También conocida como Camino de Tours. La más occidental de las cuatro grandes vías jacobeas históricas de Francia, en el pasado fue conocida como el Gran Camino, lo cual ya nos puede dar una idea de cual era su pujanza. A él confluían bálticos, escandinavos, flamencos, holandeses, normandos, bretones y los ingleses o irlandeses desembarcados en Dieppe, Dinan, Caen o procedentes del Mont-Saint-Michel, en su mayor parte a través de Bretaña. Descrito con detalle por Aymeric Picaud, que no en vano era poitevino y lo conocía bien, y defendido con ahínco por René de La Coste-Messelière, el que fue fundador y presidente de la primera asociación europea de Amigos del Camino de Santiago, en el presente es un itinerario que se ve obligado a superar algunas trabas, así la penosa partida de París, la monotonía del paisaje por la meseta poitevina o antes y después de Burdeos y, sobre todo, el exceso de asfalto en la mayor parte de la traza histórica. Por discurrir casi siempre por inmensas planicies, la ruta es de fácil realización, especialmente para los ciclistas. Del mismo modo que los caminos de Arles, Vézelay y Le Puy, figura inscrito en la declaración de la UNESCO, realizada en 1998, que identifica como Patrimonio Mundial los cuatro itinerarios jacobeos mayores de Francia. Desde Tours faltan 1.428 km hasta Compostela, y unos 250 más si el peregrino comienza en París, lo que supone un mes de marcha únicamente en territorio francés.
Aymeric Picaud avanza por el itinerario como por su casa, pues no en vano debía ser, en opinión de Raymond Oursel, “el único que conoce de verdad el autor de la Guía, por haberlo recorrido personalmente”. Como es habitual, se centra en los templos para la devoción de las reliquias, que eran la ciudad de Tours con el cuerpo de San Martín; Poitiers, donde estaba depositado el de San Hilario; Saint-Jean-d’Angély, que decía poseer el cráneo de San Juan Bautista; Saintes, con el cuerpo completo de San Eutropio; Blaye, que tuvo los de San Román y el del par carolingio Roldán, elevado en el medievo a la categoría de mártir; y Burdeos, con el de San Severino.
París sigue manteniendo viva la llama del espíritu jacobeo, en gran medida por la labor desarrollada por su Société des Amis Saint-Jacques-de-Compostelle, fundada por René de La Coste-Messèliere en 1950, que cuenta con el Centre Européen d’Études Compostelanes y ha desarrollado numerosas actividades para promover los estudios en torno al Camino de Santiago en Francia y la identificación de los itinerarios históricos. La ciudad poseía el hospital Saint-Jacques y la iglesia del mismo título, punto de reunión de las caravanas de peregrinos; de ella hoy sólo queda en pie una torre gótica exenta, a partir de la cual se enfila la calle y la puerta Saint-Jacques para iniciar o proseguir la marcha hacia el sur. En las afueras de París, y hasta las inmediaciones de Tours, el itinerario se bifurcaba en dos grandes ramales clásicos: a poniente por Chartres, con su irresistible catedral gótica, y el valle del río Loira; al este, algo más directo, el itinerario por Orleáns, que también coincidía con la ruta empleada por los peregrinos de Rocamadour. Ambos confluyen en Tours, donde para acceder al casco antiguo es preciso flanquear un puente sobre el Loira, que tiene alguno de sus apoyos en la isla de Santiago.
Superado el Indre en Montbazon, dominado por su torre feudal y con hospital de pobres y peregrinos del siglo XV, las llanuras de la Touraine se prolongan por Sainte-Catherine-de-Fierbois, con una capilla -la actual iglesia gótica- que en el siglo XIV era afamada por sus milagros, pues allí Juana de Arco había descubierto, oculta tras el altar, la espada de Carlos Martel; Sainte-Maure, cuya parroquial neogótica esconde una cripta románica primitiva con las reliquias de las vírgenes Maure y Brite; o La Celle-Saint-Avant, con un nuevo templo románico del siglo XI. La ruta cruza poco después el río Creuse para entrar en el valle del Vienne, que se introduce en el Poitou. El país pictavino o poitevino era, en opinión de Aymeric Picaud, natural del lugar, “tierra fértil, excelente y llena de todo género de bienes”, ocupada por gentes hábiles en la guerra y muy hospitalarias. Su primera gran población es Châtellerault, generosa en recuerdos jacobeos como la iglesia dedicada al apóstol, que guarda una expresiva y célebre imagen del Santiago Peregrino (s. XVII). Para alcanzar la capital de la región es necesario progresar por el valle del Clain, donde Carlos Martel frenó el avance de los musulmanes en 732.
Poitiers, donde se visitan varios templos medievales (Saint-Hilaire, Sainte-Radegonde, Nôtre-Dame-la-Grande, etc.), es la primera cuenta de una serie de poblaciones relevantes, con fehacientes testimonios de la peregrinación, que se van sucediendo en el Poitou y la Saintonge. Aún a la primera región pertenecen Lusignan, para siempre unida al hada Melusina, aunque también posee el antiguo priorato benedictino con templo del siglo XII, y Melle, conjunto medieval con iglesias de Saint-Pierre, Saint-Savinien y, sobre todo, Saint-Hilaire, con su característica cabecera benedictina de ábsides escalonados y la presencia en el pórtico norte de una estatua ecuestre que se ha querido identificar con el emperador Constantino. Ya están ubicadas en la Saintonge Aulnay, con su soberbio templo románico de Saint-Pierre, especialmente significado por la riqueza escultórica e iconográfica de sus portadas, Saint-Jean-d’Angély, Saintes y Pons.
El Bordelais, señalizado en la antigua vía por la Croix des Pèlerins, comienza poco antes de Blaye, y al otro lado de La Gironde, que era preciso cruzar en barca, estaba Burdeos. Por esta zona se unían nuevos peregrinos embarcados, que llegaban a Bourgneuf, La Rochelle o Soulac. La marcha por el Caumin Romiou, en parte coincidente con la calzada romana de Bvrdigala (Burdeos) a Astvrica (Astorga), en la Edad Media conocida como Vía Aquitana por ser considerada una prolongación de la procedente de Narbo Martivs (Narbona), se torna cansina por las Grandes Landas, reforestadas por Napoleón III hasta convertirlas en el mayor bosque de pinos de Europa, pero en el pasado inhóspitas e insalubres, escasas de fuentes e infestadas de insectos que transmitían enfermedades. Ofrecían su apoyo a los peregrinos los hospitales de Le Barp, Mons, Labouheyre y Taller.
En Las Landas, ayer y hoy, es posible elegir entre continuar hacia el Béarn y la Baja Navarra, a través de Dax (catedral del siglo XVII) u optar por el itinerario vasco de Bayona, muy popular en la Baja Edad Media, que puede enlazar con el Camino Norte o, a través del itinerario de San Adrián, directamente con el Camino Francés en Burgos. La primera vía, que se corresponde con la ruta histórica del siglo XII, cruza las gaves de Pau y Olorón junto a la abadía de Sorde, para fundirse con el Camino de Vézelay y, poco antes de Ostabat, también con el de Le Puy. [AP]