Templo situado en el centro de la ciudad de Oviedo, Principado de Asturias, a 310 kilómetros de Santiago de Compostela. Es el punto de partida del Camino Primitivo, que une las ciudades de Oviedo y Santiago de Compostela, ambas importantes centros de peregrinación en la época medieval. Comúnmente es conocida como Sancta Ovetensis y su advocación es el San Salvador. Según las fuentes históricas más concluyentes, su fundación remota fue paralela a la de Oviedo. El instigador habría sido el rey leonés Alfonso II -gobierno entre el 791 y el 842-. Posiblemente, fue erguida sobre una basílica preexistente construida por mandato de su padre, el monarca Fruela I -gobierno entre el 757 y el 768-.
Desde su creación por parte de Alfonso II, el templo alberga el Arca Santa: un receptáculo en el que se guardan reliquias pertenecientes en su mayoría a la vida de Jesús y de la Virgen. Debido al atractivo de esta, es probable que San Salvador, ya en el siglo IX, se convirtiera en un centro de peregrinación, al menos local. El arca se guarda en la Cámara Santa, donde se custodian otros tesoros cristianos. Según Ramón Menéndez Pidal “el rey Casto, al concebirla (San Salvador) a modo de un relicario de los doce apóstoles, promovió la peregrinación que después era practicada abundantemente, como a uno de los grandes santuarios de la cristiandad”.
Por lo tanto, la peregrinación a Oviedo sería, por lo menos, tan antigua como la compostelana. Siguiendo esta línea, algunos historiadores datan la vinculación entre la peregrinación compostelana y la ovetense en el último tercio del siglo XI. De todos modos, la ausencia de noticias en los cronistas de los siglos inmediatos a la creación del primer templo dificulta determinar de qué forma se desarrollaron las peregrinaciones y el culto. Uno de los pocos textos que se conservan es una lista de reliquias, escrita en letra francesa del siglo XI, que se cree que fue llevada a Francia por algún peregrino, lo que podría ser interpretado como que la peregrinación internacional también fue anterior en Oviedo que en Compostela.
Se vuelve a tener documentación referida a la catedral en el siglo XII, época en que la Sancta Ovetensis se consolida como el segundo centro de peregrinación expiatoria y purgatoria de la península, que recibe además a los peregrinos que realizaban el Camino Francés o del Norte y se desviaban para venerar las reliquias del Salvador, convirtiéndose en un enclave común a estas tres rutas.
La relevancia de la catedral quedó reflejada en los siguientes versos populares:
Monarcas medievales llevaron a cabo políticas que buscaban dar visibilidad a este centro de culto y fomentar de tal modo las peregrinaciones. Entre ellos se encuentran los reyes Sancho de Navarra, su hijo Fernando I y Alfonso IX, quien dictó unas disposiciones a fin de favorecer a los peregrinos que iban a Santiago vel Sancti Salvatoris in Asturiis. Uno de los actos de mayor repercusión lo llevó a cabo Alfonso VI: ordenó la apertura del Arca Santa, un hito que marcó el comienzo de la época de apogeo de las visitas a la catedral de Oviedo.
En la pequeña capilla de la Cámara Santa se custodian las reliquias y tesoros, objetos de gran valor cristiano, que contenía el Arca Santa. Según un texto redactado por Pelayo, esta habría sido construida por discípulos de los apóstoles y trasladada a África desde Jerusalén por el mar Mediterráneo, y luego a Cartagena, durante la invasión musulmana. Después de muchos años, la habrían llevado a Toledo y, por último, el obispo San Julián y el príncipe Pelayo la habrían traído a Asturias en época de la invasión musulmana -siglo VIII-, y guardado en un monte cercano a Oviedo llamado Montsacro, en el interior de una cueva que tiene por nombre el de Santo Toribio de Astorga. El recipiente es de base rectangular, de 1,18 por 0,90 y de 0,82 metros de altura, de madera de roble recubierta con láminas de plata, con una inscripción en los laterales de la chapa de cubierta que asegura que fue fabricada por mandato de Alfonso VI.
Entre las reliquias que antaño guardó, ya que actualmente estas se hallan repartidas en los expositores de la capilla, la más importante es el Santo Sudario, un lienzo que, según narran los Evangelios, se colocó en el rostro de Jesús cuando lo bajaron de la cruz y se limpió el sudor y la sangre que brotaba. Desde el siglo IX se muestra públicamente cuatro veces al año: cuando se inicia el Jubileo de la Santa Cruz el 14 de septiembre, cuando se concluye el 21 del mismo mes, el Viernes Santo al finalizar la celebración de la Pasión del Señor y al final del ejercicio del vía crucis. Otras de las reliquias son un pedazo de una sandalia que habría pertenecido al apóstol San Pedro, cinco espinas que pertenecieron, según la tradición, a la corona que le pusieron a Jesús en presencia de las autoridades de Jerusalén -se guardan en un relicario del siglo XX sostenido por dos ángeles-, y la llamada cruz de Nicodemo, de estilo románico, de la que se cree que contiene un trozo de la cruz de Cristo.
En la Cámara Santa se custodian otras cuatro arquetas que contienen los restos de miembros de la Iglesia católica: San Julián, que fue arzobispo de Toledo; San Serrano; San Eulogio, sacerdote de la Diócesis de Córdoba en época de la invasión musulmana; Santa Lucrecia y San Vicente, que fue abad del monasterio de San Claudio de León. Por último, alberga las cruces de los Ángeles y de la Victoria. La primera, símbolo de la catedral de Oviedo, fue regalada a la catedral por Alfonso II el Casto. Es de madera de cerezo revestida de oro fino y enriquecida con objetos que pertenecieron al emperador Augusto. Por su hermosura da la impresión que fue fabricada por manos de ángeles, como así se la denomina desde tiempos antiguos.
La cruz de la Victoria fue donada por Alfonso III el Magno. Es de madera de roble y también está revestida toda ella de oro fino. En el apostolado de la Cámara Santa el apóstol Santiago aparece representado con indumentaria peregrina.
La basílica primitiva de San Salvador levantada por Fruela I fue destruida a finales del siglo VIII. El monarca leonés en ese momento, Alfonso II, ordenó su reconstrucción y ampliación, creando así los templos exentos de la Cámara Santa -sobre una construcción preexistente dedicada a Santa Leocadia- y de la Virgen María, destinado a panteón real. Según apuntan fuentes históricas, habría mandado que la nueva basílica ovetense se realizara a semejanza de la de Lugo. La obra fue consagrada en el año 802 por los obispos de Iria, León, Salamanca, Ourense y Calahorra. Siglos después, a comienzos del XII, el rey Alfonso IV acomete importantes cambios: la reforma de la Cámara Santa y la construcción de una torre, actualmente conocida como torre vieja o románica.
Este edificio románico se mantuvo en pie hasta finales del siglo XIV, cuando comenzó la construcción de la actual catedral, que duró hasta mediados del siglo XVI. En este proceso la basílica se configuró como la obra insigne del gótico asturiano, pues abarca, una a una, las diferentes etapas que jalonan la evolución de este estilo en la península desde el siglo XIII al XVI. Las aportaciones más significativas fueron la creación de la capilla Mayor y el comienzo de las obras del claustro, en el siglo XIV; en el XV se rematan los brazos del crucero y se inicia la talla del retablo del altar principal, y en el XVI se concluye el pórtico de entrada al templo y la torre principal, denominada torre gótica o nueva.
Posteriormente, se levantaron las capillas barrocas de Santa Eulalia y Santa Bárbara (s. XVII) y ya en el siglo XVIII se remata su configuración con la construcción de una girola -elemento característico de los antiguos templos románicos en rutas de peregrinación- por iniciativa de Tomás Reluz, obispo de Oviedo.
El conjunto catedralicio resultó dañado por los enfrentamientos de la Revolución de Octubre de 1934 y la Guerra Civil: la Cámara Santa y su tesoro, la sala capitular del claustro, las capillas de San Ildefonso y Santa Bárbara y el remate de la torre, algo de su mobiliario y sobre todo, las vidrieras. Fue preciso reconstruir estos elementos y el proyecto corrió a cargo del arquitecto Luis Menéndez-Pidal Álvarez.
La superposición de diferentes fases constructivas y reformas a las que ha sido sometida, han hecho del edificio actual una muestra de heterogeneidad estilística, con elementos que datan desde la Baja Edad Media hasta la actualidad.
Exteriormente, los elementos que la distinguen son una impresionante fachada presidida por un pórtico, las dos torres y numerosas vidrieras que envuelven el interior del templo en una luz misteriosa. El pórtico consta de tres puertas rematadas en arcos de bóveda de crucería profusamente decorados, con multitud de cenefas y animales fantásticos. La mayor de las portadas, y de decoración más sobresaliente, es la central. Está coronada con un relieve de la Transfiguración de Jesús, hecho en el que, siguiendo el Evangelio según San Mateo, estuvieron presentes los apóstoles Santiago, Pedro y Juan. En un bajorrelieve se encuentran las figuras de Fruela I y Alfonso II el Casto. Más abajo, en dos medallones, están representados como niños Jesús y San Juan.
La torre gótica o nueva también forma parte de la fachada. Se inspira en la edificada iglesia de San Tirso. Tiene ochenta metros de altura y cuatro pisos. Es de planta cuadrada, pero en sus ángulos aparecen pináculos que brotan unos de otros y trepan, de manera que disminuyen gradualmente su anchura hasta el último cuerpo. Así, se estrecha en dirección ascendente, se suaviza la dureza de la esquina y adquiere una apariencia esbelta y elegante. La remata un capitel o flecha afiligranada de diecisiete metros de alto, que está formada por ocho paños calados cuyos lados miden tres metros cada uno.
La torre de la izquierda, aunque más pequeña, es una obra maestra que se sitúa en los albores de la arquitectura románica en el Reino de León. Sobre una base prerrománica de sillarejo se levantaron los dos pisos cuadrangulares de sillería románica. Cada cara dispone de dos vanos rodeados por arquivoltas de medio punto sobre columnas. Los motivos entrelazados de los capiteles son aves afrontadas, cabezas de animales, bolas y piñas; todo ello, por su antigüedad, está muy relacionado con el prerrománico.
Desde el punto de vista arquitectónico también sobresale el claustro, que constituye el conjunto gótico más antiguo de Asturias, donde conviven el gótico clásico, el manierista y el flamígero.
Tan pronto se accede al interior del templo se encuentran las capillas de Santa Eulalia y Santa Bárbara, al lado izquierdo y derecho respectivamente. Al fondo de la nave principal se yergue la capilla Mayor, la parte más antigua del templo gótico, cuya construcción se documenta entre 1382 y 1412, dentro de la tendencia clásica del gótico francés. Gran parte de ella está oculta tras un impresionante retablo, uno de los más importantes del estilo hispano-flamenco entre cuantos existen en España. Lo integran veintitrés escenas realizadas en relieve de la vida, pasión, muerte y resurrección de Cristo y la vida de la Virgen, acompañados de abundantes esculturas de profetas, apóstoles, evangelistas y santos. Este majestuoso conjunto está realizado en madera dorada con figuras en relieve policromadas; mide doce metros de altura y otros doce de anchura. Se divide verticalmente en cinco cuerpos, de los cuales el central consta de cuatro compartimentos mientras los otros cuatro tienen cinco cada uno.
Por su relevancia para los peregrinos, destaca una imagen románica del Salvador que sostiene al mundo con la mano izquierda y bendice con la derecha. Está emplazada en un ángulo del crucero y es muy venerada por los caminantes jacobeos. [XIV]