Ruta Jacobea que se extiende de este a oeste por todo el norte de España. Parte desde las comunidades autónomas de Aragón y Navarra, y cruza La Rioja, Castilla y León, y Galicia. Sus puntos de inicio son la histórica localidad de Roncesvalles (Navarra) y, algo más al sudeste, el puerto de Somport (Aragón), en ambos casos en la cordillera de los Pirineos y desde los límites con Francia. La meta es la ciudad gallega de Santiago de Compostela.
Recibe su histórica denominación por ser un itinerario procedente de Francia y por el carácter de paso franco -y de francos-, que ha sido, a lo largo de la historia, una condición indisociable de esta ruta, más que de ninguna otra que también se ha denominado a lo largo de la historia de esta forma. Por este motivo, en alguna ocasión ha sido citado también como Vía Francígena. En el presente se prefiere reservar esta denominación de forma exclusiva para la ruta que por Francia e Italia se dirige a la ciudad santa de Roma, con ramales reconocidos que la enlazan con las rutas compostelanas.
El tramo del Camino Francés que entra por la comunidad foral de Navarra se conoce como Camino Navarro, en tanto que el que discurre por Aragón se acostumbra a citar como Camino Aragonés. Al respecto, algunos autores sostienen que el Camino Francés en sentido estricto es el Itinerario de Roncesvalles, en el que confluyen, todavía en territorio galo, tres de las cuatro grandes vías históricas por ese país (podiense, lemovicense y turonense). Sea como fuere, el Camino Francés es, en su conjunto, el Camino de Santiago por antonomasia, al que se refieren la gran mayoría de publicaciones y personas cuando aluden, sin más precisiones, a la Ruta Jacobea.
En la Edad Media -entre los siglos XI y XV- vivió su periodo de mayor esplendor y se convirtió en la gran arteria para el espíritu y la cultura, uniendo no sólo gentes, sino también pueblos, ciudades, comercio y arte continental en un único ámbito de convivencia que, pasando el tiempo, se ha considerado como uno de los primeros y grandes ejemplos históricos de europeidad. Por este motivo, en 1987 fue declarado el primer Itinerario Cultural Europeo por el Consejo de Europa. Algo más tarde, en 1993, recibió el reconocimiento de la Unesco como Bien Patrimonio de la Humanidad, una distinción que en 1998 se hizo extensible a las cuatro grandes vías de peregrinación y a algunos tramos complementarios que, a través de Francia, acaban confluyendo, Pirineos por medio, en el Camino Francés.
Estos premios no sólo valoraron la histórica aportación de esta vía a Europa; incidieron también en el hecho de que el Camino Francés lograse renacer y convertirse de nuevo, tras casi dos siglos de abandono y olvido, en una senda viva y en un espacio de encuentro plural, solidario y abierto, valorado como un ejemplo de convivencia intercultural único en el mundo. Este renacimiento es un fenómeno que comenzó a percibirse a mediados de los años cincuenta del siglo XX y que se evidenció con una fuerza inusitada desde finales de los ochenta hasta el presente. En este sentido, el poder arroyador del Camino Francés hizo que su propio éxito fuese el de las demás rutas jacobeas históricas, que también han logrado revivir al amparo de su prolongada y amable sombra.
El Camino Francés recorre 849 km entre el puerto de Somport (la máxima altura de todos los itinerarios jacobeos con 1.632 m) y Santiago, en tanto que desde Roncesvalles la distancia es algo menor, ya que apenas supera los 750. Se suele incluir como parte de esta ruta el trazado desde la localidad francesa de Saint-Jean-Pied-de-Port, situada 24 km antes Roncesvalles, al otro lado de los Pirineos. De esta población, como de Roncesvalles, parten gran número de peregrinos. Los ramales navarro y aragonés confluyen, para hacerse uno solo, en las localidades navarras de Obanos y Puente la Reina, desde donde quedan hasta Compostela 686 y 684 km respectivamente. Estas distancias pueden variar, por supuesto, en función de los itinerarios alternativos escogidos en los distintos tramos de la ruta que ofrecen esta posibilidad.
Dejando al margen determinadas teorías que llevan el origen del Camino Francés a una inconcreta ideación precristiana de un itinerario mítico hacia el extremo occidental, lo cierto es que esta ruta comienza a ser una realidad histórica concreta en el siglo XI. Sorprenden determinadas noticias que apuntan a la presencia en el santuario compostelano de peregrinos, llegados desde lejanos orígenes, ya en el mismo siglo del descubrimiento (hacia los años 820-830).
En el siglo X este hecho se confirma -destaca la peregrinación del obispo francés de Le Puy, Godescalc-, pero no sabemos con precisión el itinerario que siguen. Sin embargo, conocemos perfectamente, con todas las excepciones que se quieran, el itinerario que la gran mayoría de los peregrinos ultrapirenaicos siguen desde el siglo XI. Es una ruta coincidente en muchos casos de forma exacta con el actual trazado del Camino Francés, que, a su vez, es el resultado de las cuatro grandes vías jacobeas francesas (tolosana, podiense, lemovicense y turonense) que desembocan en los Pirineos y entran en España por Somport y Roncesvalles.
Esto fue posible por la coincidencia en el tiempo de una serie de factores que hicieron de especial interés para casi toda la sociedad norteña peninsular la presencia de peregrinos ultrapirenaicos que aportaban, con su paso, cultura, economía y desarrollo social en general. La existencia de una mentalidad europea que veía en la peregrinación una de las mayores realizaciones espirituales supo ser entendida y aprovechada por una serie de monarcas de los reinos cristianos peninsulares del siglo XI que respondieron con hechos a la incipiente demanda. Abrieron trazados, construyeron puentes, promovieron hospitales, etc., y contaron para ello con el apoyo de la propia Iglesia -fue de gran valor la colaboración de los monasterios, por ejemplo- y de la nobleza. En este sentido, la historia ha situado en lo más alto del pedestal jacobeo a monarcas como Sancho Garcés III el Mayor, rey de Navarra (1004-1035), Fernando I de León y Castilla (1035-1065), Sancho Ramírez de Navarra y Aragón (1063-1093) y Alfonso VI de León y Castilla (1065-1109).
El resultado más visible y acabado de todo este esfuerzo, en el que el apoyo francés no fue menos decisivo, se constata en el Codex Calixtinus de la catedral compostelana, que se difundió por el continente en gran número de copias manuscritas que, en su conjunto, se conocen como el Liber Sancti Jacobi. En esta obra referencial de la cultura europea, no sólo encontramos la esencia y el ideario de la peregrinación jacobea, sino también -y esto acabaría siendo esencial para el actual renacer de la ruta- una completa y descriptiva relación de lugares, ciudades y santuarios por los que pasaba, así como la referencia a los servicios que se prestaban. El Calixtinus se elabora en las décadas centrales del siglo XII, cuando el Camino Francés, ya perfectamente definido, alcanza su mayor apogeo, con años y momentos en los que llegaban a reunirse en Santiago unos mil peregrinos al día de toda Europa, según distintas estimaciones. Casi todos ellos procedían de esta ruta, a lo largo de la que surgen nuevas poblaciones francas, se potencian las existentes y se levantan algunos de los más logrados templos románicos de Europa.
El siglo XII, en todo caso, será el último en el que la Vía francesa reciba todo tipo de protecciones y apoyos. Desde el XIII, coincidiendo con el desplazamiento del centro de poder de los reinos cristianos hacia el centro y este peninsular, el Camino comenzará a interesar bastante menos a los nuevos monarcas. Pese a todo, el flujo peregrinatorio no se interrumpirá y seguirá muy vivo, aunque con altibajos, durante el resto de la Edad Media. Desde los siglos XIV y XV comenzarán a surgir nuevas vías secundarias desde el sur y centro peninsular que también canalizarán nuevos peregrinos, al tiempo que nace, con cierta pujanza, la ruta marítima del Camino Inglés.
Entre los siglos XVI y XIX el Camino Francés entrará en una lenta pero irreversible decadencia que llevará a la casi total desaparición de su extensa y ejemplar red asistencial, al tiempo que pasa a ser un elemento socioeconómico cada vez de menor interés. Las múltiples causas de esta decadencia, como lo fueron el cambio en la mentalidad y la sociedad europea, nuevas alternativas espirituales, etc., llevarán a su casi total olvido a principios del siglo XIX. Sin embargo, en la segunda mitad de esta misma centuria comienzan en Francia los primeros estudios de esta ruta, que poco a poco la irán descubriendo, tanto en su relevancia histórica como en su valor como senda todavía adecuada para ser transitada. Este proceso culmina en la segunda mitad del siglo XX, cuando, al amparo del renacer del propio santuario compostelano, la sociedad europea descubre, a través de numerosas investigaciones y esfuerzos políticos a nivel continental, el enorme potencial de este itinerario para el fomento no sólo de los valores espirituales, sino también como elemento de integración europea y como espacio de encuentro para la cultura y para el cultivo de las relaciones humanas.
Tal será el amplio espectro de gentes y sentimientos que concita de nuevo esta ría, ya en los años ochenta, que los obispos del Camino Francés se reúnen en 1988 -antes todavía del boom de los noventa- para expresar su preocupación en un documento titulado significativamente ‘El Camino para la peregrinación cristiana’. Aceptan y apoyan su recuperación pero advirtiendo que debía seguir siendo, como antaño, “un camino de conversión y de fe en Jesucristo, de comunión eclesial y, por tanto, de reconciliación, de unidad y de paz entre todos los hombres y pueblos de nuestra España y de Europa entera”.
El Camino Francés es el resultado de las cuatro grandes rutas jacobeas que cruzan Francia desde el norte, centro y sur del país. Tres de ellas -las que salen de París (Vía Turonense), Vézelay (Vía Lemovicense) y Le Puy (Vía Podiense)- entran en España por Roncesvalles, después de cruzar los Pirineos, y la cuarta -la Vía Tolosana, con punto histórico de origen en Arlés- lo hace por Somport y se dirige a Jaca, en Aragón. Todas se unen en Obanos y Puente la Reina, Navarra, donde atraviesan el río Arga por su histórico puente románico.
El libro V del Códice Calixtino, que nos legó el trazado medieval de estos itinerarios y del propio Camino Francés, lo cuenta así en su capítulo I: “Son cuatro los caminos a Santiago que en Puente la Reina, ya en tierras de España, se reúnen en uno solo”. Y cita en primer lugar el que va “por Saint-Gilles [se refiere a la ruta de Arlés, donde un sepulcro alberga los restos mortales de este santo, con muchas parroquias acogidas a su patrocinio, como la de San Gil Abad de Burgos], Montpellier [donde nació San Roque, representado con los atributos del peregrino jacobeo], Toulouse [que da nombre a esta ruta, conocida como Vía Tolosana] y el Somport [donde se encontraba el hospital de Santa Cristina, destacado en el propio Codex]”.
Respecto a la Vía Podiense, la que siguió Gotescalco, obispo de Le Puy, a mediados del siglo X, indica que pasa “por Santa María de Le Puy, Santa Fe de Conques [donde estaba enterrado el cuerpo de esta virgen y mártir] y San Pedro de Moissac [cuya abadía es una de las joyas del románico que se expandió por el Camino]”. De la Vía Lemovicense señala que pasa por “Santa María Magdalena de Vézelay [donde se encuentra la abadía benedictina que guarda, según la tradición, los restos de esta pecadora arrepentida], por San Leonardo de Limoges [donde se venera el cuerpo de este santo eremita, uno de los cuatro que, según el Codex no podían ser movidos de sus sepulturas] y por la ciudad de Périgueux [con el cuerpo de San Frontón, obispo y confesor, del que la leyenda dice que recibió el báculo episcopal de manos del apóstol San Pedro]”.
La cuarta vía -la Turonense- señala el Calixtinus que pasa por “San Martín de Tours [donde se visitaban los restos de San Martín, de gran arraigo jacobeo por haber compartido su capa con un pobre, simbolizando así la hospitalidad que había que tener con los peregrinos], San Hilario de Poitiers [con los restos de este obispo y confesor], San Juan d’Angély [donde se venera la sagrada cabeza del precursor de Cristo, el Bautista], San Eutropio de Saintes [el Calixtinus recomienda a los peregrinos la visita a los restos mortales de este obispo y confesor] y Burdeos [aquí el citado texto medieval propone conocer las reliquias de San Severino, también obispo y confesor]”.
Por último, el Calixtino especifica que “el que va por Santa Fe [Vía Podiense] y el de San Leonardo [Vía Lemovicense] y el de San Martín [Vía Turonense] se reúnen en Ostabat y, pasado Port de Cize [probablemente se refiera al entorno de Saint-Jean-Pied-de-Port], en Puente la Reina se unen al camino que atraviesa el Somport [Vía Tolosana] y desde allí forman un solo Camino hasta Santiago”.
La guía del Calixtinus divide el Camino Francés en trece etapas hasta Compostela, sin duda pocas para un caminante a pie pero más accesibles para quienes se desplazaban en caballería. Actualmente cada peregrino puede escoger el itinerario que desee y repartirlo por etapas como mejor considere, ya que la abundancia de albergues y lugares de acogida en esta ruta está muy lejos de las limitaciones que transluce el viejo códice medieval en este sentido.
Las vías Podiense, Lemovicense y Turonense, tras unirse en un solo itinerario en las inmediaciones de Ostabat (Francia), siguen entrando en España, como en el medievo, por Roncesvalles, donde hay que visitar la capilla de Santiago, junto al Silo de Carlomagno, y la emblemática cruz de los Peregrinos.
La ruta de Somport, que recoge a los peregrinos de la Vía Tolosana, tiene su primer gran punto de referencia urbana en Jaca, sede episcopal del Reino de Aragón, con su catedral románica, que acoge los restos de San Indalecio, discípulo del apóstol Santiago, y su ciudadela. A esta ruta -Camino Aragonés- también se unían algunos peregrinos del llamado Camí de Sant Jaume, procedente de Cataluña, que en lugar de ir por Lleida y hermanarse así con el Camino del Ebro que se une al Francés en Logroño, iban y van desde Tárrega por Balaguer y entran en Aragón por Monzón y Huesca.
Tras la confluencia en Puente la Reina de los ramales aragonés y navarro, los peregrinos llegan a Estella, poblada por francos que se acogieron al fuero otorgado en 1090 por el rey Sancho Ramírez (1076-1094), lo que haría que Aymeric Picaud, posible autor del libro V del Códice Calixtino, se sintiese allí muy a gusto, afirmando que “es fértil en buen pan, óptimo vino, carne y pescado, y llena de toda suerte de felicidades”.
En Logroño, ya en La Rioja, se incorporan al Camino Francés los peregrinos procedentes de Zaragoza, llegados por el Camino del Ebro. Después de atravesar la puerta del Camino hay que dirigirse a la localidad riojana de Nájera.
El Camino Francés se encuentra con el llamado Camino Vasco del Interior, que parte de Bayona, en Santo Domingo de la Calzada, en La Rioja, donde, según la leyenda, el ermitaño Domingo, que da nombre al pueblo, construyó un puente sobre el río Oja y habilitó una calzada para facilitar el tránsito de los peregrinos a Santiago. Levantó, además, un hospital para darles acogida. La Orden de Santo Domingo continuó esta labor asistencial en otros lugares por los que pasa esta ruta. El propio arzobispo compostelano Alonso I de Fonseca (1460-1465) mandó en 1462 que en la ciudad de Santiago “se faga el reparo de los monasterios de Sant Francisco et Santo Domingo, porque para el tiempo de la gran perdonança, especialmente el día de Santiago, los peregrinos fallen donde sean receptados”. Los restos mortales de Santo Domingo son los primeros que, según el Códice Calixtino, debían ser venerados por los peregrinos a Santiago desde su entrada en España.
Por Villafranca de Montes de Oca, cuyo topónimo señala la presencia de francos en su población, se llega a Burgos. Antes hay que pasar los montes de Oca, donde murió un niño que acompañaba a sus padres en peregrinación a Santiago y resucitó por la intercesión del Apóstol, según se recoge en un milagro del libro II del Calixtino. Burgos, primera gran ciudad en la comunidad autónoma de Castilla y León, tiene por patrón a San Lesmes, perteneciente a la Orden benedictina y que consagró su vida a la atención de los peregrinos jacobeos. Hay que destacar el paso por su excepcional catedral y el gran hospital del Rey, fundado por Alfonso VIII (1155-1214) a finales del siglo XII. En esta ciudad se une al Camino Francés la denominada Ruta de la Lana, desde el sudeste español.
Desde Burgos se llega a Castrojeriz, aún en la provincia de Burgos, donde había un monasterio y un hospital bajo la advocación de San Antón en el que se proporcionaban albergue, alimento y atención médica, cuando era preciso, a los peregrinos jacobeos. Destaca, a continuación, Frómista, por su vocación hospitalaria y por su impresionante iglesia románica de San Martín, muy vinculada a las peregrinaciones a Santiago por la advocación de su patrón. El patrón de Frómista, San Telmo, la hermana con Tui, entrada del Camino de Santiago en Galicia desde Portugal.
Ya en la provincia de Palencia, se encuentra Carrión de los Condes, que conserva las iglesias jacobeas de estilo románico de Santa María del Camino y de Santiago. Según el cronista del Liber Sancti Iacobi, “es villa industriosa y muy buena y rica en pan, vino, carne y en toda clase de productos”.
A la provincia de León se accede por Sahagún, que Aymeric Picaud describe como pródiga “en toda clase de bienes, y en donde se encuentra el prado en el que, clavadas las resplandecientes lanzas de los victoriosos campeones de la gloria del Señor, se dice que florecieron [se refiere a las lanzas de los soldados del ejército de Carlomagno, que florecieron anunciando que alcanzarían la palma del martirio, según narra el Codex]”. En la ciudad se erigió un famoso santuario de la Virgen Peregrina. Acogió un convento franciscano, cuya orden, sobre todo después de la peregrinación a Santiago de San Francisco de Asís, en el año 1214, se distinguió por la hospitalidad y atención que les dispensaba a los romeros que se dirigían a Santiago. En Sahagún, se unen al Camino Francés los peregrinos que llegan por el Camino de Madrid.
Ya en León, la capital provincial, se alza la basílica de San Isidoro, una de las joyas románicas del Camino Francés. Los restos de San Isidoro deben ser visitados por los devotos que se dirigen a Santiago por este itinerario, según recomienda el Liber Sancti Iacobi. El antiguo hospital de San Marcos sirvió de lugar de acogida para los peregrinos a Compostela desde el siglo XII; en el XVI se levantó el magnífico edificio, que en la actualidad forma parte de la Red de Paradores de Turismo. La catedral es una de las joyas que los peregrinos deben visitar; cuenta en su interior con una capilla dedicada al apóstol Santiago.
Desde León se continúa hacia Hospital de Órbigo, que tomó su nombre del centro de acogida para peregrinos fundado por los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén. En el llamado puente del Paso Honroso, por el que cruza el Camino Francés, se produjeron las justas, en el Año Santo de 1434, protagonizadas por el caballero Suero de Quiñones antes de marchar en peregrinación a Santiago de Compostela.
A unos 7 km de Hospital está Astorga, urbe de origen romano que, después de sucesivas repoblaciones iniciadas por el conde Gatón del Bierzo en el año 854, vivió una época de expansión facilitada por el aumento de población, el comercio y el desarrollo económico que le proporcionó el paso de la Ruta Jacobea. Aquí se unen al Camino Francés los peregrinos procedentes de Benavente, llegados desde Alicante, Albacete y Toledo, por el Camino del Sureste; desde Cádiz, Sevilla, Mérida, Cáceres, Salamanca y Zamora, por la Vía de la Plata; y desde Málaga, Granada y Córdoba, por el Camino Mozárabe Andaluz.
Las siguientes etapas introducen al viajero en la rica comarca del Bierzo, a la que se llega tras superar el alto de la Cruz de Ferro, uno de los lugares más míticos de todo el Camino, a cuyos pies los peregrinos depositaban y siguen depositando todo tipo de piedras y recuerdos ceremoniales. Ponferrada, ya en el valle, debe su nombre al reforzamiento de su antiguo puente romano con una sólida estructura de hierro, ordenado por el obispo Osmundo de Astorga (1082-1098) a finales del siglo XI para que sirviera de paso a los peregrinos del Camino Francés. La construcción de los hospitales de San Lázaro y San Lorenzo y, posteriormente, en 1498, del hospital de la Reina, favorecieron el paso de los caminantes por esta ciudad.
La entrada del Camino Francés en Galicia la anuncia la localidad de Villafranca del Bierzo. Su topónimo deja ver la huella de su pasado jacobeo. La presencia de los monjes de Cluny garantizaba la hospitalidad con los peregrinos, así como la de los monjes de la Orden de San Francisco de Asís. En la iglesia románica de Santiago, según un privilegio del papa Calixto III (1455-1458), los romeros imposibilitados para llegar a Compostela pueden atravesar en los años santos la Puerta del Perdón y ganar las indulgencias que se conceden en Santiago por el jubileo.
Vega de Valcarce es el último pueblo leonés del Camino Francés, que entra en Galicia por la aldea de O Cebreiro, a 152 kilómetros de la catedral compostelana. Después de una durísima subida, sobre todo si se camina con una pesada mochila, se llega al santuario de Santa María a Real, donde se guarda el célebre cáliz del milagro eucarístico allí ocurrido, representado en el escudo de Galicia. Desde O Cebreiro, otro mítico lugar, hay que bajar a Triacastela, final de la undécima etapa del Códice Calixtino (s. XII), que afirma que aquí “los peregrinos cogen una piedra y la llevan consigo hasta Castañeda, para hacer cal con destino a la obra de la basílica del Apóstol”.
En el municipio de Samos, que dispone de una doble vía jacobea, los peregrinos que escogían pasar por el monasterio de San Xulián recibían la hospitalidad benedictina antes de llegar a la localidad de Sarria, donde en 1230 murió el rey Alfonso IX cuando iba en peregrinación a Santiago. La villa de San Miguel de Paradela y la parroquia de Santiago de Barbadelo también aparecen citadas en el Códice Calixtino antes de llegar a Portomarín, localidad en la que estuvieron instalados los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén, auténticos custodios del Camino de Santiago, y que contó con varios hospitales de peregrinos. El municipio de Monterroso acogió también un hospital y cementerio de peregrinos en la parroquia de Santiago de Ligonde. En Palas de Rei, aunque no justo en el Camino, se halla la iglesia de Vilar de Donas, que muestra varios sepulcros de caballeros de la Orden de Santiago y unos valiosos frescos encargados por el rey Juan II (1405-1454) con motivo del Año Santo de 1434.
El Camino Francés entra en la provincia de A Coruña por el municipio de Melide, donde los franciscanos acogían a los peregrinos en el hospital del Sancti Spiritus. Aquí se une el Camino Primitivo, procedente de San Salvador de Oviedo.
La entrada en el municipio de Arzúa se realiza por Santiago de Boente y Santa María da Castañeda, citados en el Liber Sancti Iacobi. En Castañeda era donde los peregrinos que habían cogido una piedra de las canteras de Triacastela la dejaban en sus hornos de cal para hacer la argamasa empleada en la construcción de la basílica compostelana. En Arzúa se incorporan al Camino Francés los peregrinos que siguen el Camino del Norte, que desde Bayona (Francia) y otros puntos de la costa cantábrica entran en Galicia por Ribadeo.
A las puertas de Santiago sobresalen dos lugares: A Lavacolla, donde los peregrinos medievales se daban un baño purificador en el río antes de entrar en la ciudad de Santiago, y el Monte do Gozo, que descubre en lontananza, por primera vez, las torres de la catedral compostelana. Por el barrio de San Lázaro se entra en la ciudad y se llega a Os Concheiros, cuyo topónimo hace referencia, entre algún otro motivo, a los puestos que vendían a los romeros las vieiras que habían de llevar como recuerdo de su peregrinación. Después de la rúa de San Pedro se pasa por Porta do Camiño, una de las entradas del viejo recinto amurallado, Casas Reais, plaza de Cervantes y, por fin, se llega a la antigua puerta del Paraíso -actual Acibechería-, por donde entraban y siguen entrando en la catedral los peregrinos llegados por el Camino Francés. Cuando es año santo, también se puede acceder a la basílica por la Puerta Santa, en la plaza de A Quintana.
Si consideramos que son las cuatro grandes vías históricas francesas las que dan sentido al Camino Francés, resulta relevante fijarse en el patrimonio cultural que acumulan. Por la Vía Turonense, hay que visitar en la ciudad de París la catedral gótica de Notre-Dame, que en el pórtico de su fachada principal acoge una imagen de Santiago peregrino. En Tours, los devotos caminantes debían acercarse a la iglesia de San Martín, hoy desaparecida, pero reconocida en el Códice Calixtino como uno de los santuarios de peregrinación importantes del Camino. En Poitiers, destacan el baptisterio de San Juan, la iglesia de San Hilario el Grande, donde se veneran sus restos, la iglesia románica de Notre-Dame y la catedral de San Pedro. La catedral de San Andrés y la iglesia románica de San Severino son los principales puntos de interés para los peregrinos en Burdeos. En Saint-Jean-Pied de-Port es relevante la iglesia gótica de Notre-Dame-du-Bout-du-Pont.
La Vía Lemovicense parte de Vézelay, donde se encuentra la basílica románica de Santa María Magdalena, que fue monasterio benedictino y cisterciense y en la que los peregrinos veneran el cuerpo de la santa. La ruta continúa por Limoges, con su catedral de San Esteban, que combina elementos románicos, góticos e, incluso, renacentistas, y se une a la Turonense en Roncesvalles.
La Vía Podiense sale de la catedral románica de Santa María de Le Puy, otro de los importantes santuarios de la peregrinación jacobea. En Conques, que lleva en su escudo municipal tres conchas de vieira, se erige la abadía de Santa Fe, una de las joyas del románico francés, muy relacionada desde el punto de vista artístico con la catedral compostelana. La abadía románica de San Pedro de Moissac tiene un magnífico tímpano en el pórtico de su fachada sur y es destacable también su claustro de principios del siglo XII.
Desde Arlés, donde hay que visitar la iglesia románica de San Trófimo, partía la Vía Tolosana. Otro de los mejores ejemplos del románico en esta ruta es la abadía de San Sernín, en Toulouse.
El Camino Francés, que entraba en Roncesvalles por los puertos de Cize, encuentra en esta zona navarra la mítica cruz de los Peregrinos, que tiene un gran valor simbólico para esta Ruta Jacobea. Desde el punto de vista arquitectónico, tienen interés la capilla del Sancti Spiritus, llamada también Silo de Carlomagno, del siglo XII, donde se enterraba a los peregrinos y se decían misas por sus almas, y la iglesia gótica de Santiago, que aloja en su interior la imagen del Apóstol.
El románico, que acompaña al peregrino a lo largo de todo el Camino Francés, puede verse también en la catedral de San Pedro de Jaca, que recibe a los caminantes procedentes de la Vía Tolosana; la ciudadela que defendía la ciudad también es otro elemento artístico interesante. La iglesia de Santa María la Real de Sangüesa fue donada, en 1131, a los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén. La iglesia de Santiago es otro de los ejemplos de este estilo arquitectónico de la localidad. Su convento de San Francisco, que se habría fundado por iniciativa del propio santo cuando se dirigía en peregrinación a Compostela, servía, como tantos otros de la orden, para dar albergue a los peregrinos.
Puente la Reina, donde el Camino Francés se hace uno, fue sede de la Orden de los Templarios; la hermosa portada de la iglesia de Santiago es otro buen ejemplo del románico de esta ruta, lo mismo que el puente que da nombre a la ciudad y que servía a los peregrinos para salvar el río Arga. En Estella no puede dejar de visitarse el palacio de los Reyes de Navarra y su iglesia románica del Santo Sepulcro; también está muy relacionada con el Camino Francés la basílica de Nuestra Señora del Puy.
En Logroño hay que cruzar la llamada puerta del Camino. En la ciudad se encuentran el impresionante pórtico gótico de la iglesia de Nuestra Señora del Palacio y la iglesia de Santiago, que acogió en su fachada barroca la figura de Santiago matamoros. Nájera fue sede del monasterio de Santa María la Real, del que hay que destacar su impresionante claustro gótico. Entre esta ciudad y Redecilla del Camino, construyó Santo Domingo la ruta que conducía a los peregrinos. La figura de este eremita que da nombre a la ciudad de Santo Domingo de la Calzada fue trascendental para el Camino de Santiago, como recoge el propio Códice Calixtino, ya que construyó también, además del trazado, el puente que servía a los caminantes para salvar el río Oja y un hospital de acogida; para cobijar y venerar sus restos mortales se levantó, en 1158, la catedral de Santo Domingo de la Calzada y, en el siglo XVIII, su torre exenta.
Ya en la provincia de Burgos, se encuentra el monasterio de San Juan de Ortega, que alberga el magnífico sepulcro románico donde descansan los restos mortales de este santo, discípulo de Santo Domingo, que continuó la labor de protección a los peregrinos impulsada por su maestro. Uno de los monumentos más importantes del Camino Francés es la catedral de Burgos, empezada a construir en 1221, según los cánones del gótico francés, aunque luego incorporó elementos renacentistas y barrocos; destaca también por su importancia el monasterio cisterciense de Santa María la Real de las Huelgas, donde fue armado caballero Fernando III el Santo.
La iglesia de San Martín de Frómista, perteneciente a la provincia de Palencia, es otro de los buenos ejemplos del románico en el Camino Francés; sobresale por su planta basilical, la fachada principal, con sus torres cilíndricas, y los ábsides circulares de las naves. En Carrión de los Condes hay que señalar como ejemplos del románico en el Camino de Santiago las iglesias de Santa María del Camino y de Santiago; el monasterio de San Zoilo, levantado en principio según los cánones románicos y que proporcionó hospitalidad a muchos peregrinos, fue reconstruido en el siglo XVI y presenta elementos renacentistas y barrocos.
En Sahagún, en la provincia de León, pueden visitarse dos buenos exponentes del románico mudéjar. Son el santuario de la Virgen Peregrina y la iglesia de San Lorenzo; del monasterio Real de San Benito, cuya orden dio siempre acogida a los peregrinos, sólo se conservan la capilla de San Mancio, del siglo XII, el arco de San Benito, que en el siglo XVII sustituyó a la antigua portada románica, y la torre del Reloj.
Sobre la antigua catedral románica de León, se levantó el actual templo gótico dedicado a Santa María. Son de especial valor su fachada principal y el pórtico de la Coronación de la Virgen. Por otra parte, la basílica de San Isidoro, llamada así desde que los restos del obispo de Sevilla fueron trasladados a este templo, que albergaba también el impresionante Panteón de los Reyes, es uno de los mejores ejemplos del románico que con tanta frecuencia encontramos a lo largo de la Ruta Jacobea. Sobre el viejo hospital de peregrinos, se erigió en el siglo XVI, por iniciativa del rey Fernando el Católico, el actual edificio renacentista, en cuya fachada se muestra el relieve de un Santiago caballero que recuerda su intervención a favor de las tropas del ejército cristiano en la batalla de Clavijo.
En Astorga, merece la atención, además de su muralla romana, su magnífica catedral gótica, que conservó en su reconstrucción, en 1471, algunas características románicas anteriores e incorporó más tarde elementos renacentistas y barrocos. El palacio episcopal, que acoge el Museo de los Caminos, fue proyectado por Gaudí, según los cánones del modernismo catalán.
Por su parte, el castillo de los Templarios de Ponferrada fue un importante elemento defensivo utilizado por los caballeros de la Orden del Temple, que tenían encomendada la misión de defender a los peregrinos que transitaban por el Camino de Santiago; la fortaleza, levantada sobre un antiguo castro, que luego fue ciudadela romana, fue reformada por los templarios en el siglo XIII, aunque posteriormente se realizaron otras mejoras. En Villafranca del Bierzo el peregrino encontrará el último exponente del románico en el Camino Francés antes de su entrada en Galicia. Nos referimos a la iglesia de Santiago, con su puerta del Perdón, que presenta cuatro arquivoltas ligeramente apuntadas.
Ya en Galicia, en O Cebreiro, las pallozas prerromanas -construcción circular cubierta de paja- y el santuario de Santa María a Real, de origen prerrománico, llaman la atención de todos los peregrinos. En Triacastela, puede contemplarse el ábside románico de la iglesia de Santiago, del siglo XII, y su torre campanario, levantada en el XVIII. Sin duda, el edificio más importante del Camino Francés en Galicia es el monasterio de San Xulián de Samos, con su capilla del Ciprés o del Salvador, del siglo XI; su claustro de las Nereidas, del XVI; el del padre Feijoo, levantado entre el XVII y el XVIII, y la nueva iglesia del XVIII que sustituyó a la vieja románica. Sarria conserva la iglesia románica del Salvador, el monasterio de A Magdalena y la torre del viejo castillo medieval.
En el municipio de Sarria se halla también la iglesia románica de Santiago de Barbadelo, dedicada al Apóstol. En Paradela la atención la centra la iglesia románica de la parroquia de Santa María de Ferreiros, del siglo XII. El viejo Portomarín, sepultado bajo las aguas del Miño, se estableció en un nuevo emplazamiento al que trasladaron las iglesias románicas de San Pedro y San Nicolás, perteneciente esta última a la Orden de San Juan de Jerusalén. En Palas de Rei, la iglesia de San Tirso conserva el viejo pórtico románico. Entre los elementos artísticos más destacados de Melide, se encuentran la iglesia franciscana de Sancti Spiritus y la románica de Santa María, con sus pinturas. En Arzúa puede visitarse la iglesia gótica de A Magdalena, que acogió en su día un hospital de peregrinos.
El Camino Francés culmina con la llegada a la catedral de Santiago a través de la puerta de A Acibechería, desde cuyo entorno se adivina ya perfectamente la combinación de estilos, tiempo y espíritu que hicieron de este templo-meta uno de los más grandes de la cristiandad.
El impulso que el Camino Francés recobró durante el último cuarto del pasado siglo continúa vivo y en crecimiento en los inicios del XXI. Después de 2010, las rutas jacobeas no van a vivir otro año santo compostelano hasta 2021. Sin embargo, parece claro que la experiencia que supone para los peregrinos es lo suficientemente enriquecedora como para que, al margen de los años jubilares, les siga atrayendo un camino que ofrece un patrimonio artístico, natural y cultural singular como pocos. Pero también -y no es menos crucial- un paisaje humano sin parangón, donde se encuentran y entrelazan en la convivencia personas de distintas razas, naciones, ideologías y religiones. Es una evidencia sorprendente para una ruta cuyo origen conocido está exclusivamente en las prácticas cristianas. Y es, sin duda, la base de su éxito.
Entre 2006 y 2009 el Camino Francés siguió siendo, como desde sus orígenes, el itinerario jacobeo más seguido -con enorme diferencia- por los peregrinos de toda procedencia y condición. Si nos atenemos a los datos ofrecidos por la Oficina de Acogida al Peregrino de Santiago -los únicos disponibles en la meta compostelana-, en 2006 recibieron la compostela -el documento que certifica la peregrinación religiosa- 100.400 visitantes jacobeos, de los que 82.400 llegaron por el Camino Francés, lo que representó el 82,5% del total. En 2009 fueron 145.900, de los cuales 113.000, un 77,4%, eligieron este itinerario. Este menor porcentaje, que disminuye lentamente año a año desde mediados de los noventa, se debe al renacer de las demás rutas al amparo del éxito del Camino Francés.
En concordancia con esta afluencia, son las localidades y lugares del Camino Francés los que ocupan los ocho primeros puestos entre los escogidos para iniciar el itinerario por quienes reciben la compostela. El primer lugar lo ocupa desde los noventa la localidad gallega de Sarria, de la que salieron en 2009 26.200 peregrinos, seguida de los dos puntos de partida del Camino Francés por su ramal navarro: Saint-Jean-Pied-de-Port (Francia), con casi 16.000, y Roncesvalles, con unos 10.000. De Somport partieron apenas 1.000 en el mismo año, debido a su condición de puerto de montaña y al hecho de estar en la menos concurrida ruta aragonesa. [JS / MR]