Según determinadas tradiciones compostelanas el primer culto a Santiago el Mayor habría tenido lugar justo después del traslado de sus restos desde Palestina a Galicia, tras construirse el sepulcro donde fue enterrado, en la actual Compostela. Este remotísimo culto habría sido iniciado por sus discípulos Teodoro y Atanasio, tras levantar en el lugar un primer altar a él dedicado.
Al margen de la tradición literaria compostelana, lo cierto es que no hay noticias documentadas de un culto específico hasta el descubrimiento, en la futura ciudad de Santiago, de lo que fueron considerados sus restos. Únicamente se puede intuir la existencia de alguna posible actividad anterior en este sentido siguiendo el contenido del himno litúrgico asturiano O Dei verbum, de finales del siglo VIII. En el ya se señala a Santiago como patrón hispano, lo que debería llevar implícito un determinado culto popular.
La mención más antigua de la existencia de un culto cierto a Santiago aparece en una donación el año 834 del rey asturiano Alfonso II el Casto. Se señala en ella que este monarca, avisado de la aparición del cuerpo de Santiago, acudió al lugar con su familia. Tras venerar los restos, mandó construir el primer templo para el culto al Apóstol; nace así el que fue denominado como el locus Sancti Jacobi. El documento se conoce gracias a una copia incluida en el Tumbo A (1129) de la basílica compostelana, por lo que ha suscitado ciertas dudas.
Fernando López Alsina, el gran estudioso de los orígenes de Compostela, sostiene que la organización del culto a Santiago en el espacio sepulcral habría tenido lugar ya hacia el año 825, periodo aproximado de descubrimiento de la tumba atribuido al ermitaño Paio y al obispo Teodomiro.
El apoyo casi continuado al sepulcro compostelano de los reyes asturianos y leoneses que siguieron a Alfonso II fomentó el prestigio de Santiago como protector del reino y de sus monarcas y, en consecuencia, favoreció la rápida consolidación de su culto en la Hispania cristiana durante la Edad Media.
Especialmente reveladoras de esta expansión son las numerosas iglesias dedicadas a Santiago que los monarcas y la Orden de Santiago promovieron en los distintos territorios que iban conquistando hacia el sur a los musulmanes. El último ejemplo de esta disposición lo ofrecen los Reyes Católicos, quienes concluyen la conquista territorial peninsular en 1492 fundando la iglesia de Santiago de Granada. Relevancia tuvo también la Orden de Cluny, que adoptó la peregrinación compostelana como uno de sus emblemas peninsulares y fomentó su culto allí donde lo consideró oportuno.
La devoción por Santiago se extenderá también a las aventuras ultramarinas de los siglos XV-XVI. En las islas Canarias, puente entre España y América, se funda la iglesia grancanaria de Santiago de Gáldar, donde se consolida un culto apostólico tan arraigado que dio lugar a la concesión del segundo año jacobeo del mundo, tras el de Santiago de Compostela. También los conquistadores de América llevarán con ellos el culto santiaguista, invocándolo como protector de sus soldados. Estaba todavía muy próxima la huella medieval, en la que este apóstol aparecía como el gran protector de los ejércitos y gentes cristianas peninsulares.
En América, la veneración que le dispensaban los españoles se transmitirá pronto a los indígenas, dando lugar a una especie de sincretismo religioso donde se rinde culto a un Santiago reconvertido en protector de los pueblos autóctonos. Nace, por ejemplo, la figura del Santiago mataespañoles, al que se dedican diversas representaciones. La asimilación llegará incluso a determinados colectivos afroamericanos que lo invocarán en sus prácticas mágico-religiosas, rindiéndole un culto específico en unas singulares ceremonias y ritos que han llegado al presente.
El temprano éxito de la peregrinación a Santiago en distintos puntos de Europa -están documentados peregrinos ultrapirenaicos desde la primera mitad del siglo X- hizo que estos llevasen con ellos, a su vuelta, el ansia de practicar un culto estable al santo por el que habían peregrinado a Compostela. Surgirán así por gran parte de Europa -Francia, Italia, Alemania, Polonia, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Reino Unido, etc.- varios cientos de templos y algunos monasterios dedicados a este santo, promovidos por peregrinos y determinados gremios y colectivos que, en algún caso, lo llegaron a tener como patrón. Desde finales de la Edad Media este culto se vio reforzado en determinados ámbitos por la actividad de numerosas y bien organizadas cofradías de Santiago, formadas por ex peregrinos y otros fieles.
Sin embargo, la Reforma protestante será un duro varapalo para el culto jacobeo en determinadas zonas de Europa, especialmente en el norte de Alemania y otras territorios limítrofes. Desde el siglo XVI algunas iglesias cambiarán de advocación y otras entrarán en una irrefrenable decadencia. Sin duda, sufrió más el culto a Santiago, que decayó en algún caso hasta desaparecer en determinadas zonas, que la propia peregrinación, a la que siguieron fieles muchos devotos católicos.
La Revolución francesa y la nueva mentalidad industrial llevarán a este culto europeo a su casi total desaparición en la mayoría de los países. En las últimas décadas, al amparo del renacer contemporáneo de las peregrinaciones, los templos que lograron sobrevivir en varios países han recuperado parte de su perdida identidad histórica, en una actividad fomentada sobre todo por las entidades jacobeas surgidas desde los pasados años ochenta. Un fenómeno parecido está sucediendo en España. [MR]