso VII -que, además, hemos visto que gozó de la protección de Moraime-, y también su propio hijo, Fernando Pérez de Traba, protegerá al monarca de León Fernando II, lo que propició que ambos mostrasen una generosidad extrema con el monasterio, concediéndole coto propio, de tal forma que los monjes derivaron en el señorío de una amplia comarca, con plenos poderes judiciales sobre esta. Las continuas donaciones de reyes y nobleza permitieron una época de gran prosperidad a la comunidad monástica, y de ello es fiel testimonio la soberbia iglesia, cuya magnificencia es patente aún en nuestros días. No obstante, la decadencia de la autoridad real durante la Baja Edad Media motivó el sucesivo empobrecimiento de Moraime, acosado también por las disputas y ambiciones nobiliarias.
La situación de penuria y sometimiento a la nobleza local continuó hasta que los Reyes Católicos decidieron poner punto y final a situaciones insostenibles, como era el caso de Moraime. Así, en el año 1496, fue suspendido el abad Martín Fernández y quedó el monasterio anexionado a la nueva gran casa monacal de Galicia: San Martiño Pinario. No obstante, una nueva anexión, en 1499, a San Benito de Valladolid, sirvió para que los bienes de Moraime pasaran a sufragar los gastos del Capítulo General de la Congregación. En 1526 se designa un primer prior, fray Alonso de Segovia, que marcó la última y definitiva época de Moraime hasta la desamortización de 1836.
Para el peregrino de hoy en día, y ya a las puertas del santuario de A Barca, Moraime sigue regalando una impresionante lectura histórica y artística en la vetustas piedras que los monjes dejaron al futuro como legado. [JAR]