También estrella de Santiago. Símbolo jacobeo que tiene su origen en las milagrosas luminarias que revelaron (s. IX) el lugar donde permanecía olvidado el sepulcro del apóstol Santiago el Mayor. Se representa casi siempre como una estrella de ocho puntas, aunque hay algunos ejemplos de cinco y otras variadas formas interpretativas. Se puede ver sobre todo en la ciudad de Santiago, especialmente en la iconografía de la fachada del Tesoro, en la plaza de As Praterías, entorno en el que también se sitúan la casa del Cabildo, que la incluye de forma destacada culminando su fachada, y la fuente de los Caballos, rematada con esta misma representación. En el interior de la catedral, la más notable presencia se localiza en la cripta, sobre el arca que guarda los restos de Santiago.
Esta imagen se debe a que la estrella y el arca son los elementos representativos del Cabildo de la catedral compostelana -aparecen también en el escudo de la ciudad-, al acoger los restos del apóstol Santiago. Pese a ello, no han faltado alusiones a la relación de este símbolo con los orígenes remotos de la tradición compostelana, con connotaciones paganas.
En cualquier caso, es difícil ver esta representación fuera del entorno compostelano y tampoco ha tenido la repercusión popular que alcanzaron otros símbolos jacobeos, como la concha de vieira y el bordón. Se debe en gran medida a que la iconografía de la estrella, al no formar parte del atuendo habitual de los peregrinos, pasó más desapercibida. Es cierto también que su representación iconográfica es tardía -surge sobre todo en los siglos XVI y XVII- y siempre vinculada al restringido e iniciado entorno eclesiástico de la catedral compostelana, que nunca se preocupó por expandir el significado de la estrella como emblema jacobeo, aunque lo utilizó con profusión en su ámbito. Es habitual que peregrinos y visitantes de la ciudad pregunten por el significado de la estrella que observan en los lugares señalados.
Las alusiones a las estrellas como reveladoras del sepulcro del apóstol Santiago no aparecen en los primeros textos que narran este hecho de los siglos XI y XII. Se afirma que el hallazgo se produjo mediante unas extrañas luminarias, unas luces que llamaron la atención del ermitaño Paio y las gentes del lugar. No se cita en ningún momento la palabra estrella. Sin embargo, la expansión popular del hecho hizo que con el tiempo este término, muy evocador y expresivo, fuese el utilizado casi en exclusiva. Iconográficamente era también la solución más idónea para representar dichas luces, y así lo podemos observar en la iconografía, tal y como señalamos.
Quizá por la imposición de esta doble realidad -la expresiva y la iconográfica- la estrella aparece como el elemento a través del que se revela el sepulcro en el documento más decisivo para el renacer contemporáneo de las peregrinaciones compostelanas. Nos referimos a la bula Deus Omnipotens (1884), con la que el papa León XIII reconocía la tradición sacra compostelana, el valor universal de su peregrinación y, sobre todo, las reliquias de Santiago y de sus discípulos Teodoro y Atanasio.
Recogiendo una tradición que venía cuando menos de la Baja Edad Media, en esta bula no se habla ya de luminarias. Todo el protagonismo es para la estrella: “Y en los comienzos del siglo IX, reinando en España Alfonso llamado el Casto y siendo Teodomiro obispo de la Iglesia de Iria Flavia, encima del subterráneo que encerraba las reliquias de Santiago y sus dos discípulos apareció [según refiere la tradición constante] una estrella muy luminosa, como desprendida del cielo, que con su fulgor indicaba el lugar donde fueran sepultados los restos sagrados.”
La presencia de la estrella en la simbología compostelana también se ha intentado explicar desde posiciones menos ortodoxas.
Desde principios del siglo XX algunos estudiosos -en España destacó Américo Castro- han comentado la posibilidad de que el hallazgo del sepulcro de Santiago no fuese más que el resultado de la cristianización de un lugar de culto a los Dióscuros, los hermanos de la mitología griega que, como Santiago y su hermano Juan, hijos del Trueno, eran hijos de Júpiter, dios de los rayos y las tormentas, un Júpiter que, además, los colocó eternamente en el cielo como estrellas para que allí permaneciesen siempre juntos, por el amor que se profesaban. Es muy antigua la identificación de los Dióscuros con las estrellas nocturnas y del amanecer.
Al margen de estas consideraciones, en las historias oficiales surgidas en el entorno de la Iglesia compostelana, las alusiones mítico-simbólicas a la estrella están presentes en varios textos. Destaca, sin duda, la alusión tan directa que realizan las versiones más antiguas de la Epístola del papa León (ss. IX-XI), donde por primera vez se narra el traslado por mar del cuerpo de Santiago desde Palestina a Galicia. Al llegar la nave a la confluencia de los ríos Sar y Ulla, el cuerpo se eleva de pronto y desaparece en dirección al sol. Lo encuentran posteriormente los discípulos en su lugar de enterramiento. Es, por tanto, la estrella solar la que conduce el cuerpo de Santiago hacia su destino definitivo.
En la Historia de Turpín, el libro IV del Codex Calixtinus (s. XII), los orígenes jacobeos se vuelven a vincular sin atisbos de duda con el universo estelar. Se presenta al emperador franco-alemán Carlomagno como gran aficionado a la astronomía y se señala que una noche se le apareció Santiago para revelarle que el camino de estrellas que veía en el cielo era el que llevaba hasta su sepulcro. Le pide que lo siga y lo libere. Esta ruta coincide, por supuesto, con la trazada por la Vía Láctea de este a oeste en el hemisferio norte.
La cultura popular mantuvo una relación constante entre el mundo jacobeo y el universo estelar. Las estrellas de la Vía Láctea son, según antiguas creencias populares, almas de personas que en vida no hicieron la peregrinación a Santiago de Compostela.
Uno de los más destacados defensores contemporáneos de la simbología estelar como inseparable de lo jacobeo ha sido el francés Louis Charpentier. Sostiene, en línea con otros autores, que el Camino de Santiago tendría su origen en un antiguo itinerario marcado en cielo por las estrellas. Trascurre, como lo hace el Camino Francés actual, entre dos líneas paralelas que se corresponden con las latitudes 42º 30º y 42º 50º, siguiendo la Vía Láctea. Su destino eran los límites de la Tierra. Entre otros argumentos, apoya su teoría en los diversos topónimos de ese itinerario que tienen que ver con el cosmos y las estrellas.
Destacan la iglesia de Eunate -se ha interpretado, por su etimología en euskera, como una puerta para la ascensión de las almas a las estrellas- y Estella, cuyo topónimo vinculan indefectiblemente con el latín stella [estrella].
Pero sin duda es el propio topónimo de Compostela el que ha despertado los más apasionados debates. Los estudios más documentados llegan a la conclusión de que este término deriva de compositum tellus ‘tierra bien compuesta o hermosa’. Sin embargo, la versión más exitosa ha sido la que lo hace derivar de campus stellae ‘campo de la estrella’. En cualquier caso, ambas conclusiones -la científica y la popular- no acaban de despejar el misterio que encierra el espacio donde apareció el sepulcro y la misteriosa luz o estrella que lo reveló.
Para el estudioso y ex deán del Cabildo compostelano Jesús Precedo Lafuente, por la tradición se acepta que fue una estrella la que reveló el lugar del sepulcro, pero (añade) “es cierto que siempre conduce [la estrella] a Dios, marcando el camino hacia Él”. Es una forma eficaz de resolver desde la perspectiva eclesiástica una cuestión que permanecerá en el trasfondo del origen del mundo jacobeo. [MR]